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Entrevista:JEAN-MARIE LEBLANC | Director por última vez del Tour | TOUR 2005 | Séptima etapa

"Me he cansado de estar a la defensiva"

Éste es el último Tour de Jean-Marie Leblanc (27 de julio de 1944; Nueil-sur-Argent, Francia), director general de la carrera desde 1989. Lo ha sido, pues, en los años de Miguel Indurain, de Lance Armstrong... Y estuvo a punto de ver morir la carrera antes de su centenario, cuando el caso Festina.

Pregunta. ¿Cuáles eran los objetivos que se marcó al empezar a dirigir el Tour? ¿Ahora, 16 años más tarde, cuando lo va a dejar, cree que los ha cumplido?

Respuesta. Cuando llegué, tenía dos o tres. El primero, y me duele decírselo a amigos españoles, es que 1989 era el año siguiente a 1988 y en 1988 se hablaba ya de dopaje y ustedes saben por qué [se refiere, sin citarlo, al falso positivo de Pedro Delgado]. En segundo lugar, se trataba de volver a dar credibilidad deportiva al Tour. Yo fui periodista, como ustedes, y creía que, por aquel entonces, la publicidad, los aspectos extradeportivos, los vip..., tenían excesiva importancia. Y todo, sin perder de vista la necesidad de continuar con la modernización del Tour, sus estructuras, el village, las tribunas... Creo que mi trabajo no ha estado mal, pero no se trataba de objetivos revolucionarios. Aún hoy día, para el Tour, lo más difícil es gestionar su éxito, evitar el gigantismo, seguir evitando el predominio del márketing, la publicidad, sobre el deporte... Son siempre los mismos problemas.

"La Agencia Mundial Antidopaje nació a causa del 'caso Festina'. Pero el dopaje es un problema de todos los deportes, no sólo del ciclismo"
"El más grande, Merckx. A Anquetil no le conocí bien. Admiro a Hinault por su carácter; a Indurain, por su carisma; a Armstrong, por su profesionalismo"
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P. ¿Se pondría usted a la altura de Henry Desgrange, el padre del Tour, o de Jacques Goddet, que lo retomó en la posguerra y lo llevó hasta el decenio de los 70?

R. No, no, no. Yo soy, modestamente, quien ha llevado durante 17 años esa formidable herencia que me legaron. Nosotros somos los herederos.

P. ¿Por qué lo deja?

R. Porque ya tengo 62 años. Porque llevo años diciendo que no quiero envejecer siendo el director del Tour. Porque tengo ganas de disfrutar de las otras cosas de la vida. Porque he pasado años muy difíciles, como 1998. Porque hay cada vez más periodistas pendientes de los asuntos de dopaje solamente. Porque hay cada vez más y más sospechas. Porque, al final, nos vemos obligados a defendernos permanentemente... Siempre, siempre así. ¿Por qué? Me he cansado de estar a la defensiva, estoy harto, y he decidido descansar un poco, eso es.

P. ¿Se considera una víctima del UCI ProTour?

R. No, yo hablaba de los asuntos de dopaje. Ya había abdicado antes de todas las polémicas del ProTour. Lo tenía que haber dejado antes, pero mi sucesor designado, Daniel Baal, no siguió, y ahora se lo dejaré a Christian Prud'homme. Llevamos dos años juntos, preparando la transición, en los que le estoy enseñando el oficio.

P. ¿Temió usted en 1998 que el Tour no llegara a París?

R. Sí. El Tour de 1998 fue un vía crucis. Todos los días había una noticia negativa, un positivo, una intervención de la policía, detenciones, los equipos españoles que se fueron...

P. ¿Estuvo el caso Festina a punto de matar el Tour?

R. Sí, creo que sí. Toda Francia quería que se parara ese Tour, pero yo me negué. ¿Iba a solucionar así el problema del dopaje? No. Habría que haber parado también la Vuelta a España, las clásicas..., todo el ciclismo mundial durante un par de años. Además quería llevar el Tour a París para demostrar que la solución debía salir del interior del ciclismo; que había que cambiar la mentalidad de dirigentes, directores deportivos, corredores... Y creo que las cosas van mucho mejor. Era necesario que los laboratorios encontraran soluciones para detectar la EPO y lo hicieron en 2001. Y hoy se detectan las transfusiones sanguíneas. Hacía falta que la UCI y que los gobiernos de los países se tomaran en serio el problema y ahí está la creación de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), un organismo que nació como consecuencia del caso Festina. Así que creo que hemos mejorado mucho. Y, de hecho, desde la salida, en Vendée, aún no se ha hablado nada de dopaje. Creo que es el primer Tour desde el de 1998 en el que no ha habido noticias de ese tipo. Antes, todos los años, desde la salida, dopaje, dopajee...

P. Usted es muy optimista. Pensar que los mismos que llevaron al ciclismo al callejón del caso Festina son quienes deben encontrar la salida es como dar a pirómanos el papel de bomberos.

R. No estoy de acuerdo. Todavía hay directores deportivos de aquellos tiempos, Legeay, Godefroot, Saiz, Echávarri... Era necesario dar confianza a los médicos, a los directores... Hacerles saber que, si ellos querían continuar como si nada hubiera pasado, sería la muerte del ciclismo. Y han sido conscientes de ello. Además, las nuevas generaciones de corredores son diferentes.

P. ¿Por qué en aquel Tour fue Bjarne Riis el portavoz de los corredores, el negociador, cuando la huelga parecía inevitable? ¿Lo eligió usted?

R. En absoluto, yo no lo elegí. El día en que se plantaron en la salida de Tarascón yo estaba en el coche, delante, y los corredores me enviaron a Riis. Pensé que era un representante legítimo porque había ganado el Tour, lo que le daba prestigio. Además, había corrido en equipos franceses, italianos... Hablaba francés, italiano, inglés, alemán... Tenía aura. Y yo le había conocido cuando corría en Francia y confiaba en mí. Eso funcionó. Y, cuando volvió al pelotón, dijo: 'Jean Marie Leblanc me ha dicho esto, esto y esto y yo confío en su palabra'. Y todos salieron.

P. ¿Qué habría que hacer para desvincular el dopaje de la imagen del ciclismo?

R. No se trata de hacer nada especial. No es por atacar otros deportes, pero en los Juegos de Atenas 2004 hubo casos de dopaje, en la Copa Confederaciones de fútbol... Se trata de mostrar que el dopaje es un problema de todos los deportes, no sólo del ciclismo. No digo que no se hable de los casos de dopaje en el ciclismo, pero sí de dejar de decir: 'Ciclismo igual a dopaje'. El deporte, todos los deportes, están amenazados por el dopaje.

P. Usted, como ciclista, corrió con Jacques Anquetil; como periodista de L'Équipe, escribió de Eddy Merckx y Bernard Hinault; como ejecutivo, dirigó los Tours de Miguel Indurain y Lance Armstrong. ¿Con qué corredor se quedaría? ¿Cuál le gustaría haber sido?

R. A todos esos grandes campeones los respeto porque han marcado la historia del Tour. Cuando se me pregunta quién ha sido el más grande, respondo siempre Merckx. Ha sido un gran campeón del Tour y un gran campeón de todo el ciclismo.

P. ¿Y cómo persona? ¿Anquetil?

R. No he conocido muy bien a Anquetil. Cuando corrimos juntos en el Bic, él estaba al final de su carrera y yo al comienzo. Admiro mucho a Hinault por su carácter. A Indurain, por su carisma, por su tranquilidad, por su calma... Nunca se enfadaba, nunca se portaba mal. Un campeón hermoso. Respeto a Armstrong por su profesionalismo, por su manera de entrenarse, de explorar los cols, por ser tan puntilloso con el material, con la bicicleta...

P. Armstrong, en cierta manera, ha condenado al Tour a la falta de emoción... Su dominio es absoluto. Eso mata la carrera.

R. Hay dos maneras de amar al Tour y yo lo amo de ambas. Una es amar el Tour de Walkowiak (1956), el de Roche (1987), el de LeMond (1989). Tours en los que había lucha, alternativas, todos los días; batallas. Son los más atractivos para el público. Otra es la del gran personaje: Indurain, Armstrong, que dominan con carisma, con personalidad..., que son capaces de un rendimiento deportivo magnífico. Indurain, en 1992, en Luxemburgo, dejó al segundo a tres minutos. Un prodigio de potencia, de elegancia... Cuando un corredor domina así, sólo puede despertar admiración.

P. ¿Cuáles han sido para usted las tres etapas en las que más ha disfrutado como director?

R. La primera, esa contrarreloj luxemburguesa. Después... Tienen que ser de montaña... ¿Cuáles? Chiappucci, en Sestriere, en 1992 también...

P. ¿Pantani en el Galibier, en 1998?

R. No quería citarlo. Ni lo de Chiappucci, porque siempre queda la sospecha... Pero el día de su hazaña fue magnífico: su escapada, la pájara de Indurain... Y Ullrich en los Pirineos, en Arcalís, en 1997.

P. ¿Se ve mejor la carrera desde su coche o ante el televisor?

R. Desde que soy director, he viajado en dos coches diferentes. Durante casi diez años marchaba detrás del pelotón. Me gustaba mucho esa posición. Detrás lo veíamos todo: quién estaba enfermo, quién marchaba mal, la morfología de las piernas, la forma de pedalear... Conocía a todos los corredores por detrás. Era la vida interior del pelotón. Lo veía todo salvo el momento de la victoria. Ahora, que voy delante, sólo veo la victoria, no la vida interior del pelotón. Siempre me falta algo. Está claro que el que lo ve todo es el que lo ve por televisión: las repeticiones, las cámaras lentas, los helicópteros...

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