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El nuevo partido alemán de izquierdas irá a las urnas con los comunistas

El movimiento está formado por antiguos socialdemócratas y liderado por Lafontaine

La Alternativa Electoral Trabajo y Justicia Social (WASG), grupo de izquierdas alemán formado en gran parte por políticos del Partido Socialdemócrata (SPD), votó ayer en un congreso a favor de acudir a las elecciones que previsiblemente se celebrarán en septiembre en las listas del poscomunista PDS. La decisión, que ya tenía el visto bueno de la cúpula del partido, es previa a la votación definitiva de las bases, que tendrá lugar pasado mañana.

Oskar Lafontaine, candidato del WASG y una de las cabezas visibles de la alianza junto con Gregor Gysi, se defendió ayer de las críticas que le acusan de coquetear con la xenofobia por utilizar un término, Fremdarbeiter (trabajadores foráneos), usado por los nazis. "Los nazis no eran xenófobos. ¡Los nazis eran racistas!", dijo Lafontaine ante los 300 delegados del congreso. El ex presidente del SPD aseguró que utilizó ese término porque las condiciones en que se ven obligados a vivir los extranjeros que vienen a Alemania no permiten llamarlos Gastarbeiter (trabajadores huéspedes o invitados), que es el término usado tradicionalmente para llamar a los extranjeros que contribuyeron al milagro alemán en los años sesenta y setenta.

Sin saber aún si habrá elecciones o no en septiembre, los partidos se lanzaron a la campaña este fin de semana, tras la histórica jornada que vivió el Bundestag el viernes, con una cuestión de confianza planteada y perdida por el canciller, Gerhard Schröder, y la petición al presidente federal, Horst Köhler, de que disuelva el Parlamento y convoque elecciones.

Schröder ya participó en un acto electoral el mismo viernes por la tarde. Su partido presentará hoy un programa que pretende volver a ocupar una izquierda que ha abandonado en sus siete años de Gobierno. Si en su reforma fiscal de 2000 bajó el tipo máximo del impuesto sobre la renta del 45% al 42%, ahora propone volver a subirlo en forma de un "impuesto para ricos".

No todos en el partido están a favor del nuevo impuesto. El vicepresidente y jefe de Gobierno de Renania-Palatinado, Kurt Beck, abogaba ayer en una entrevista por centrar la campaña en la necesidad de continuar las reformas iniciadas por el Gobierno rojiverde. Por su parte, el responsable de finanzas de la ciudad-estado de Berlín, Thilo Sarrazin, asegura hoy en el semanario Der Spiegel que el impuesto para ricos, que aportaría a las arcas del Estado 1.700 millones de euros, no es más que un reclamo mediático y "no va a cambiar la situación catastrófica de las finanzas estatales".

El SPD quiere también introducir el salario mínimo, que no existe en Alemania, y pagar un suplemento a los padres de recién nacidos durante el primer año para compensar la posible interrupción laboral. Pero una de sus iniciativas más importantes es una amplia reforma de la sanidad pública, que reuniría a funcionarios, autónomos y personas de altos ingresos en la misma seguridad social pública que el resto de los alemanes. Actualmente la mayor parte de los autónomos y los que más ganan optan por el seguro privado, mientras que los funcionarios tienen un seguro propio. La idea incluye cuotas proporcionales según los ingresos.

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La Unión Demócrata Cristiana (CDU) también quiere impulsar una reforma de la sanidad de la que poco se sabe, salvo que la cuota será la misma para todos, sean cuales sean sus ingresos. La CDU prepara un programa en el más estricto secreto, que presentará el día 11, y cuyo contenido sólo conocen los cuatro encargados de elaborarlo y su presidenta, Angela Merkel.

Aparte de la propuesta de subir el IVA del 16% al 18%, no ha trascendido nada. Es algo que, según aseguraba ayer el semanario Welt am Sonntag, está haciendo crecer la indignación en el partido, donde ni las figuras más destacadas tienen acceso al documento. "El sistema Merkel se parece así cada vez más al de Helmut Kohl", sostenía el semanario.

Oskar Lafontaine (izquierda) conversa con el presidente del WASG, Klaus Ernst, durante una reunión en Kassel.
Oskar Lafontaine (izquierda) conversa con el presidente del WASG, Klaus Ernst, durante una reunión en Kassel.AP

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