_
_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La boda de moda

Ana Pantaleoni

Talidy y Patrice esperan turno para vestirse de novia, aunque no van a casarse. No son novias, ni pareja ni tienen una relación. Bueno, sí. Son modelos y brasileñas, y ostentan 19 años y miden 1,70 metros y pesan menos de 60 kilos. Van perfectamente maquilladas y peinadas, y en unos minutos cambiarán sus tejanos y su camiseta de tirantes por un vestido de novia de Jesús del Pozo. Talidy y Patrice participan en la BCN Bridal Week. Si la modelo se llama Talidy, ¿por qué no se va a llamar al salón nupcial de Barcelona BCN Bridal Week?

En medio de la crisis del textil, resulta que Barcelona es una potencia en diseño y facturación de ropa para bodas; aunque, no nos engañemos, principalmente son vestidos de novias. El gran buque es Pronovias, que facturó el pasado año 108 millones de euros; pero las firmas de los diseñadores hace ya años que tiene su colección para boda, por ejemplo Jesús del Pozo. La ristra de nombres de la primera jornada de desfiles es larga: Devota & Lomba, Jesús Peiró, Maria Lluïsa Rabell, Petro Valverde y Rosa Clarà.

Talidy escucha música en un reproductor iPod y Patrice se dedica a la observación, ambas echadas en la moqueta a la espera de meterse un vestido de novia tras de otro. Marina Pérez es madrileña y nombre fuerte de las pasarelas. Minutos antes del desfile de Rosa Clarà se acerca al baño y contesta a dos preguntas: está prometida y se casará, pero de negro, como lo hizo su abuela.

La industria de la novia vive un buen momento, en permanente alza desde la década de 1990. En 2003 contrajeron matrimonio 210.555 parejas españolas, 1.090 más que en 2002, según el Instituto Nacional de Estadística. De cada 100 enlaces celebrados, 73 lo fueron por el rito católico. "La gente será todo lo progre que quieras ya sea en política o en religión, pero a última hora todas quieren pasar por la iglesia", dice Paco Flaqué, organizador del encuentro.

El peine sube y baja, sube y baja hasta chocar con el moño de Talidy. Al final todo se sostiene con una sobredosis de laca que ha debido de dejar temblando el ozono. Menos mal que el salón dura sólo cinco días.

Llevar a los grandes nombres de la moda a la pasarela no es fácil. Las más conocidas, antes de empezar a negociar, reclaman información sobre la marca, ver desfiles anteriores y conocer a sus compañeras. Incluso hay quien rechaza cheques en blanco.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Luces, pruebas de sonido, los últimos consejos para azafatas, y todo listo para empezar este gran espectáculo nupcial, tres días de desfiles en los que se muestra que el blanco no es sagrado y que la anatomía ya no se sugiere, se enseña. Se tiende a una novia más informal; al fin y al cabo, el 40% se divorciará.

Los estilos son variados: la novia diosa griega, el traje quimono, el aire flamenco y la novia romántica, con o sin velo. Y los colores, también, aunque predominan, además del blanco, los crudos y marfiles.

"Incluso en las bodas civiles la gente se casa de blanco", afirma la regidora de desfiles. Los últimos retoques antes de salir a escena corren a cargo de Marcel, el peluquero. "No hay viernes ni sábado sin las peluquerías llenas por culpa de las bodas, y espérate ahora con el incremento de los enlaces gays", dice el peluquero.

Según un estudio que maneja Moda Barcelona, en dos años se celebrarán 100.000 bodas entre homosexuales, un sector que, dicen, hay que tener en cuenta. "Si en lugar de vestir a una podemos vestir a dos, pues bien", asegura Rosa Clarà, que presentó su colección La vie en rose, basada en el rosa empolvado.

Aun así, si en el sector hay un sexo discriminado, es el masculino. De los 19 pases, sólo tres se dedican a la ropa del varón. Además de la firma gallega Fuentecapala y las propuestas de Ruben Perlotti, el italiano Carlo Pignatelli ha elegido Barcelona para realizar su presentación mundial de las colecciones de hombre y mujer. Son contados los que piensan en poner un poco de fantasía o de originalidad en la ropa de hombre para boda. El hombre necesita subir al juzgado con más ilusión. Y parte de la culpa es del aburrido traje gris que viste.

Algún que otro diseñador considera que no importa la religión ni la orientación sexual, simplemente se trata de vestir a la persona el día más importante de su vida. Suena cursi, pero es así. La mujer duda entre dos extremos, tiene miedo a verse disfrazada el día de su boda, pero a la vez quiere sentirse un poco princesa. Al final, la media se gasta al casarse entre 18.000 y 20.000 euros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_