Medio siglo de continuidad económica
España pertenece a la UE desde hace dos décadas. Pero los esfuerzos para esta integración se iniciaron casi hace medio siglo, en pleno franquismo, cuando un grupo de tecnócratas y economistas, casi engañando a un Franco analfabeto en cualquier doctrina económica, inició la apertura económica de nuestro país. La tesis que se sostiene en este artículo es que, desde entonces, todas las políticas económicas aplicadas por los diferentes Gobiernos (tardofranquistas, centristas, socialistas, populares y de nuevo socialistas) han tenido un punto de continuidad: la de aproximar nuestro país a las condiciones europeas, aunque en cada caso fuese por razones diferentes y con distintos objetivos. La idea-fuerza ha sido Europa; por ello, cualquier dificultad europea se ve en España con máxima preocupación y deviene a menudo en crisis internas.
El Plan de Estabilización de 1959, los Pactos de la Moncloa, de 1977, y los programas económicos de los socialistas y de los populares confluyen en Europa
Estos 45 años de larga marcha hacia Europa se resumen en cuatro etapas: el desarrollismo (1959-1975), la transición (19761985), el eurooptimismo (19861992) y la normalidad (hasta la actualidad).
EL DESARROLLISMO. Año 1959: hace 20 que terminó la Guerra Civil. El nivel de vida de los españoles es más bajo aún que durante la República. Hace poco que España ha entrado en las primeras instituciones económicas multilaterales, como el FMI. También hace menos de una década que se han eliminado las cartillas de racionamiento. Un país ruralizado soporta al mismo tiempo la ausencia de libertades, la emigración económica y los efectos del exilio político por el que se perdió lo mejor del capital humano. La peseta no es convertible; España está en quiebra técnica, y su aparato productivo, al borde del estrangulamiento. En Europa se dan los primeros pasos para la construcción del Mercado Común.
El sentido de supervivencia del franquismo y la aportación técnica de un grupo de economistas llevaron al Plan de Estabilización. Los primeros síntomas de cambio interno se originaron en febrero de 1957, cuando entraron en el Gobierno dos miembros del Opus Dei (que sustituía a la Falange como familia dominante del régimen): Alberto Ullastres y Mariano Navarro Rubio. Los dos, apoyados por el secretario general técnico de la vicepresidencia del Gobierno, Laureano López Rodó (también del Opus), iniciaron la preestabilización. Alrededor de ellos, un grupo de economistas, algunos de los cuales han sido los protagonistas de una buena parte de la historia económica del siglo XX: Sardá, Fuentes, Rojo, Sampedro, Félix y Manuel Varela, Estapé, Ugarte, etcétera.
Los objetivos del Plan de Estabilización -el primer gran documento de la historia económica contemporánea- eran reducir la inflación, liberalizar el comercio exterior y la actividad interna, y conseguir la convertibilidad de la peseta para facilitar los intercambios. En definitiva, lograr el desarrollo aprovechando la coyuntura (es la edad dorada del capitalismo europeo) y facilitar la integración en el recién creado Mercado Común. El resultado de la estabilización fue profundo: tres lustros de crecimiento anual cercano al 7% y una reducción de la diferencia de renta per cápita de los españoles respecto a los europeos de casi 20 puntos (del 50% al 70%).
LA TRANSICIÓN. La segunda etapa es la transición hacia un régimen de libertades y la economía de mercado. Al coincidir la crisis política del final del franquismo con la recesión derivada de la primera gran subida de los precios del petróleo, los últimos Gobiernos de Franco hacen como si la última no existiese y dejan al país viviendo por encima de sus posibilidades.
El segundo gran documento de esta historia son los Pactos de la Moncloa de 1977, firmados por todos los partidos políticos, desde la derecha heredera del franquismo hasta los comunistas, pasando por los centristas y el PSOE. Los Pactos de la Moncloa consisten, en esencia, en un reparto de los sacrificios necesarios para ajustar la economía y homologarla con Europa a través de las reformas (fiscal, laboral, energética...). Se trataba de acabar con una inflación que bordeaba el 30% y, sobre todo, de ganar tiempo para el acuerdo constitucional. Los Pactos tuvieron efectos inmediatos, pero fueron perdiendo fuelle: el consenso era imposible entre grandes convocatorias electorales.
En 1982, el PSOE gana las elecciones por mayoría absoluta. Pocos meses antes, Mitterrand ha triunfado también en Francia y aplica un plan de expansión de la demanda que agrava los problemas económicos del país vecino. Felipe González y su ministro de Economía, Miguel Boyer, aprenden la lección francesa, tiran a la basura el programa electoral con el que han ganado las elecciones y ponen en práctica un nuevo plan de ajuste. Se trata del Programa a Medio Plazo de la Economía Española, tercer hito documental de esta historia, continuista del Plan de 1959 y de los Pactos de 1977.
Es en esta etapa cuando España ingresa en Europa, a través de sus tres grandes instituciones: el Consejo de Europa, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Comunidad Económica Europea (CEE).
EL EUROOPTIMISMO. La tercera etapa empieza en 1986. Gobierna el PSOE con mayoría absoluta y fuerte liderazgo, lo que genera una gran estabilidad política. Se crea empleo a niveles desconocidos. La economía se beneficia de una triple coincidencia: buena coyuntura internacional, multiplicación de los efectos positivos de los distintos programas de ajuste y pertenencia a las reglas del club europeo.
LA NORMALIDAD. En 1992 comienzan los preparativos de la UE para poseer una moneda única; se trata del primer paso de la Unión Económica y Monetaria. Para ello, los países que se integren en la futura zona euro tienen que converger en una serie de conceptos que aparecen citados en el Tratado de Maastricht: inflación y déficit públicos bajos, una deuda externa que no supere el 60% de cada PIB nacional, y tipos de interés y de cambio controlados. En ese momento, España no cumple ninguno de los criterios de convergencia. La prioridad del último Ejecutivo socialista y del primero de Aznar coincide en acercarnos a esas condiciones, de modo que, por primera vez en casi medio siglo, España ingrese en el primer momento en alguna de las etapas de la UE. Se consigue, y en 1998 España entra, junto con otros 11 países, en la eurozona.
El mayor éxito de la política del PP fue no equivocarse. Subido a la ola de prosperidad que llegaba de los EE UU de la nueva economía, su objetivo principal fue el equilibrio de las cuentas públicas. Cuando Rodríguez Zapatero se instala en La Moncloa, su política económica no tiene más que variaciones de matiz.
En esta larga marcha hacia Europa ha habido unas constantes vitales: lograr las libertades y el bienestar europeo; según las últimas estadísticas, en estos momentos un español tiene ya el 98% de la renta media europea. Se ha pasado de la autarquía a la globalización, y nuestro país ha dejado de ser un lugar de emigración para convertirse en receptor neto de millones de personas de otras partes del planeta que buscan nuestro nivel de vida. El instrumento de este gigantesco cambio en tan poco tiempo ha sido la meta europea.
Luis Ángel Rojo, el experto recurrente
EN TODAS LAS ETAPAS de este casi medio siglo
de historia económica, un nombre es recurrente:
el del economista Luis Ángel Rojo. Un jovencísimo Rojo participó en la elaboración del Plan de Estabilización.
Un Rojo más maduro influyó en el pensamiento económico de los dos grandes presidentes de Gobierno
de la transición: Adolfo Suárez y Felipe González.
Desde sus distintas etapas en el Banco de España -director del servicio de estudios, subgobernador
y gobernador- acompañó o tomó las principales
decisiones técnicas para las largas negociaciones
sobre la integración en el Mercado Común, la firma
del Tratado de Adhesión, la incorporación de la peseta al Sistema Monetario Europeo o la participación
desde el primer momento en la aventura del euro
y la Unión Económica y Monetaria.
Desde finales de los años cincuenta, las sensibilidades políticas e ideológicas principales en España
acompañaron la decisión de homologarnos en Europa,
siguiendo lo de Ortega y Gasset en 1910: España como problema, Europa como solución. Unos lo hicieron
por instinto de supervivencia; para los tardofranquistas, la democracia fue un efecto sobrevenido (y quizá
indeseado) a la apertura económica. Otros buscaron sobre todo el régimen de libertades europeas. Y los más añadieron a una democracia sin marcha atrás
la búsqueda de un modelo social, calificado como Estado de bienestar, que ha tenido en la Europa comunitaria su mejor representación: pensiones, educación
y sanidad pública y gratuita, y un sistema de negociación colectiva. Ha sido una confluencia generacional, más transversal que ideológica.
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