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No debe haber 'territorio comanche' para la policía

A medida que los Mossos d'Esquadra fueron desplegándose por la Cataluña central y asumían las competencias de tráfico, se fue generando una vox pópuli, una especie de radio macuto, según la cual éstos eran más duros que la Guardia Civil a la hora de sancionar al conductor infractor. Sobre los Mossos en el Bages, Osona y el Berguedà se explicaban anécdotas falsas, pero que corrían de boca en boca, como aquella de que cuando necesitaban completar el cupo de multas, detenían a vehículos conducidos por jóvenes y, si tenían CD piratas, se le sancionaba basándose en la Ley de la Propiedad Intelectual. Además, los Mossos en dichas comarcas se implicaron en la persecución del tráfico de estupefacientes y en la sanción de quienes conducían bajo los efectos del alcohol, precisamente para combatir la sangría de los accidentes del sábado por la noche que tantos muertos causan en determinadas comarcas de la Cataluña interior. Algo que incluso quienes podemos defender la necesidad de la despenalización del Cannabis hemos de apoyar. Conducir bebido o drogado mata.

Y así, tanto por la persecución del tráfico de drogas, como por los controles de alcoholemia, como por el control que los Mossos han hecho de acampadas y conciertos celebrados en masías del Bages o el Berguedà en los que corría bastante droga, en ciertos ambientes juveniles se percibió a la policía catalana como un cuerpo dedicado a perseguir el ocio del sábado por la noche. Y se produjo una simbiosis entre los afines a dichas fiestas, sectores okupas e independentisas. Y algunos de aquellos que antes hacían pintadas contra la Guardia Civil, mantuvieron su cruzada particular ahora contra los Mossos. Y a partir de ahí, en muchos festivales en los que se concentran jóvenes, la policía autonómica, al igual que la municipal, pasó a no ser bien recibida. Ello también ha ocurrido en Barcelona, donde tenemos los hechos del pasado año en las fiestas de Gràcia, cuando un simpatizante del movimiento okupa murió apuñalado por un grupo de jóvenes de extrema derecha. Y los mismos que exigían que la Guardia Urbana y los Mossos no estuvieran presentes en las fiestas, luego acusaron a las fuerzas de seguridad de ser pasivas y tolerantes con grupos skins que merodeaban esos días por Gràcia.

Lamentablemente, tenía razón la consejera Montserrat Tura cuando, a raíz del asesinato del joven Josep Maria Isanta en Berga, dijo que los Mossos no estaban en el interior del espacio del concierto, sino en el perímetro exterior, dado que su presencia dentro podía ser interpretada como una provocación. Y como reconoció la consejera el pasado miércoles en el Parlament, no es ningún secreto que los Mossos son increpados si aparecen en determinados actos con público juvenil. Para los agentes autonómicos, acudir a dichos actos es como andar por territorio comanche entre población hostil, debiendo hacer oídos sordos a múltiples provocaciones.

Es plenamente legítimo reivindicar la despenalización del Cannabis, como lo es denunciar abusos o excesos que realicen determinados agentes. Pero previamente hay que reconocer la legitimidad de las fuerzas de seguridad para aplicar la ley y velar por los derechos y las libertades de todos los ciudadanos. Hostigarlos sistemáticamente bajo supuestos imaginarios de declarar "territorios libres de cuerpos represivos" solo beneficia a quines trapichean vendiendo drogas. Si no se desea que la policía esté presente en tales actos o en ciertas calles, luego no se les puede pedir que eviten trágicas muertes como la del pasado año en Gràcia o la de hace unos días en Berga. Y quienes impiden que estén presentes en ciertos espacios son corresponsables de que no puedan actuar a tiempo a la hora de realizar su principal cometido: proteger a los ciudadanos.

Xavier Rius-Sant es periodista.

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