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Reportaje:

Nubarrones sobre Marruecos

La sequía y el aumento del precio de la energía recortan el crecimiento y amenazan con disparar el déficit público

"No caigan en el pesimismo ni ahonden la gravedad de la crisis". Desde la tribuna del Parlamento, Driss Jettu, el primer ministro marroquí, lanzó este llamamiento a los empresarios de su país. La mayoría de ellos -el 53%, según un sondeo del semanario La Vie Economique- están convencidos de que la situación económica es mala y que, mientras las alarmas se encienden una tras otra, el Gobierno no está a la altura.

El FMI prevé que el PIB de Marruecos apenas aumente un 1% este año, aunque para rebajar el paro y la pobreza necesitaría crecer al 6% o 7%
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Un futuro preocupante

"¿Para que sirve el Gobierno?", se preguntaba en un editorial L'Économiste, un diario de Casablanca afín a los empresarios. "Para nada", se contestaba a sí mismo. "El Gobierno da la impresión de que ha soltado el timón". "La industria textil se hunde y el resto de la economía seguirá detrás si el Estado no emprende profundas reformas", vaticinaba, por su parte, Le Journal. Ante la acumulación de estadísticas negativas la prensa es, por una vez, unánime en sus análisis.

En Marruecos, las crisis empiezan siempre por la agricultura golpeada por la sequía. La de la temporada 2004-2005 ha sido tan brutal que la cosecha será al menos un 40% inferior a la de un año normal.

El dato es especialmente grave porque el 46,6% de la población marroquí -14 millones de habitantes- vive en el campo y ese sector, que absorbe el 50% de la población activa, representa casi un 20% del producto interior bruto (PIB). El éxodo rural, ya de por sí intenso, aumentará aún más.

Para paliar el desastre, el rey Mohamed VI acaba de dar instrucciones de que se cancelen las deudas de unos 100.000 campesinos al borde de la asfixia, lo que costará a las arcas del Estado cerca de 300 millones de euros. Además, se ha puesto en marcha un programa de fomento de cultivos que resisten las sequías (especias, olivos, plantas medicinales, etcétera) por otros 360 millones.

A la escasez de agua se ha añadido la hecatombe textil, principal industria exportadora (37% de las ventas en el extranjero) y mayor generador de empleo (700.000 puestos). La expiración del Acuerdo Multifibras conlleva, desde principios de año, una caída constante de la cuota de mercado de la confección marroquí en Europa, mientras la china aumenta.

Entre 20.000 y 50.000 puestos de trabajo están amenazados a corto plazo, según fuentes oficiales, pero L'Économiste no duda en afirmar que ya se han destruido 98.000.

El sector reclama a gritos una devaluación de la divisa marroquí. "Deseamos, ante todo, un dirham menos sólido" para hacer frente a la competencia china, repite Karim Tazi, presidente de la Asociación Marroquí de las Industrias del Textil y Confección. Por esta y otras razones, una delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) aconsejó, en abril, a Rabat que devalue.

La depreciación del dirham, que podría oscilar entre un 5% y un 15%, es urgente porque la balanza comercial se degrada a marchas forzadas. En lo que va de año el déficit creció un 32,9%. La tasa de cobertura es ahora tan sólo del 51,6%. Si se contabilizasen las importaciones ilegales, a través de Ceuta y Melilla, sería aún más baja. La balanza de pagos arroja, en cambio, un superávit gracias al turismo y, sobre todo, a las remesas de la inmigración.

El coste energético

En Marruecos, por último, la gasolina es casi como la harina. El Ministerio de Finanzas tarda mucho en repercutir sobre su precio en el surtidor, o en la panadería, el incremento de la materia prima. Una llamada Caja de Compensación desembolsó, en los cuatro primeros meses, unos 185 millones de euros para absorber la diferencia entre el precio del barril, fijado a 35 dólares en el presupuesto, y el del mercado. A mediados de mayo subieron, por fin, los carburantes, pero no el gas butano que con el que cocinan las amas de casa.

Para ahorrar energía, el Gobierno introducirá además, en julio, la jornada continua en la Administración -los funcionarios ya no regresarán a mediodía a casa a almorzar- y un horario de verano.

Subvenciones energéticas y ayudas agrícolas y textiles van a disparar un déficit presupuestario que iba ya a ser del 6% en 2005, según preveía en febrero la Misión Económica Francesa. Para enjugarlo, el Gobierno de Driss Jettu puso en marcha un plan de incentivos para deshacerse de funcionarios que hayan rebasado los 45 años. Unos 35.000, en en mayoría del Ministerio de Educación, han solicitado acogerse a él. La masa salarial de la función pública representa nada menos que el 12,5% del PIB.

Fatala Oualalu, el ministro de Finanzas, intenta también adelantar un año, a 2005, la venta a la hispano-francesa Altadis del 20% de la Régie des Tabacs, la tabaquera marroquí, que aún controla el Estado.

Los 6.926 millones de euros que las privatizaciones han proporcionado, desde 1993, al Tesoro marroquí han servido, en buena medida, para sufragar el déficit, una política criticada por los organismos financieros internacionales. Ahora, cuando arrecia de nuevo, apenas quedan empresas rentables que vender.

Todas esas medidas mitigarían el agujero de las cuentas públicas, pero no bastarían. "Deberán efectuarse drásticos recortes en el capítulo de la inversión, con el consiguiente riesgo de ralentizar toda la maquinaria económica", vaticina Fadel Agoumi, en el editorial del semanario La Vie Économique.

El FMI ya prevé que la tasa de crecimiento apenas rebasará este año un 1%. Incluso en años anteriores "el crecimiento económico era insuficiente para reducir el paro y la pobreza", recordaba, en febrero, a su paso por Rabat, Rodrigo Rato, director ejecutivo del FMI. Para lograr ese doble objetivo Marruecos necesita alcanzar una tasa del 6% o 7%.

El letargo económico no es sólo culpa de la escasez de lluvias. Desde el Banco Mundial hasta el FMI, las delegaciones que han visitado Marruecos en los últimos meses se han quejado al unísono de la lentitud de las reformas administrativas, de las deficiencias del sistema educativo y financiero y del mal funcionamiento de la justicia. En Marruecos no hay todavía, insistían, un clima propenso a los negocios.

El rey Mohamed VI, junto a su consejero André Azulay.
El rey Mohamed VI, junto a su consejero André Azulay.AFP

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