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Reportaje:

La píldora de emergencia

La píldora del día después llegó hace cuatro años a las farmacias españolas. En 2004 se vendieron 1.000 envases diarios. Muchas mujeres aún se encuentran con problemas para conseguirla, y cada comunidad aplica su propia política.

Carmen Pérez-Lanzac

Elena y Óscar se conocieron en Londres, donde ambos estaban pasando el verano mejorando su inglés. Aunque él le sacaba tres cursos, enseguida congeniaron. Cuando volvieron a España, ella a Barcelona y él a Santander, continuaron en contacto a través de Internet y mandándose mensajes al móvil. Hace un mes, tras dos años sin verse, Óscar recorrió en su coche los 700 kilómetros que separan las dos ciudades. Se hospedó en un hotel, y Elena, de 17 años, se inventó una excusa para salir de casa sin levantar sospechas ("me voy a cenar con unas amigas"). Esa misma tarde mantuvieron relaciones sexuales, las primeras de Elena. Cuando Óscar fue a quitarse el preservativo, descubrió que se había roto.

Al principio, Elena no se asustó. Estaban abrazados, era la primera vez que lo hacía… Pero pronto empezó a preocuparse. Cayó en la cuenta de que estaba en el décimo día de su ciclo, un momento muy fértil, y se acordó de las palabras de su madre, que una vez le avisó de que si abortaba, la echaría de casa. "Aténte a las consecuencias", le advirtió. "Y si no, ya sabes… No hagas nada". Lo comentó con Óscar, que le dijo que estaba exagerando. Además, si sucedía, siempre podían mudarse a Santander, y si era niño le gustaría ponerle el nombre de su abuelo, y… "Entonces empecé a agobiarme. Yo ahora estoy eligiendo a qué universidad voy a ir y de pronto me vi escogiendo pañales. No quiero ser madre a los 17. Llamé a una amiga para contarle lo que había pasado y me dijo: 'Ahora mismo estás yendo a por la píldora del día después".

Andrea, una estudiante de historia de 18 años, conoció a Alberto por medio de una compañera de facultad. La noche de Reyes llevaban un mes flirteando. Durmieron en casa de una amiga y de madrugada mantuvieron relaciones sexuales por primera vez. Cuando él fue a quitarse el preservativo hizo una mueca extraña. "Le pregunté que qué pasaba, y me dijo: 'Creo que se ha salido, pero no pasa nada', como quitándole hierro. '¡No te pasará nada a ti!', pensé y decidí hacer algo. No me iba a quedar esperando a que él tuviera razón. Estaba en el último día del periodo y sabía que no era muy probable que me quedara embarazada, pero me daba miedo. A lo que te expones no es ningún juego. Nada más llegar a casa llamé a una amiga y me acompañó a buscar la píldora del día después".

La píldora poscoital llegó a las farmacias españolas hace ahora cuatro años, 23 más tarde que su hermana mayor, la píldora anticonceptiva, que no se legalizó hasta 1978. El año pasado, los laboratorios Schering y Chiesi vendieron 365.462 cajas de Postinor y Norlevo, las dos marcas del producto que se comercializan en España. Mil al día. Un 15% más que en 2003.

Las mujeres que recurren a este anticonceptivo de emergencia suelen ser de un nivel educativo medio y alto, y el grueso tiene entre 18 y 25 años, aunque la requieren tanto adolescentes primerizas como adultas con experiencia. "Una vez atendimos a una pareja de 58 a los que la menopausia les había dado un susto", recuerda Juan Madrid, director del Centro Joven del Ayuntamiento de Madrid, que, en contra de su política, los fines de semana también se ve obligado a atender a mayores de 20 años que no pueden conseguir la receta en otra parte. "Tenían cara de circunstancias, como diciendo: 'Anda, que a estas alturas…".

Tan pronto como se supo que el semen tenía una relación directa en el embarazo, las mujeres que no querían tener un hijo o más de los que ya tenían intentaron tomar medidas para impedirlo. Algunos métodos eran sorprendentes. En el siglo X, el médico persa Al Razi sugería lo siguiente: "Inmediatamente después de la eyaculación, los dos se separan y permítase que la mujer se levante vigorosamente, estornude y se suene repetidas veces y hable en alta voz. Después debe saltar hacia atrás de siete a nueve veces".

El método más extendido eran las duchas vaginales, que se hacían inmediatamente tras el coito con la intención de eliminar el esperma. Se utilizaba agua y mejunjes varios: vino y ajo, infusiones de hierbas, sulfato de zinc… En 1930, varias revistas femeninas estadounidenses aconsejaban una ducha poscoital con un desinfectante casero diluido en agua. Pero pronto se empezó a dudar de su efectividad. En 1970, una encuesta reveló que el 36% de las mujeres que lo usaban como método anticonceptivo había experimentado un embarazado indeseado.

Quienes empezaron a probar métodos más científicos no fueron los médicos, sino los veterinarios. Algunos suministraron estrógenos a las yeguas que se habían apareado cuando sus dueños no querían que lo hicieran. Uno de los primeros casos documentados en humanos sucedió en Holanda en 1964: la policía acudió a un veterinario para tratar de impedir el embarazo de una niña de 13 años que había sido violada por tres hombres en mitad de su ciclo menstrual. Por esas fechas se empezó a investigar, también en víctimas de una violación, con dietilestilbestrol, pero se descubrió que quienes lo tomaban podían transmitir cáncer de vagina a su descendencia.

En 1972, Albert Yuzpe, un ginecólogo canadiense, logró, mediante una dosis más reducida de hormonas (un combinado de estrógenos y gestágenos), una gran eficacia en la prevención de embarazos. Yuzpe experimentó esta dosis en 53 universitarias que habían mantenido relaciones en mitad del ciclo. Sólo tres se quedaron embarazadas, en lugar de las 14 que lo habrían hecho en condiciones normales. Más adelante, el ginecólogo duplicó la medida y perfeccionó la llamada "pauta Yuzpe", que poco a poco se fue propagando entre los especialistas de planificación familiar de todo el mundo.

En España no empezó a usarse hasta 1990. Los ginecólogos lograban la dosis de hormonas recomendada por el canadiense suministrando cuatro grageas (dos en una primera toma y otras dos 12 horas más tarde) de una píldora anticonceptiva común, fundamentalmente de Neogynona. Aunque a nivel internacional el método estaba consensuado, resultaba un tanto turbio usarla con un fin que no se mencionaba en el prospecto. "Rayaba lo políticamente correcto", reconoce la ginecóloga Isabel Serrano, de la Federación de Planificación Familiar de España.

Este sistema complicaba las cosas. Por un lado, algunos ginecólogos daban más dosis de la recomendada, como le sucedió a Marta, una madrileña a la que un médico le recetó dos píldoras diarias durante tres días: el triple de lo necesario. Además había quien se agenciaba Neogynona y se autosuministraba las 21 grageas de cada envase a su aire.

En 1998, la revista Lancet publicó un estudio muy revelador que demostraba que administrando sólo gestágenos se conseguía más eficacia y menos efectos secundarios que con la pauta Yuzpe. En concreto, con 1.500 microgramos de levonogestrel se podía evitar el 85% de los embarazos no deseados -en lugar del 57% de la pauta Yuzpe-, y las náuseas y vómitos se reducían a más de la mitad. Ese mismo año, la Organización Mundial de la Salud lo incluía en su lista de medicamentos esenciales, dando un espaldarazo a los profesionales en planificación y engendrando una píldora poscoital con reconocimiento específico.

Hoy queda poca gente que no haya oído hablar de la píldora del día después, que ha protagonizado tramas en Aquí no hay quien viva y Los Serrano. Pero sigue habiendo opiniones encontradas. Por un lado están los objetores, que la Asociación Nacional para la Defensa del Derecho a la Objeción de Conciencia del Personal Biosanitario cifra en unos mil profesionales, que por motivos ideológicos, éticos o religiosos se niegan a suministrar esta píldora que, insisten, "tiene efectos abortivos".

A los profesionales de planificación familiar, sin embargo, les duele la boca de negarlo. "Según estableció el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos en 1977", dice Alfonso Antona, subdirector del Centro Joven del Ayuntamiento de Madrid, "la gestación se inicia con la implantación del blastocisto en el útero, que sucede casi el séptimo día. Por tanto, la píldora poscoital no es abortiva. Lo que hace es retrasar la ovulación y, si la mujer ya ha ovulado, impedir que el óvulo fecundado se implante en el útero. Es más, si la tomas estando embarazada, no provoca el aborto ni produce efectos secundarios en el feto".

El aborto es precisamente el principal argumento de los que la defienden. Aseguran que ayuda a disminuirlos, especialmente entre las más jóvenes, cuyo uso de los métodos anticonceptivos es más irregular (uno de cada cuatro menores de 24 años adopta conductas sexuales de riesgo, según una encuesta de Schering). Isabel Serrano se remite a un estudio según el cual la mitad de las mujeres que abortan podían haber tomado la píldora poscoital. Teniendo en cuenta que bien usada evita como mínimo el 75% de los embarazos, se concluye que puede ayudar a reducir el 38% de los abortos, que en 2003, en España, fueron 79.788. "Mucha gente no se da cuenta de lo que esto implica", dice Carmen Coll, directora del Programa de Atención a la Mujer del Maresme (Instituto Catalán de Salud). "Tener un hijo no es algo light y está claro que con la píldora poscoital las tasas de aborto en jóvenes han mejorado. Ése es el objetivo, evitar los embarazos no deseados y dar a las mujeres una segunda oportunidad si algo falla o se equivocan".

Para evitar un embarazo y seguramente un posterior aborto, Elena y Andrea iniciaron, cada una por su lado, lo que los profesionales del sector llaman "el rosario" o "la romería". Un periplo de centro en centro a la búsqueda de la píldora poscoital. Muchos hospitales se niegan a recetarla, y menos en sus desbordados servicios de urgencias. Algunos médicos no lo hacen por motivos ideológicos, y la mayoría, según Serrano, "por pereza o por quitarse el muerto de encima". Elena empezó su búsqueda a las ocho de la tarde, cuando los centros de planificación ya habían cerrado. Estuvo en una farmacia y tres hospitales, y al último llegó llorando. Andrea tuvo más suerte. Fue a un centro de salud y desde allí la derivaron al Centro Joven del Ayuntamiento de Madrid, donde se la dieron gratis.

Esta 'romería', que a veces se alarga hasta dos días, preocupa mucho a los expertos en planificación. El porqué es sencillo. Cuando alguien toma la píldora del día después hasta 24 horas tras el coito, su efectividad es del 95%. Si espera un segundo día, cae al 85%. A partir del tercero, su efectividad se reduce al 58%. "Hasta que la consiguen, a veces pasan unas horas preciosas, y eso está lesionando sus derechos constitucionales", se queja Ezequiel Pérez Campos, presidente de la Sociedad Española de Contracepción, que, junto a la Federación de Planificación Familiar de España, acaba de elaborar un Libro Blanco que recoge las diferencias para conseguirla por comunidad autónoma con el que presionar al Gobierno a que ayude a mejorar la situación. "Hay unas divergencias enormes incluso por zonas de una misma ciudad, y no digamos en los pueblos. Conseguirla depende de voluntarismos y eso es lo que queremos evitar. La equidad de todos ante la sanidad es un derecho básico".

Ambas asociacionescreen que la píldora poscoital debería distribuirse de forma gratuita -como ya se está haciendo en Andalucía, Extremadura, Cataluña, Baleares y Cantabria-, para que su precio, 19,18 euros, no sea una barrera para los más jóvenes. Además recuerdan el caso de Francia, donde es de libre prescripción y se distribuye en los institutos, o el de Inglaterra, país en el que la pueden facilitar los auxiliares de enfermería. Javier Martínez Salmeán, jefe del servicio de obstetricia y ginecología del hospital Severo Ochoa, cree que es una buena idea. "En España tiene una prescripción médica forzada por indicación política, pero el médico vale para lo que vale. Es como poner a un bombero con un hacha a apagar un cenicero".

Domingo 10 de abril. Varias parejas esperan en la puerta del Centro Joven del Ayuntamiento de Madrid. Teóricamente sólo debería atender a menores de 21 años que vivan en la capital, pero los fines de semana se ven obligados a asistir a mayores y residentes en otras zonas de la comunidad. Entre enero y marzo lo visitaron 3.058 mujeres que buscaban la píldora del día después. "La mayoría viene porque se les rompe el preservativo [según Durex, el porcentaje de rotura de los condones es de entre el 0,4% y el 2,3%] o lo utilizan mal y, bueno, hay accidentes, como con los coches. Estás enrollado en tu fantasía y dejas de estar pendiente, te relajas…", dice Juan Madrid, director del centro. Cada fin de semana atienden a unas 100 parejas. "Ten en cuenta que en esta ciudad viven cinco millones de personas", continúa Juan Madrid.

"¿Cuántos polvos se pueden echar la noche de un sábado? ¿200.000? Si lo piensas así, no es una mala estadística".

En una pared, un cartel les avisa que recuerden el día de su última regla, porque así será más fácil calcular el riesgo de embarazo y la necesidad de tomar la píldora de emergencia. La sala de espera se va llenando. Algunas parejas llegan con los ojos enrojecidos. Otros, como Blanca y Álvaro, lo llevan con más soltura. Él es ecuatoriano y tiene 15 años. Ella, española, es un año mayor. "Éste, que me dijo que iba a correrse fuera, pero no aguantó", dice ella dándole un coscorrón a su novio.

Tres profesionales pasan hoy consulta. Alfonso Antona, el subdirector del centro, es uno de ellos. Por su despacho pasan desde una mujer de 40 años y madre de dos hijos a la que se le ha roto el preservativo, hasta una pareja de 15 años que se ha acostado por primera vez y que aunque ni siquiera han practicado el coito completo, se han asustado. Todos entran acongojados, algunos con risas nerviosas. "Yo estaba tranquila, pero de verle a él dudar…". "Cuando me fui a quitar el preservativo, había desaparecido". Antona echa mano de su sentido del humor para relajar a las chicas, que a veces entran con sus parejas, tan colorados o más que ellas. Les enseña a poner bien los preservativos, les previene de que "antes de llover, chispea", les recuerda las enfermedades de transmisión sexual y finalmente les facilita la píldora, que deben tomarse delante de él para evitar que en realidad sea para una amiga, como ya les ha ocurrido.

Antona también les hace preguntas personales, pues uno de los objetivos del centro es detectar a adolescentes con problemas. No es raro que encuentren casos de anorexia o de problemas familiares. Algunos se desahogan nada más entrar, como una chica de 15 años que rompe a llorar con amargura. "Mi mejor amiga dejó de hablarme… Estoy sola", gimotea. Antona presiente muchos problemas más. "Quiero que vengas por aquí esta semana y hablamos tranquilamente, ¿vale?".

A las 14.30, después de atender a 14 mujeres, Antona recoge sus cosas. Está irritado por los obstáculos que sigue encontrando la gente para conseguir la píldora del día después. "En esto está todo contado", dice antes de marcharse. "El problema es que ya han pasado cuatro años y aún seguimos con las mismas dificultades. Ése es el titular".

Consorcio Internacional sobre Anticoncepción de Emergencia, www.cecinfo.org. Federación de Planificación de Familia Española, www.fpfe.org. Sociedad Española de Contracepción, www.sec.es. Más información sobre la píldora poscoital en www.informateya.com.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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