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EL FIN DE UN PAPADO

Un funeral en un Estado extranjero

Enric González

Las autoridades romanas se enfrentaron a todas las dificultades, más una: trabajaban para hacer posible un acontecimiento multitudinario que, en realidad, se celebraba en otro país. Un ejemplo anecdótico: cada vez que el alcalde Walter Veltroni acudía a la plaza de San Pedro, tenía que designar un suplente porque viajaba a un Estado extranjero.

Guido Bertolasso, responsable gubernativo para la Protección Civil, dedicó gran parte de su tiempo a coordinarse con el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado y hombre fuerte del Gobierno vaticano en la situación de sede vacante. Mientras el cardenal regente Eduardo Martínez Somalo y la Congregación de Cardenales se ocupaban de organizar exequias, entierro y cónclave, Sandri negociaba con Bertolasso las medidas de seguridad de los dignatarios invitados al funeral y la gestión de las colas de peregrinos.

El Vaticano está envuelto en murallas y sus zonas externas son mínimas. Una vez cerrados los museos, el único territorio vaticano accesible al público se limitó a la basílica y media plaza de San Pedro (la otra media pertenece a Roma).

El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, dio ayer, de forma oficial, las gracias "al Gobierno italiano y a la ciudad de Roma" por "organizar un acontecimiento excepcional de forma excepcional".

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