_
_
_
_
_

La hija de una víctima del 'asesino del naipe' cree que no actuó solo

Sonia Ledesma observa contradicciones en la manera en que Galán explica el crimen

En el primer crimen que supuestamente cometió el asesino del naipe, Alfredo Galán Sotillo, de 27 años, hubo un cómplice. Así lo cree Sonia Ledesma, una de las hijas de la primera víctima, el conserje del número 89 de la calle de Alonso Cano (Chamberí), Juan Francisco Ledesma, de 50 años. La mujer, que ve contradicciones en el relató que hizo Galán del crimen en su primera declaración, piensa que hubo un forcejeo después de que a éste se le encasquillara el arma. En ese supuesto, los dos posibles homicidas habrían recolocado los enseres tras el asesinato.

El asesinato de Juan Francisco Ledesma ocurrió sobre las 11.30 del viernes 24 de enero de 2003. Según declaró cuando se entregó en Puertollano (Ciudad Real), Galán fue a la capital madrileña sin un rumbo fijo. Terminó en la calle de Alonso Cano, donde vio que el portal del número 89 estaba abierto. Se coló y vio en la vivienda del portero a un hombre vestido con mono azul, junto a un niño de dos años y medio.

Sacó una pistola y le obligó a arrodillarse. Cuando el agresor le disparó por primera vez, el arma se encasquilló, por lo que tuvo que montarla de nuevo. Entonces el portero le dijo: "No, por favor. No lo haga". Galán, según consta en diligencias, montó el arma y disparó a la cabeza a la víctima. Ésta cayó abatida mientras el niño lloraba.

La versión que defiende Sonia Ledesma difiere. En su opinión, al menos dos personas entraron en la vivienda de su padre. Cuando se le encasquilló el arma, Juan Francisco Ledesma debió de mantener un forcejeo con sus atacantes. Eso explicaría los moratones que tenía su padre en los nudillos de la mano derecha.

La trayectoria de la bala tampoco refuerza que muriera de rodillas, ya que el tiro es casi paralelo al suelo. Le entra por la parte de la nuca, pese a que Galán mide algo más que la víctima: 190 centímetros, frente a los 172 del portero. Tras disparar a Ledesma, los dos asesinos habrían colocado toda la estancia para que no se viera nada revuelto. "Tampoco dice que mi padre llevaba unas gafas y un anorak puesto sobre un mono", explicó la hija.

La segunda sesión del juicio se centró en exclusiva en el primer asesinato imputado a Galán. El cadáver de Ledesma fue hallado por su esposa, Carmen Elena Cárdenas, que se sorprendió al ver la puerta de su casa abierta de par en par: "Estaba tirado boca abajo en el salón en medio de un gran charco de sangre. Mi hijo pequeño estaba sentado junto a él en una mesa, llorando".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Sobre el mueble había tres billetes y la cartera del conserje. Entonces, llamó al teléfono de urgencias del Imsalud, 061.

Los primeros facultativos que atendieron a Ledesma fueron una enfermera y un médico del centro de salud de la cercana calle de Espronceda. Cuando llegaron, el portero ya era cadáver: no tenía nada de pulso. Fue imposible hacerle ningún tipo de reanimación. En principio, se pensó que la víctima había sufrido una hemorragia interna que le produjo un fuerte vómito de sangre.

La inspección de los agentes de Policía Científica reveló que Ledesma había recibido un disparo en la nuca que le mató en el acto. Los policías hallaron una vaina percutida sobre uno de los sofás y una bala situada sobre una silla infantil que había en el salón. El casquillo permitió saber que el arma utilizada era del calibre 7,62.

"Mi marido era una persona muy segura y no dejaba entrar nadie a casa. Desde luego, nunca hubiera puesto en peligro la vida de su hijo. Tampoco tenía ningún enemigo", concluyó la viuda.

Los abogados de las acusaciones particulares, sobre todo el letrado Marcos García Montes, pidieron al presidente de la Sección Decimosexta que el acusado se quitara la gorra con la que se protege parte de la cara. Su letrada, Helena Echeverría, se negó, porque el inculpado quiere mantener su intimidad. El presidente de la sala le dio la razón a la defensora.

El niño que vio el homicidio juega con la muerte

Otra de las víctimas del asesino del naipe fue el hijo menor del portero de la calle de Alonso Cano número 89. Cuando su padre fue asesinado de un tiro en la nuca, tenía tan sólo dos años y medio, pese a su corta edad, aún no ha superado el trauma de ver caer muerto a su progenitor tras una estruendosa detonación.

"Ahora que tiene más años y sabe expresarse mejor, lo cuenta muy a menudo. Dice que vio entrar a un hombre con barba que estaba muy enfadado y que empezó a decir palabrotas", explica la madre, Carmen Elena Cárdenas.

El niño no ha superado todavía ver morir a su padre: "Mi hijo sigue muy afectado porque sus juegos siempre están relacionados con la muerte y los asesinatos. Los psiquiatras me han dicho que posiblemente no le queden secuelas, pero raro es el día que no habla de ello", señaló la madre.

El pequeño no es el único que padece. Su hermano mayor de seis años también sufre por el asesinato de su padre, según Cárdenas. Aún no ha superado la pérdida.

"El otro día, cuando fuimos al psiquiatra, los dos hermanos se refugiaron en el cuarto de baño y cerraron la puerta, mientras yo estaba en el servicio. Tuve que ir y sacarlos. Me dijeron que se habían asustado por que entrara algún asesino y los matara", comentó la madre. "Me da terror pensar cómo puede afectar todo esto a mi hijo, que aún no ha olvidado ni un solo detalle del hecho. No sé si tendrá una vida normal después de lo que vio", añade Cárdenas.

La viuda pasó ayer "uno de los peores tragos" al tener que testificar a dos metros escasos de Alfredo Galán, acusado de haber matado a su marido. "Sientes una gran indignación al verle tan cerca y no poder hacer nada. Él tiene muchos derechos, como el llevar la gorra, mientras el resto sufrimos todo lo que ha hecho", añadió.

La mujer sólo espera que la justicia actúe y le caiga la máxima condena posible. "En cualquier caso, nada de lo que puedan hacer podrá devolverme a mi marido. Ojalá le caiga el mayor número de años", concluyó.

De nuevo, Galán permaneció totalmente impasible durante las dos horas que duró la segunda sesión del juicio. Vestido igual que el primer día, prácticamente no se movió de la silla y no hizo ningún gesto o ademán. Mañana se reanudará la vista oral.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_