_
_
_
_
_
Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Feliz cumpleaños

Cumple años estos días el Borodin, cuarteto residente en esta temporada del ciclo Liceo de Cámara. Nada menos que sesenta han transcurrido desde la fundación de quienes, con el paso del tiempo, se han convertido en huéspedes favoritos de Madrid hasta el punto de que su primera integral de los cuartetos de Shostakovich sigue siendo para muchos uno de esos episodios inolvidables que jalonan la vida de todo aficionado. Casi en las mismas fechas ha cumplido los ochenta el violonchelista Valentin Berlinski, el único que queda de sus cuatro fundadores, el hilo que une el hoy con el ayer de una formación heredera de aquellos míticos destinatarios o estrenadores de las obras de su compatriota: el Glazunov, el Beethoven o el Taneyev.

Liceo de Cámara

Cuarteto Borodin. Obras de Beethoven y Shostakovich. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de enero.

La sesión, sin concesiones, presentaba dos páginas de enorme peso dentro del repertorio, el Cuarteto op. 132 de Beethoven y el Op. 144 de Shostakovich. Del primero cada aficionado tiene sus referencias en un rincón del alma, del segundo el Borodin -que apechuga con el sambenito de que su repertorio no es muy amplio por mor precisamente de esa dedicación a su compatriota- lo ha sido sin duda, aunque hoy, al cabo del sucederse de unas cuantas generaciones, comparta predominio con otros aunque, es verdad, no sean muchos, el Emerson y poco más. Y así ocurrió de nuevo, como para que alguien diga que los tópicos siempre tienen algo de ciertos.

Sabiduría y experiencia

El Beethoven se trazó con mano segura, con buena técnica, pero faltó ese punto último que la obra requiere para que llegue a desplegar verdaderamente su cúmulo de complejidades, por así decir, interiores. Fue una lectura en primer grado, como para tomar contacto con la obra y ya veremos. Al gran movimiento lento le faltó algo de emotividad y al tema principal del último le quedó sin estallar la carga de profundidad que contiene, lo que quiere decir que el Borodin no llegó, ni mucho menos, a esa sucesión de cimas y de abismos que propone esta obra tan gigantesca que o se hace como Dios manda o casi es mejor dejarla tranquila.

En Shostakovich asistimos al ritual habitual en el Borodin cuando toca el Cuarteto nº 15, su música testamentaria, crepuscular, amarga y acongojante: sala a oscuras, luces encendidas sobre las partituras y ausencia de aplausos hasta que los músicos desaparecen del escenario. Una lamparita que no se apagó -la de Berlinski, caramba-, la falta de consenso en el público a la hora de aplaudir y la propina con la que se nos obsequió rompieron el sortilegio pretendido. Antes de ese fin un poco chusco escuchamos una estupenda versión de una pieza que estos rusos llevan en la sangre. Unos días les saldrá mejor y otros menos bien pero siempre quedará esa extraña sensación de verdad, de autenticidad, de sabiduría y de experiencia que el Borodin convierte en lección cada vez que aborda esta música. Que sea por muchos años.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_