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Sidney Pollack y Nicole Kidman logran que la ONU abra su edificio al cine

Director y actriz ruedan en Naciones Unidas 'The interpreter', un filme de suspense político

"A ver, ¿qué hace un africano sentado en el sillón de China? Muévase, váyase a otro país. Y ahí, al fondo, eso está muy vacío, ¿dónde están los Emiratos Árabes? ¡Que alguien vaya a buscarlos! ¡Esto es un desastre! ¿Se puede saber qué hacen esos indios sentados en Italia?". Sidney Pollack chilla, gesticula, se agita, se enfada, se tranquiliza, espera. Es una secuencia de la película de suspense político The interpreter, que el director rueda, con la actriz Nicole Kidman, en el interior del edificio de Naciones Unidas en Nueva York, que ha abierto por primera vez sus puertas al cine.

En la secuencia descrita de The interpreter, el presidente de Matobo, un país inventado, está a punto de confesar lo inconfesable frente a 1.200 extras que ejercen de mandatarios del planeta durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Nicole Kidman es la intérprete oficial de Matobo y está en pie junto al podio de oradores mientras que Sean Penn permanece semiescondido en un lateral: es el agente secreto que intenta evitar que la asesinen por saber más de lo debido.

Se trata de una de las secuencias más difíciles de una película que, además de significar el regreso de Pollack al thriller, pasará a la historia por haber roto una maldición que había privado a decenas de cineastas -entre ellos, a Hitchcock en Con la muerte en los talones- de gritar la palabra acción dentro del mítico cuartel general de Naciones Unidas.

La sede de la ONU, ese templo neoyorquino de mármol blanco y cristal en el que desde hace más de cincuenta años se defiende con la fuerza de la palabra la diplomacia internacional, jamás había abierto sus puertas al frívolo mundo de Hollywood. Pero el año pasado, Sidney Pollack, con infalible labia de actor, convenció al actual secretario general de la organización, Kofi Annan, para que levantara el veto que pesaba sobre el celuloide.

"Creo que lo importante fue no mentirle. Le expliqué que se trataba de un thriller con historia de amor y no de una película propagandística sobre la ONU. Pero también le dije que el guión simpatiza con los valores básicos de la organización y que la protagonista [Kidman] mantiene un intenso conflicto entre la idea de diplomacia y la de violencia, optando finalmente por la primera. Aun así, creo que lo que convenció a Annan fue el momento de crisis por el que atraviesa la ONU. La organización está en un punto de inflexión: o sobrevive, mejora y se hace más fuerte, o desaparece. Y por eso ahora interesa que se note su presencia. Creo que eso fue clave", explica Pollack durante una de las pausas del rodaje.

Minutos antes de encontrarse con la prensa en los pasillos laterales de la Asamblea General, el director de clásicos como Los tres días del cóndor se afanaba por borrar del suelo el rastro de cacahuetes y pistachos que dejaban a su paso los 1.200 extras a los que antes trataba de organizar sin éxito. "No quiero que se me recuerde por ser el director de cine que tras conseguir por primera vez permiso para rodar en la ONU entró en el edificio de la Asamblea General y destrozó una alfombra histórica", comentaba Pollack, muy serio, con la mano rebosante de cáscaras.

"Mi experiencia como cineasta me decía que nos echarían de aquí a las dos semanas. Es muy difícil controlar a un equipo de 200 personas y en días como éste, con tantos extras a los que lo único que les interesa es comer, el control se convierte en una tarea imposible. Y yo me agobio. En 20 minutos han sido capaces de zamparse 20 kilos de salmón, ¡es como si se hicieran extras sólo para eso! Pero bueno, de momento los que nos controlan en la ONU no han protestado, y ya casi hemos llegado al final", afirmaba Pollack.

Claro que sus quejas parecían estar directamente relacionadas con la dificultad del día, puesto que es consciente de ser un privilegiado. "Haber sido el elegido es una bendición y una maldición. Es emocionante ser el primero que ha entrado aquí a rodar, pero también me da pavor, porque es muy difícil mostrar a través de la cámara lo que percibe tu ojo. Esta sala es muy teatral, pero aun así, te planteas cuál será la mejor forma de filmarla".

Presión y emoción

Presión y emoción han sido las constantes de un rodaje que le ha permitido entrar cada viernes, de madrugada, a rodar en la ONU y abandonarla cada domingo, durante 16 semanas. Pero el entusiasmo también contagió a algunos diplomáticos que ocupan los sillones de la Asamblea General o del Consejo de Seguridad, quienes, al saber que Pollack iba a rodar, solicitaron participar como extras. Según The New York Times, el español Inocencio Arias, el ex embajador ante la ONU, incluso envió imágenes al director.

Los protagonistas tampoco dudaron en decir sí al proyecto, aunque eso significara, como en el caso de Kidman, tener que sumergirse en una lengua que no existe, basada en el suajili y que se inventó expresamente para la película. "He tenido que aprenderme los sonidos de memoria, es complicado pero interesante", asegura la estrella, a la que, tras una espera de varias horas, apenas se la puede entrevistar porque, afirma: "Es uno de los días más difíciles; lo siento".

Nicole Kidman, durante el rodaje de <i>The interpreter</i>.
Nicole Kidman, durante el rodaje de The interpreter.UNIVERSAL STUDIOS

El peso del 11-S

El productor Tim Bevan, responsable de éxitos como Notting Hill, y Kevin Mischer, productor, entre otros, de Erin Brockovich, entraron por primera vez en la ONU para documentarse sobre el funcionamiento de la organización el 10 de septiembre de 2001, un día antes del atentado contra las Torres Gemelas. "Llegamos aquí preguntándonos si a la gente realmente le interesaría una película que transcurría en la ONU, y 24 horas más tarde tuvimos la respuesta más rotunda posible. Después del 11-S, todo lo que ha ocurrido en el mundo nos ha confirmado que filmar aquí se hacía aún más pertinente y necesario", afirman casi al unísono los productores de The interpreter durante un descanso en el rodaje.

Aunque tanto ellos como Sidney Pollack defienden que fundamentalmente se trata de un thriller político con el que no tratan de adoctrinar a nadie, todos reconocen que aunque sea de forma sutil, en la película hay mensaje. "No se puede hacer una superproducción de Hollywood y darle una fuerte carga política. Pero el simple hecho de estar aquí haciendo un filme sobre gente que dialoga en lugar de sobre gente que pega tiros, ya dice mucho, ¿no?", señala Bevan.

Hace tres años, la película se iba a rodar en Canadá, las imágenes de Naciones Unidas iban a ser digitales y el proyecto aún era relativamente modesto. Pero, tras la entrada del director Sidney Pollack y los intérpretes Nicole Kidman y Sean Penn, y el sí de la ONU para filmar dentro, el presupuesto se disparó hasta los 80 millones de dólares (más de 60 millones de euros). "A la ONU le pagamos todos los gastos que genera el rodaje pero no nos han puesto un precio por filmar porque no pueden, no es una organización comercial. Aun así, contribuiremos, obviamente, con una donación generosa", aclaran.

La decisión de que el país protagonista perteneciera al tercer mundo, y concretamente a África, no fue casual. "Es una forma de que la película no pase de moda. Desgraciadamente, en ese continente las luchas de poder van a seguir produciéndose durante mucho tiempo", señala Pollack, quien niega que el proyecto refleje un momento de paranoia hacia los Gobiernos similar al que Estados Unidos vivió en los setenta. "Yo creo que ahora no hay paranoia sino más bien una fuerte desilusión hacia nuestros dirigentes por no decir la verdad. Pero lo que yo buscaba no era actualidad, sino una historia de amor extraña dentro de un thriller. Para mí, el plus fue que me la dieron con contexto político y centrada en la ONU".

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