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Crítica:CANTO | Ian Bostridge
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El tenor culto

La guinda de la semana Henze en el Teatro Real ha sido el recital del tenor Ian Bostridge y el pianista Julius Drake uniendo lieder de Mahler y del autor de L'Upupa. Henze tenía a Mahler como un maestro, con lo que la asociación es más que oportuna. Por si fuera poco, los Seis cantos árabes, de Henze, tienen una relación temática con la ópera que se está representando estos días en el Real. Se estrenaron en Colonia el 23 de noviembre de 1999, con los mismos protagonistas de voz y piano que actuaron anteayer en el coliseo de la plaza de Oriente, los mismos que, por otra parte, grabaron esta obra en el sello EMI en 2001. Los juegos de asociaciones eran firmes. Y la complicidad de los intérpretes con el autor más que probada.

Ian Bostridge

Con Julius Drake al piano. Gustav Mahler: Lieder eines fahrenden Gesellen. Hans Werner Henze: Sechs Gesänge aus dem Arabischen. Teatro Real, Madrid, 10 de diciembre.

Bostridge es un tenor hechizante. Culto, con personalidad. Saltó a la fama con La bella molinera, de Schubert, en una versión de las que enamoran por su frescura y espontaneidad. Su lectura de Viaje de invierno se decanta hacia el desasosiego y el sufrimiento (hay una grabación en formato visual muy ilustrativa al respecto). Cuando Bostridge se ha acercado a Schumann, lo que prevalece es la dimensión intelectual. Las canciones de un compañero errante, de Mahler, participan de la tendencia emotiva y de la reflexiva. Y es, desde este equilibrio, donde se debe situar su Henze. Con un punto de apoyo en Alban Berg, como señaló incisivamente Arnoldo Liberman, y otro en Britten por afinidades estilísticas y hasta vitales de los intérpretes.

El recital fue, en su totalidad, fascinante. Por las obras y por la complicidad entre tenor y pianista. Hubo, en cualquier caso, un error garrafal del teatro, al no permitir algo de iluminación en la sala que los textos se leyesen. En el mundo de lied, y más todavía con obras tan poco conocidas entre nosotros como las de Henze, el seguimiento de los textos es fundamental. Aun así, el público siguió la velada con una concentración ejemplar y al final se decantó en aclamaciones por los intérpretes y también por el homenajeado compositor. El Real se llenó en un recital nada fácil y con una competencia feroz en la ciudad, desde Michael Gielen a Jordi Savall, pasando por un estreno de zarzuela. El compositor alemán se encuentra feliz en esta ola madrileña de reconocimientos a su trabajo. Tanto que ha apuntado que si continúan las manifestaciones de afecto traerá su perro en la próxima visita. En fin, esta vez Madrid ha estado a la altura de los acontecimientos y el Real se ha apuntado un tanto colosal. Enhorabuena.

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