Aclaración de Teresa Berganza
El jueves 18 de noviembre, el mismo día en que tenía que actuar en el Teatro Real, bajo la dirección del maestro López Cobos y junto a la Orquesta Sinfónica de Madrid, publicó el periódico de su dirección una entrevista durante la cual me refería insistentemente a la tremenda confusión que, desde mi punto de vista, existe en el mundo actual y, desde luego, en el mundo del canto. ¡Qué lejos estaba entonces de imaginarme que, por ese mismo motivo -la confusión-, tendría que dirigirle, señor director, esta carta tan solo al día siguiente, debido a la crítica que sobre mi actuación realiza don Luis Suñén en EL PAÍS del día 19 de noviembre.
Con ese concierto conmemorábamos el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y yo lo hice participando en él con un programa que incluía a Toldrá y a García Lorca, con unos preciosos e inusuales arreglos, para los cuales preparé mi intervención con la misma seriedad, responsabilidad y mimo exquisito, con los que he realizado el resto de mi extendida y reconocida carrera. Evidentemente, como ya se dice en la entrevista referida del 18 de noviembre, tengo 70 años y obviamente mi voz no puede ser la misma que tenía a los 19 ni algunos después, pero no sólo no me avergüenzo de ser una mujer mayor, sino que considero que a esta edad avanzada también estoy triunfando en otra carrera en la que entonces no lo esperaba hacer: envejecer con dignidad y con humildad dentro y fuera de los escenarios. En cuanto a mi voz, está muy claro no sólo para el publico, sino para mí -el más cruel y exigente de todos mis públicos-, que todavía tiene el cuerpo, la potencia y la belleza suficientes, como para transmitir la hondura de las emociones humanas con la calidad que siempre se me ha exigido, y que yo misma he vigilado y vigilo, incluso hasta el punto de ganarme el apodo de "doña cancelaciones" cuando no me encuentro en condiciones óptimas de poder ofrecerla.
Considero que casi 50 años de ser aclamada en la mayoría de los teatros del mundo, y de haber pasado ya a formar parte de la historia de la música, me confieren cierta autoridad como para asegurar que, por motivos que desconozco -y sinceramente prefiero seguir desconociendo-, el señor Suñén se ha confundido: pero no porque le haya gustado más o menos mi interpretación -parece ser la de crítico su profesión y está en todo su derecho de expresarse-, sino por otros motivos más tangibles que los de su gusto. Parece normal -aunque no sea nuestro país uno de los que más se prodigue en ello- recibir a una intérprete de mi trayectoria con la clamorosa e interminable ovación con la que a mí se me recibió cuando aparecí en el escenario del Teatro Real de Madrid, pero lo que ya resulta un poco más "confuso" después de leer a don Luis Suñén es que, sin haber terminado el concierto, ya que yo no cerraba el mismo, el público que llenaba el coliseo madrileño, puesto en pie, no me permitiese marcharme del escenario, reclamando una y otra vez mi presencia en él. Por lo que, reitero, aun debiendo continuar el maestro López Cobos su intervención, tuve que hacerle esperar para corresponder con dos interpretaciones más fuera de programa.
Por otra parte, no voy a entrar a juzgar aquí de quién fue el error, como tan alegremente hace el señor Suñén en su crítica tendenciosa y falaz, cuando durante la interpretación de una de mis "propinas" -concretamente Cantiga de amigo del maestro García Abril- tuve que esperar a que el maestro reanudase la canción para cerrarla como sé, debo y llevo haciendo desde el día 8 de mayo de 1993, fecha en que la estrené en Santiago de Compostela, junto a las otras 11 canciones xacobeas escritas por el eminente músico para mi voz. Pero, desde luego, se confunde de nuevo don Luis, cuando me imputa a mí tal error.
En fin, señor director, prefiero no seguir citando el cúmulo de confusiones de la persona que, por parte de su periódico, se ha encargado esta vez del Concierto de Santa Cecilia. Sobre todo porque no desearía acabar yo misma cayendo en la ceremonia de lasconfusiones, concediendo a las extrañas opiniones de este crítico (que, sinceramente, más parece que hubiese oído el concierto por la radio que de presencia en el Teatro Real) la misma importancia que, con gran interés y humildad, he venido otorgando a otros profesionales de más prestigio dedicados a esa labor en su diario. Pero, eso sí, deseo continuar siendo no sólo una de las cantantes más reconocidas por mi claridad en la dicción cuando canto, sino también una de las mujeres más claras cuando expreso lo que, como esta vez, considero falso e injusto.
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