El posfascista Fini, nuevo ministro de Exteriores italiano
Tras semanas de dudas, Berlusconi nombra al cuarto responsable diplomático en cuatro años
Silvio Berlusconi cerró ayer una de las brechas de su Gobierno. El vicepresidente Gianfranco Fini fue nombrado, tras semanas de promesas y titubeos, ministro de Asuntos Exteriores en sustitución de Franco Frattini, que había dejado el cargo para ingresar en la Comisión Europea. Fini se convirtió en el cuarto jefe de la diplomacia italiana en la actual legislatura. Y en el primero, desde la muerte de Benito Mussolini, en proceder de las filas del fascismo.
Gianfranco Fini, un político temperamental pero hábil, que consiguió trasladar a la ultraderecha italiana desde la marginación hasta un puesto de relevancia en el mapa político y que, entretanto, se dotó de una imagen personal centrista y dialogante, alcanzó una de sus ambiciones reconocidas después de realizar, el año pasado, un gesto de gran notoriedad: logró ser invitado a Israel y allí afirmó que las leyes raciales del nazismo y el fascismo constituyeron "un mal absoluto".
Con el nombramiento de Fini, los tres puestos más relevantes de la política exterior del país quedaron en manos de antiguos mussolinianos. El Ministerio para los Italianos en el Extranjero ya estaba ocupado por Mirko Tremaglia, un ex miliciano de la República de Saló que gozó recientemente de un momento de celebridad cuando opinó, a raíz del caso Buttiglione, que la mayoría de los europeos eran "maricones". A ambos se sumaba Gustavo Selva, presidente de la Comisión de Exteriores de la Cámara de Diputados, que, como Fini, pasó oficialmente del fascismo a la fe democrática en 1995, cuando el Movimiento Social Italiano se convirtió en Alianza Nacional.
La infeliz coincidencia fue subrayada por varios parlamentarios de la coalición gubernamental. "Es preocupante pensar que quienes nos representan en el extranjero son Fini, Tremaglia y Selva", comentó Eduard Ballaman, parlamentario de la Liga Norte. "Resultará extremadamente difícil dialogar con algunas partes del mundo donde, con razón o sin ella, se les verá como herederos del fascismo", agregó.
Los jefes de filas de la coalición de Berlusconi, sin embargo, aplaudieron en coro el nombramiento de Gianfranco Fini como jefe del ministerio más inestable en los últimos años. En 2001, cuando Il Cavaliere recuperó el poder, se encargó de Asuntos Exteriores Renato Ruggiero, un veterano diplomático que a finales de 2002 se fue con un portazo, criticando el "euroescepticismo" del presidente del Gobierno. Le sustituyó el propio Berlusconi, que se hizo cargo interinamente de la cartera durante casi todo 2003. Luego llegó Frattini, que duró un año.
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