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Crónica:ÓPERA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una orquesta centenaria

El tradicional concierto de Santa Cecilia trajo a los príncipes de Asturias al palco del Real y a buena parte del Madrid filarmónico a la sala. La presencia de Teresa Berganza era, sin duda, un atractivo más. Pero Teresa Berganza no estuvo bien o estuvo como se puede estar a los 69 años después de casi cincuenta de carrera. Eso sí, con la autoestima en plena forma. El estilo, la capacidad de seducir -otra vez-, siguen ahí, pero en cuanto la voz se enfrentó a la primera de las Seis canciones de Toldrá se vio que no podía ser, que íbamos a pasar un mal trago. Permanecen, admirables, ciertos detalles marca de la casa, como la intención entre inocente y coqueta en Después que te conocí, con unos finales de frase donde seguía estando esa artista que, como Victoria de los Ángeles, como Pilar Lorengar, dejará trono vacante, pues nadie como ellas tres. Pero, ¿valía de verdad la pena?

Concierto de Santa Cecilia

Concierto de Santa Cecilia Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Jesús López Cobos. Teresa Berganza, mezzosoprano. Obras de Strauss, Toldrá, García Lorca y Ravel. Teatro Real. Madrid, 18 de noviembre.

Con ese precedente, las canciones de Federico García Lorca parecían más propicias. Hubo salero pero también errores, aunque lo peor llegaría cuando la cantante y el director se bloquearon en una de las propinas -una Cantiga de amigo de Sancho I de García Abril- y se hizo un silencio ominoso. Al público, todo hay que decirlo, le dio exactamente igual y la mezzo madrileña ofreció otra propina que venía a tratar de resolver con demagogia el pequeño desastre habido: La tarántula. Cuando se ha sido tan gran artista tiene que doler que pasen estas cosas. Quizá sea una de las últimas veces que escuchemos a Teresa Berganza y el recuerdo de los aficionados no va a ser, desde luego, el de esta noche. Pero ella, aunque le dé rabia, debiera plantearse que el punto final ha llegado.

El concierto se abrió con una soberbia versión por parte de López Cobos y los sinfónicos de la suite de El caballero de la rosa, de Richard Strauss, lo que hizo pensar que la orquesta crece en calidad y que esos jóvenes de pelo rojo o de crestita punk que forman en sus filas tienen agallas. Para cerrarlo, una lectura sutil y cuidadosa de la Rapsodia española de Ravel, música difícil donde las haya en la que López Cobos cuidó ese sonido casi milagroso que pide el vascofrancés. Como estábamos en Madrid, y para despedida fuera de programa, el preludio de El bateo de Chueca.

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