"Hay mucha confusión por todas partes, y también en el mundo del canto"
Confusión. Mucha confusión es lo que ve Teresa Berganza por todas partes en el mundo de hoy. En el canto, confusión; en las bodas, confusión; en la manera de aplaudir, confusión. Por eso, la mezzosoprano madrileña, que presume de sus setenta años contra esa regla que borra los rastros de las edades de sus colegas, quiere aportar claridad y buen gusto hoy en el concierto que ofrece en el Teatro Real junto a la Orquesta Sinfónica de Madrid y Jesús López Cobos, para conmemorar el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, en el que interpretará canciones de Eduard Toldrà y Federico García Lorca, orquestadas especialmente para ella por Erik Freitag.
No deja de advertirlo. "No sé si es bueno o malo que haya tanta confusión por todas partes y también en el mundo del canto. En eso entramos los artistas. Todo el mundo quiere cantar, hay voces muy buenas, pero, ¿qué objetivos tienen? Ahí empieza la confusión. ¿Qué tipo de voz define a éste o a aquél? Sigue la confusión. A las sopranos les dan papeles de mezzos y viceversa. Las sopranos ligeras se meten en repertorios dramáticos... ¿Qué pasa? Que a los ocho años se les acaban las carreras".
"A las sopranos les dan papeles de 'mezzos' y viceversa. ¿Qué pasa? Que a los ocho años se les acaba la carrera"
"No me gusta cómo se canta hoy 'Carmen'. Gritan, y no sé cómo los pobres 'don josés' no se asustan. Hay que seducirles al oído"
La melé, el lío, lo encuentra Berganza por todas partes y se agobia: "El problema es que sólo pensamos en la cantidad. El poder y el dinero. Ya nadie te dice: 'Qué voz tan bella'. Ahora todo es: 'Qué voz más grande tiene'. La cantidad. Cogen un cantante y es de usar y tirar. Aquí nadie se aclara. Yo vivo en El Escorial y no me pierdo una boda. Vivo enfrente del monasterio y me las veo todas. Menudos despliegues. Llegan con unos modelos, unos coches, unos tacones. Total... ¿Para qué? ¿Para qué se tienen que casar? ¿Por qué quiere la gente casarse si hoy puedes irte con quien quieras? Yo, que he tenido dos maridos y me ha durado cada uno 20 años, jamás pensé en lo bien que me lo iba a pasar sola, como ahora, que soy libre y disfruto de mi libertad, como mi Carmencita".
Pocas veces alguien se identificó tanto con un papel. Berganza es referencia mundial en la ópera de Bizet y sigue siendo su mujer preferida. "Me marcó mucho Carmen, le debo muchísimo, más que esos papeles tan ñoños que hay por ahí. Ahora no se hace bien. Las que he visto no hacen más que dar gritos. ¿Qué forma de seducir a un hombre es esa? Los pobres don josés no sé cómo no se asustan. A un hombre hay que conquistarlo al oído", dice la cantante.
La seducción es algo que ella aplica siempre. "Una cantante lo es de la punta del pie a los pelos de la cabeza. Para vestir a diario, ya ves, me vale cualquier cosa", asegura señalando su conjunto de camisas, pantalones y zapatillas deportivas de color butano, ocre y marrón, a juego con su tono de pelo y su peinado punki, "pero para salir a escena me voy con los mejores modistas".
Para hoy ha querido hacer algo especial. Toldrá y García Lorca, que forman el programa junto a Richard Strauss y Ravel. "No quería hacer el concierto de siempre que suene a función de colegio. Por eso he elegido estas canciones de Toldrá que canté hace 20 años en Barcelona y en Santander. Pero cuando quise recuperarlas se había perdido una y media. ¡España y yo somos así, señora! Le dije a su hija: 'Tienes que encontrar las canciones de tu padre'. Pero no aparecieron y Antoni Ros Marbà, que es un sol, las ha completado".
Los directores de orquesta siempre han tenido una predilección por ella, aunque con algunos ha terminado a tortas. Conserva algunas batutas eminentes: "A mí me respetan. ¿Por qué? Porque soy músico. He estudiado dirección, composición, piano y no me engañan. A alguno le he cogido la batuta y se la he tirao a la cara, pero no puedo decir a quien. De otros, las colecciono. Sí, de Solti, de Karajan, de Karl Böhn, de Abbado. No está mal. A veces las cojo y dirijo lo que sale por la radio. En mi próxima vida seré directora de orquesta", confiesa esta mujer fascinada ahora por los aires del Tíbet. "Quiero ir allí unos meses a ver si puedo hacer algo, y cuando me muera, me gustaría que me envuelvan en una sábana, me quemen y me tiren al río. No temo a la muerte, pienso en ella con amor, me gustaría morirme de repente para no sufrir yo ni ninguno de los que me quieren. Pero no vamos a pensar en eso, ¿verdad?".
Con los chinos sí ha trabajado. "Les he enseñado a hacer zarzuela. La Gran Vía. Cogí al director en mitad de toda la orquesta y le dije: 'Mire, agárreme por aquí. El chotis hay que bailarlo en un ladrillo, muy apretao y sin salirse. Lo hicieron muy bien. Claro, si se les explica...". Enseñar se le da de perlas, pero se ha cansado. "Sólo voy a hacer master classes. Porque en las demás veo muy poco interés". Otra de las cosas que le gustaría hacer es dirigir algo en escena. "O un teatro, pero como no encuentro un barón Thyssen que me lo compre, me conformo con algún montaje".
Mientras, sigue en esto del canto con tranquilidad. "Actúo cinco o seis veces al mes. Tengo que hablar poco, pero ya ves, no puedo. Luego dicen que cancelo. Sí, y tanto. Ahora es que para un recital te obligan a hacer mil cosas, te suben, te bajan y... ¡Yo no soy un ascensor!", protesta.
Ya la ven, pletórica, invencible, inquieta, contagiosa y toda una personalidad andante. "He sido muy reinona, sí, pero humilde. Soy buena hasta que me tocan y pacífica si no me atacan, ahora, cuando me hacen algo, ¡bueno! Me vuelvo una víbora".
Por morder, puede morder hasta cuando acude al teatro de espectadora y aprovecha para confirmar que fue protagonista de una leyenda urbana que circula por ahí: "Hay gente muy maleducada y que no tiene ni idea. Una vez me dio por aplaudir un aria en mitad de una representación y el que estaba a mi lado me chistó para que me callara. Yo le respondí: 'Aplaudo porque me ha gustado, porque me da la gana y porque soy Teresa Berganza'. Estas cosas, ya sabes porque pasan. Pues porque hay mucha confusión".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.