_
_
_
_
_
Tribuna:NUEVA ETAPA EN ORIENTE PRÓXIMO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Hay una Palestina después de la muerte?

El escritor coreano Yi Munyol cuenta la historia de un maestro de caligrafía que, en su lecho de muerte, mandó quemar toda su obra porque, como su corazón no era totalmente puro, no había podido dar a luz con su pincel al pájaro de alas de oro. Veía cómo del fuego brotaba el inmenso pájaro. En este momento de suspensión provocado por la muerte del hombre que dio rostro a Palestina, muchos han visto dibujarse lo que se denomina una "puerta abierta a la oportunidad", una configuración excepcional.

Tras cuatro años de enfrentamiento armado a ultranza, los israelíes han comprendido que era imposible una solución militar. Muchos de ellos consideran que también es inviable una solución política negociada, que no queda sino el divorcio, la separación física unilateral: un plan de desconexión para Gaza y un muro (o "valla de seguridad") para Cisjordania. Aunque desde el extranjero se elevan mil voces advirtiéndoles de que semejante guetoización de Israel está preñada de amenazas, ellos no ven más allá. Una mayoría es favorable a una retirada de los territorios ocupados y aceptaría la idea de un Estado palestino, pero piensan que enfrente no tienen ningún interlocutor. ¿Y si de repente apareciera uno?

Tras la desaparición de Arafat nada se opone a la reanudación del diálogo con su sucesor

El presidente de EE UU, reelegido triunfalmente pero empantanado en Irak, podría dar un giro a la situación resolviendo el problema palestino-israelí. Con cuatro años por delante, es el único que puede hacerlo. Si lo lograra, desactivaría la hostilidad del mundo árabe-musulmán y rompería el círculo vicioso en el que está preso el nuevo siglo. Su principal aliado, el primer ministro británico, Tony Blair, se lo dice con insistencia al oído. Europa, Rusia, la ONU, el mundo entero está tras él. Todos aceptan la llamada solución de los dos Estados, incluso George W. Bush la ha suscrito, aunque sea con la boca pequeña. ¿Por qué no hacerse un lugar en la historia gracias a esta cuestión?

Los primeros pasos se están dando por sí solos: Arafat ha muerto; hay que elegir su sucesor, es decir, organizar elecciones en los territorios ocupados, e Israel debe permitirlo. ¿Qué puede impedirlo? El presidente estadounidense afirma que está llevando en Oriente Próximo una cruzada a favor de la democracia, que hace una guerra para organizar elecciones en Irak. ¿Cómo va a dejar que su más fiel aliado impida la celebración de un escrutinio destinado a dar al nuevo socio palestino una legitimidad tan necesaria?

Tras la desaparición de Arafat, considerado por Ariel Sharon como el obstáculo principal para las negociaciones de paz, nada se opone en principio a una reanudación del diálogo con su sucesor, especialmente si éste es elegido democráticamente. ¿Por qué razón la retirada israelí de Gaza debe ser unilateral y no coordinada con la Autoridad Nacional Palestina? Sharon ha recordado que la denuncia y desmantelamiento de las infraestructuras terroristas era un imperativo para la reapertura de las negociaciones, pero no se puede seguir mucho tiempo jugando al ratón y el gato. Los palestinos también han probado el fruto amargo de cuatro años de enfrentamiento sin salida. Tras la desaparición del padre que unificaba y paralizaba sus fuerzas, se preguntan si la unidad palestina aguantará el golpe, se preguntan quién ganará finalmente, si la vieja guardia o la nueva, si los nacionalistas o los islamistas, si los corruptos o los militantes. Pero les importa aún más saber si todavía se vislumbra un rayo de esperanza en el horizonte. Pues la vida cotidiana es un infierno tal que el deseo de una vida normal, tranquila y más o menos digna es mayoritario en Palestina. Para que ese deseo pueda tomar forma y expresarse, incluso en las urnas, habría que creer en una posible solución, es decir, en un Estado palestino.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Es posible imaginar en sueños el modo en que actuarían unos dirigentes decididos a ganar la paz. Apostarían por considerar que sus dos pueblos han llevado la lógica del enfrentamiento hasta sus límites y han salido de ella maduros para una separación negociada en plan amistoso, la solución de los dos Estados según los términos que todo el mundo conoce.

El problema es que los actores principales no parecen estar a la altura de su destino. Los dirigentes palestinos se hallan todavía ante el vacío creado por la desaparición de Yasir Arafat. Están ocupados en su sucesión, en la gran redistribución de las cartas, en la supervivencia de una Autoridad Nacional Palestina exangüe y en la batalla de las elecciones. Los territorios que supuestamente administran están en su mayoría ocupados por el Ejército israelí, erizados de alambradas, controlados por grupos armados, sumidos en la miseria, la represión, la corrupción. El más popular de los dirigentes, Maruan Barguti, está encarcelado. Ni él ni ningún otro está en posición de tomar la iniciativa para acabar con las ambigüedades y asumir riesgos históricos.

La iniciativa podría (debería) proceder de Israel, pero Sharon no quiere un Estado palestino, es así de sencillo. Para lograr que la Knesset aceptara su plan de retirada unilateral de Gaza ha llegado incluso a escindir su propio partido, romper con la extrema derecha y aliarse con sus rivales laboristas. Habrá que ver cuánto dura. Evacuada por los soldados y colonos israelíes, la franja de Gaza podría convertirse en una especie de territorio autónomo destinado idealmente a ser gobernado con mano de hierro por un hombre que tuviera el acuerdo de los israelíes y los estadounidenses, posiblemente un condominio egipcio-israelí. Sharon considera que abandonar Gaza es el precio que debe pagar para quedarse con lo esencial de Cisjordania, o al menos para poder impedir el establecimiento de un Estado palestino viable. En cualquier caso, Gaza estará bajo una órbita y Cisjordania bajo otra. Si Ben Gurion creó el Estado de Israel, Sharon sueña con ser el hombre que atomizó y cantonizó para siempre a los palestinos.

Esta visión está evidentemente muy lejos de la de una "paz justa y duradera" con dos Estados coexistiendo pacíficamente uno al lado de otro. La comunidad internacional apoya la retirada israelí de Gaza haciendo como que cree que se trata de un primer paso para la evacuación de Cisjordania. Pero como esto no ocurrirá, volverá, una vez más, a remitirse a Estados Unidos. Y como siempre, las cuestiones más complejas se reducirán a una sola: ¿pondrán los estadounidenses todo su empeño en convencer a Israel de que acepte la existencia de Palestina? Con Bush, que considera a Sharon como un precursor de la guerra contra el terrorismo, la respuesta será, con toda probabilidad, no.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_