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Reportaje:

Recuperación con baches en la UE

La revalorización de la moneda lastra las posibilidades de crecimiento de la eurozona

Carlos Yárnoz

La fuerte revalorización del euro supone un nuevo inconveniente para la recuperación de las principales economías de la eurozona. Los leves repuntes están basados en gran parte en el buen comportamiento de las exportaciones, las primeras víctimas de un dólar en caída libre. El fenómeno ha levantado ya varias alarmas en Europa, donde el tímido crecimiento en este año está en riesgo por los importantes aumentos del precio del petróleo. Bruselas exige ahora responsabilidad para evitar excesivos vaivenes y que países como China dejen de tener una paridad monetaria fija con el dólar.

Hay otros factores a tener en cuenta. La fortaleza del euro está ayudando a la eurozona a asimilar mejor el incremento del precio del petróleo

El fenómeno se vive en la UE por segunda vez desde la aparición del euro. La Comisión Europea recuerda que en la primavera del año pasado ya se produjeron esos temibles vaivenes en la relación euro-dólar, con el consiguiente desplome de los mercados bursátiles, algo que ahora no se ha producido. El año pasado, la moneda europea se revalorizó en los cinco primeros meses el 28,5%, hasta alcanzar en mayo frente al billete verde el mismo valor fijado en 1999 en su lanzamiento (1,1665 dólares por euro), después de que en 2000, 2001 y 2002 el cambio hubiera oscilado entre 0,85 y 0,95.

Esta semana, todas esas referencias han saltado por los aires y el euro ha alcanzado un récord frente al dólar, hasta superar el 1,30. "Y aún subirá más", augura un experto del Ejecutivo comunitario, porque Washington seguirá favoreciendo un dólar débil, que mejora su balanza comercial gracias al aumento de sus exportaciones, algo fundamental para seguir reduciendo el elevado déficit público. Ese experto cree, además, que, "pese a todo, la situación no es dramática, y existe margen de maniobra en Europa".

Eso creen en Francia. Su presidente, Jacques Chirac, aprovechó la cumbre de los pasados días 4 y 5 en Bruselas para lanzar la primera alerta. Chirac dijo sentirse "inquieto" por la caída del dólar y añadió, en clara referencia al Banco Central Europeo (BCE), que probablemente "ya se debía haber reaccionado". Después, ha sido el ministro italiano de Economía, Domenico Siniscalvo, el que se ha sumado a las llamadas de atención y ha comentado que, aunque todavía no oficialmente, los ministros europeos de Finanzas ya están hablando de la posibilidad de prever "una acción coordinada".

El presidente del BCE, el francés Jean-Claude Trichet, no ha dado hasta el momento síntomas de ir más allá de las declaraciones. Trichet se mostró disgustado el pasado lunes por "los cambios brutales entre el euro y la moneda estadounidense" porque "no son bienvenidos". Lo mismo opina el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, el español Joaquín Almunia, para quien "está en el interés de todos los agentes que operan en la economía mundial evitar la excesiva volatilidad de los tipos de cambio y los movimientos desordenados del valor de las monedas". Almunia recuerda que siguen siendo válidas las conclusiones de la reunión del G-7, el pasado febrero, cuando señaló que los excesivos vaivenes en los valores de las monedas afectan negativamente al crecimiento mundial.

Pero la historia se repite y, como en la primavera pasada, John Snow, secretario del Tesoro norteamericano, ha venido a decir que Washington apuesta por "un dólar fuerte", ante la incredulidad de los europeos. El año pasado lo dijo cuando el euro recuperaba su valor de salida de 1999.

El BCE no da señales de querer pasar de las palabras a los hechos. Una de las razones es que, si en Francia hay más que alarma, no ha ocurrido lo mismo en Alemania, donde las reacciones han sido contradictorias. Con escasos minutos de diferencia con respecto a Chirac, el canciller alemán, Gerhard Schröder, comentó que la situación "no es todavía dramática", por lo que no hacía falta una intervención del BCE.

Los comentarios de Schröder sorprendieron a los expertos de la Comisión, toda vez que Alemania es el país más afectado por el encarecimiento de sus exportaciones. El producto interior bruto (PIB) alemán, recuerda estos días la Comisión Europea, depende en un 33% de sus exportaciones. El porcentaje es del 29% en el caso francés, y del 28% en el italiano.

En el tercer trimestre de este año, Alemania sólo ha crecido el 0,1% frente al 0,4% registrado en los dos trimestres anteriores y todos los analistas coinciden en que ese retroceso se debe a dos causas: el alza del precio del barril de crudo y la fortaleza del euro. No extrañó a nadie, por tanto, que, pese a lo dicho por Schröder, su ministro de Economía, Wolfgang Clement, reclamara al BCE el pasado jueves que hiciera algo "para calmar la situación", por ejemplo, vender masivamente euros a cambio de dólares. En la Comisión creen que esta opción sólo aliviaría parcial y temporalmente el problema.

Pero hay otros factores a tener en cuenta. Uno nada desdeñable consiste en que la fortaleza del euro está ayudando a la eurozona a asimilar mejor el importante incremento del precio del petróleo, que se paga en dólares. Además, señalan en la Comisión, las exportaciones europeas "sufren especialmente" en EE UU o en los países con monedas ligadas al dólar, pero no en otros en los que, como Japón, también han visto un fortalecimiento de sus monedas frente al billete verde americano.

Son precisamente esas monedas ligadas directamente al dólar las que constituyen el segundo motivo del dolor de cabeza en Europa. Almunia recuerda que el G-7 ha puesto de relieve la necesidad de que monedas asiáticas, como el yuan chino, empiecen a tener un cambio flexible. En otoño de 2003, los ministros de Economía y Finanzas de la UE (Ecofin) ya hicieron la misma advertencia sin haber provocado la más mínima reacción. Tampoco el BCE llegó a tomar medida alguna al respecto. El lunes y martes próximos, los ministros de Finanzas tienen una nueva cita en Bruselas. Será una ocasión para ver si existen o no posibilidades de coordinación.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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