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Reportaje:

Ni en casa ni fuera de ella

Los vecinos de San Cristóbal se quejan de la falta de seguridad ciudadana y del estado de ruina de sus viviendas

Antonio Jiménez Barca

Hay un barrio en Madrid rodeado de autopistas en el que sus vecinos no pueden quedarse en casa ni salir a la calle. Las casas, literalmente, se les caen encima. No es la primera vez que deben desalojar su vivienda precipitadamente por peligro de derrumbe; en la calle, de noche, les roban y atracan con una facilidad y una frecuencia pasmosas. Hace un par de semanas se hartaron y salieron a la calle más de 3.000 personas de San Cristóbal (Villaverde). Se congregaron en la plaza de Los Pinazo. A las seis y media, las tiendas cerraron y Los Pinazo, epicentro de esta zona olvidada de la capital, se llenó de gente indignada. A la misma hora, un fotógrafo que había ido a cubrir la manifestación para un periódico aparcó el coche en una calle transversal del barrio. Un policía municipal observó la maniobra y luego le advirtió: "No irás a dejar el coche mucho tiempo ahí, ¿no? Porque te lo roban seguro...".

Ésa es una de las causas que empujaron a todos esos vecinos a congregarse detrás de una pancarta: la inseguridad. "Rara es la semana en que no roban un coche; y olvídate de dejar la radio dentro porque te desaparece en la misma noche", explica Angelines Flogueiro, de 38 años. Su madre, Angelines Flores, de 63, añade: "Desde hace unos dos años esto es simplemente insoportable".

Muchos de los vecinos relacionan la proliferación de delitos con la llegada de inmigrantes; otros, como Victoria Opido, de 27 años, recuerda que las dos personas que atracaron a punta de cuchillo la óptica en la que trabaja la semana pasada "eran toxicómanos y españoles".

Esta dependienta convenció hace unas semanas a su jefe de que cerrara la tienda un cuarto de hora antes "para salir con el resto de los comerciantes, que cierran a las ocho". Simplemente, le aterra salir sola al caer la noche.

En la puerta de su óptica, hasta hace poco, figuraba un cartel con un rostro fotocopiado: el del hermano del dueño de una tienda cercana, que murió atropellado hace unos meses por un coche a toda velocidad que utilizaba las calles del barrio como un circuito mortal de rally. No es algo extraño. "Por la noche se oye a los coches pasar, haciendo trompos, como si esto fuese una ciudad sin ley", señalaba una vecina que acudió a la manifestación. Cerca, en un banco, cuatro adolescentes (tres chicas y un chico) que van al instituto que está a sus espaldas explican que lo de los rallies "es normal, es de gente chalada, que chulea de coche, que lo pone a 100 kilómetros por hora". Comentan que no están de acuerdo con la fama de barrio peligroso que día a día adquiere la zona, pero también admiten que tienen miedo. Ante todo ellas. Y sobre todo por la noche: "Vas por la calle y al final, cuando ves grupos de jóvenes que se acercan, y sales corriendo", dice una de las chicas, que, como los demás, prefiere guardar el anonimato. Por cierto, que el instituto al que van tiene un guardia de seguridad en la puerta que se encarga de controlar el acceso. "Lo pusieron porque decían que en el instituto se pasaban drogas y armas, pero era mentira. Lo que sí había eran peleas, a la salida de clase, pero eso es normal en otros centros", añade otro de los jóvenes.

En el barrio de San Cristóbal viven actualmente 16.000 personas. De ellas, más de un tercio es inmigrante. La mayoría proviene de Ecuador (2.337).

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Otro dato: la tasa de paro roza el 51%, y el fracaso escolar también alcanza a la mitad de los alumnos que estudian en los colegios o en el instituto del barrio.

Además, de las 5.800 viviendas con que cuenta el barrio, 4.313 precisan de una rehabilitación. Y 260 se deben demoler y levantar de nuevo debido a su estado de ruina irremediable.

Con estas cifras, los representantes de las asociaciones de vecinos (y los partidos de la oposición, PSOE e IU) han reclamado a las instituciones algo más que policías: mediadores sociales, inversión en educación, aulas de enlace, centros sociales...

Hace un mes, los portavoces del PSOE en el Ayuntamiento y la Comunidad, Trinidad Jiménez y Rafael Simancas, y la portavoz municipal de IU, Inés Sabanés, visitaron el barrio. Hablaron de "polvorín a punto de estallar", de "barrio degradado", de "situación explosiva".

Muchos de los vecinos de San Cristóbal empiezan a vender su casa y desfilan hacia Getafe o Leganés. Otros prefieren aguantar y defender el sitio en el que llevan viviendo desde hace años. Por eso salieron a la calle. Uno de estos últimos llevaba un cartón pintado con corazones que decía, a pesar de todo, "amo mi barrio".

"No somos el Bronx; queremos ser la M-30"

Prado de la Plaza, miembro de la asociación de vecinos de San Cristóbal, acudió hace dos semanas a la multitudinaria manifestación que reclamaba más atención de las instituciones hacia San Cristóbal. De la Plaza lleva viviendo en el barrio más de 20 años.

De la Plaza portaba la pancarta que encabezaba la marcha, que rezaba: "No somos el Bronx; queremos quedarnos en San Cristóbal". Esta dirigente vecinal, que ha participado en numerosos desalojos debido al estado de ruina de las casas del barrio, ha pregonado que San Cristóbal "quiere ser la M-30". Es decir: participar de una parte de la inversión que el Ayuntamiento acometerá en la obra estrella del alcalde, la reforma de esta vía circular, que costará más de 1.000 millones de euros.

Los residentes en este barrio de la capital reclaman, entre otras cosas:

- Más centros médicos (el barrio cuenta con un ambulatorio y un centro de urgencias).

- Mejores colegios o mayor presupuesto para mejorar los existentes, que acogen un alto porcentaje de alumnado inmigrante (hay tres colegios públicos que, a juicio de los padres y la oposición, necesitan urgentes mejoras).

- Mejor transporte público: el barrio cuenta con una parada de línea de cercanías (C-3), paradas de dos líneas de autobuses, que enlazan con Atocha y Legazpi.

- Más centros deportivos: el barrio dispone de un pabellón cubierto municipal, algunas pistas de baloncesto y un campo de fútbol.

La concejal de Servicios Sociales, Ana Botella, y el edil del distrito, Carlos Izquierdo, ambos del PP, se reunieron el mes pasado con representantes vecinales del barrio para escuchar sus quejas. "Y ambos prometieron hacer todo lo que es posible, desde el Ayuntamiento de Madrid, para solucionar los problemas de los vecinos", aseguró ayer un portavoz de la Concejalía de Servicios Sociales.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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