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LA ENFERMEDAD DE ARAFAT

La esposa de Arafat acusa de conspiración a los líderes palestinos que viajan a Francia

Chirac recibirá hoy a los cuatro dirigentes, pero no tienen garantizado el acceso al hospital

Un grupo de líderes palestinos viajó ayer a París con la pretensión de visitar a Yasir Arafat. Lo hicieron a pesar de la cólera que el viaje provocó en Suha Arafat, la esposa del presidente, que denunció "una conspiración" y aseguró que querían "matar a Arafat en vida". Ante la batalla entre la esposa del líder histórico y lo que se dibuja como nueva dirección palestina, las autoridades francesas tomaron una doble decisión: Chirac les recibirá, dando así relevancia política al viaje, pero el portavoz militar advirtió de que las visitas a Arafat están "restringidas", para evitar un escándalo en el hospital.

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Las autoridades francesas, cada vez más incómodas en su papel de anfitriones, quieren que se resuelva cuanto antes la lucha de clanes desatada en el entorno de Arafat, al menos mientras éste permanezca en territorio francés. El papel de primera dama reclamado repentinamente por la esposa de Arafat, que pretende sublevar al pueblo contra los "conspiradores", tiene que ver con un intento de ganar tiempo para quedarse con la fortuna personal del presidente, según el contraataque -anónimo- de un miembro del séquito de Arafat.

Todo empezó con el anuncio del viaje de cuatro dirigentes palestinos a la capital francesa: el primer ministro Ahmed Qurei; el secretario general de la OLP, Mahmud Abbas; el ministro de Exteriores Nabil Shaat y el presidente del Consejo Legislativo, Rouhi Fatú. "¡Vade retro!", gritó Suha Arafat, a través de la cadena de televisión Al Yazira. Jugándose el todo por el todo, la esposa de Arafat acusó a los viajeros de un compló contra su marido. "Buscan heredar su poder, quieren enterrar a Arafat en vida", dijo en su "llamamiento" al pueblo palestino.

El viaje fue suspendido durante unas horas, pero finalmente la dirección palestina no sólo tomó el avión, sino que se negociaron los detalles de las visitas políticas que estos viejos compañeros de Arafat, y dirigentes in péctore de la nueva Palestina, van a hacer en París. El ministro francés de Exteriores, Michel Barnier, les recibirá primero; después lo hará el presidente de la República, Jacques Chirac. Todo esto si no vuelven a desbaratarse los planes trabajosamente cerrados anoche en París.

Quedaba por resolver el agudo problema del hospital. Con Suha Arafat decidida a impedir la visita de los "conspiradores", comenzaron a circular rumores que les atribuían nada menos que la intención de desconectar a su jefe de las máquinas que le mantienen en vida. Imposible tolerar escándalos en un hospital militar francés y menos ante las cámaras de televisión de medio mundo. Así que la sutil decisión consistió en hacer salir de nuevo a la palestra al general Christian Estripeau, portavoz del Servicio de Salud de los Ejércitos.

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Con la voz impersonal de siempre, este militar reiteró que Arafat continuaba "estacionario", pero añadió que su situación "nos somete a una restricción de visitas". Y volvió a señalar a la culpable: "El presente comunicado ha sido establecido en el respeto de la discreción exigida por la señora Arafat". Restringir no es prohibir, pero sí implica control, filtros, vigilancia. Anoche se ignoraba si las restricciones afectan a los altos dirigentes palestinos llegados de Ramala.

El presidente del Parlamento, Rouhi Fatú, que no figuraba entre los denunciados por Suha Arafat, exigió a esta última que pida perdón al pueblo palestino. Él es la persona llamada a asegurar la interinidad como presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en caso de que el poder quede vacante, según la ley fundamental palestina. Fatú subrayó que la dirección está en su derecho de conocer con precisión el estado de salud de Arafat. "Suha es la única que controla las informaciones, lo cual es inaceptable", afirmó.

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