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Reportaje:

Vuelve Piernas Rojas

Savio resucita en el Zaragoza, donde su rapidez y sus goles han conquistado a la afición

Jordi Quixano

En el primer minuto del partido, retó a Aguilera en un sprint. Mientras él corría con el balón controlado, el zaguero rojiblanco, impotente, se limitaba a observar cómo lo escondía. Le ganó el pulso y soltó un latigazo que hizo inútil la estirada de Leo Franco. Savio Bortolini (Vila Velha, Brasil, 1974) ya no para el cronómetro en 5,88 segundos cuando corre los 50 metros -como cuando vestía la zamarra del Flamengo-, pero sigue siendo rápido, muy rápido. El año pasado, tras su efímero paso por el Girondins de Burdeos, regresó a la Liga para resurgir. Ahora, no sólo ha convertido la banda izquierda del Zaragoza en sinónimo de peligro, sino que, además de los centros milimétricos, los recortes con firma brasileña y las galopadas dignas de un velocista, Savio ha encontrado la senda del gol. En los diez partidos disputados en la Liga ha metido ya cinco tantos, tres más que los obtenidos la pasada campaña.

Parte de esas cualidades se las debe a su padre, Abimar, pues Savio, a los ocho años, inició su andadura futbolística en el Fluminesinho, equipo fundado por Abimar en homenaje al Fluminense. A los 14, después de jugar tres años en el Desportiva, conjunto federado, llegó la oferta que cambiaría su vida, la del Flamengo. "Tú decides, pero tienes nuestro apoyo hagas lo que hagas", le espetó su padre, medio orgulloso y medio rabioso. Su hijo se iba al eterno rival del Flu: el Fla. En Río de Janeiro, pulió su fútbol y, en 1993, debutó ante el Santos. Desde entonces, La Gavea -que es el barrio del Flamengo y el nombre que recibe su afición- descubrió a su nuevo ídolo desde que se retirara Zico. El propio Zico, tras verle jugar, le elogió: "Pegado a la banda es uno de los mejores futbolistas que hay. Su uno contra uno es estupendo y es muy difícil pararle en velocidad".

Aptitudes que no fueron suficientes para que encajara en el Madrid. El polémico informe Pirri -documento del entonces director general blanco, José Martínez Pirri, que opinaba sobre a quién se debía dar la baja y que calificaba a Savio de incapaz para jugar un total de 40 partidos por temporada-, más la eterna condición de suplente a la que fue relegado, acabaron hastiándole. En su último año de contrato, a pesar de que el Bernabéu coreaba obstinadamente su nombre, se marchó cedido al Girondins francés.

Apodado desde su etapa en el Flamengo como ángel rubio -por su forma de jugar y por su pelo- y piernas rojas -porque después de cada partido y debido a las patadas que recibía, las tenía llenas de heridas y moratones-, Savio está destacando en el Zaragoza por méritos propios. Así lo cree Víctor Muñoz, su técnico: "Es muy difícil quitarle la pelota cuando la tiene controlada. Además de ser técnicamente exquisito, posee un disparo tremendo".

El 10 del Zaragoza -número que se apropió después de que Romario le robara el 11 y Edmundo el 9 a su llegada a Maracaná- se siente querido e integrado en Zaragoza. De hecho, su hijo mayor, Breno, juega en los benjamines del Stadium Casablanca -equipo reconocido en Zaragoza- con el hijo de Pirri (jugador del Zaragoza) y el de Aguado (ex jugador). De momento, las lesiones, que han sido la constante cruz de su carrera -de hecho la aficón maña le apodó tobillos de cristal por los tres esguinces consecutivos que se hizo la pasada campaña en su tobillo izquierdo- no le aquejan. Y eso se nota en su juego, pues además de disputar todos los minutos posibles en la Liga, Savio es uno de los líderes del Zaragoza.

SCIAMMARELLA

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