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CRISIS EN LA UNIÓN EUROPEA

La jugada de Berlusconi acaba en desastre

El primer ministro italiano mantiene a Buttiglione como candidato a comisario europeo

Enric González

Silvio Berlusconi pensó, en julio, que el envío de Rocco Buttiglione a Bruselas era una jugada maestra: acallaba a sus aliados rebeldes de la democracia cristiana, evitaba un cambio de Gobierno y colocaba en la Comisión a su mejor especialista en asuntos europeos. Pero la jugada acabó en desastre. El martes no hubo forma de convencer a Buttiglione de que renunciara. Ayer, consumado el bofetón parlamentario a Jose Manuel Durão Barroso, el Ejecutivo italiano anunció que mantenía la candidatura de Buttiglione.

Los democristianos de la UDC estaban crecidos en verano. Eran los únicos socios de la Casa de las Libertades que habían aumentado votos en las elecciones europeas y exigían a Berlusconi un cambio de rumbo. Para empezar pidieron la caída del ministro de Economía, Giulio Tremonti, y la obtuvieron. Luego plantearon la necesidad de hacer más cambios en el Gabinete, y Berlusconi ofreció una vicepresidencia al líder de la UDC, Marco Follini. Pero Follini no se dejó. Quería colocar algunos de sus hombres y mantenerse fuera, con margen para la crítica. A Berlusconi se le ocurrió entonces la gran jugada: atraerse a Rocco Buttiglione, jefe espiritual del sector vaticanista de la UDC, y debilitar a Follini.

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¿Qué le apetecía a Buttiglione, ya ministro de Relaciones con Europa? ¿Una comisaría en Bruselas? Pues adelante. Para colocar a Buttiglione en el equipo del nuevo presidente de la Comisión, Durão Barroso, había que desprenderse de un comisario tan prestigioso como Mario Monti, pero a Berlusconi le pareció un precio aceptable. Con Buttiglione satisfecho, Follini quedaba en minoría dentro de su propio partido. Y el presidente del Gobierno italiano cerraba una crisis, evitaba cambiar su Gabinete y se iba tranquilo de vacaciones.

El plan pareció óptimo hasta el 5 de octubre, cuando Buttiglione compareció ante el Parlamento Europeo y empezó a perorar sobre el pecado de la homosexualidad y la función doméstica de las mujeres. Desde ese día todo fue de mal en peor. Berlusconi, sin embargo, consideró que las críticas al candidato italiano eran sólo una muestra más de los prejuicios de Estrasburgo contra el Gobierno italiano y acabarían desvaneciéndose. Barroso estaba dispuesto a mantener a Buttiglione, y Berlusconi también.

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El martes, en vísperas de la votación decisiva, las cosas cambiaron. Barroso echó cuentas y no le cuadraron. Perdía. Barroso sabía ya que Buttiglione no cedía: prefería asumir el papel de mártir de la fe católica. Entonces contactó con Antonio Tajani, jefe del grupo de Forza Italia en Estrasburgo, para pedir que interviniera el propio Berlusconi y convenciera a Buttiglione sobre la conveniencia de renunciar a la cartera de Libertades y Justicia. Il Cavaliere, reunido con los otros dirigentes de su coalición para analizar la derrota en las recientes elecciones parciales, pidió opinión al jefe de la posfascista Alianza Nacional, el vicepresidente Gianfranco Fini. "Hagamos algo, antes de quedar mal y de que se nos culpe de una crisis europea", recomendó Fini. Berlusconi se volvió hacia Follini, que paladeó una venganza fría: "Tú elegiste a Buttiglione; tú decides ahora". Berlusconi telefoneó a Buttiglione y éste insistió en su deseo de seguir.

Al presidente del Gobierno italiano, que seguía convencido de que el auténtico objetivo del centroizquierda europeo no era Buttiglione, sino él, le pareció bien: al final, era mejor una crisis en Estrasburgo que una crisis con el electorado católico italiano, fundamental para la coalición conservadora. Se le hizo saber a Barroso que Roma mantenía el apoyo a Buttiglione. Y a Barroso no le quedó otra opción que la marcha atrás.

El ministro de Exteriores, Franco Frattini, anunció ayer, tras el drama en Estrasburgo, que Buttiglione seguía siendo candidato del Gobierno italiano. Añadió, sin embargo, que Berlusconi mantendría "un debate constructivo" con Barroso y con los demás líderes europeos para resolver el bloqueo.

La oposición celebró el desastre: "Berlusconi no es solamente un problema para los italianos; lo es para todo el continente", proclamó Piero Fassino, secretario de los Demócratas de Izquierda. Il Cavaliere, reunido de nuevo con sus socios, trató de calmarles. Bastaría situar a Buttiglione en una comisaría menos delicada, dijo, para que Barroso y su equipo salieran adelante, sin necesidad de que el Gobierno italiano tuviera que humillarse con una retirada.

Buttiglione revisa unos papeles durante el debate celebrado ayer.
Buttiglione revisa unos papeles durante el debate celebrado ayer.EFE

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