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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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La chinita pirata de luces en el pelo

La chinita pirata de luces en el pelo sacó de su bolsa de plástico el montón de DVD que ofrecía sin tapujos. Allí estaban las más actuales películas norteamericanas de la cartelera junto a otras menos previsibles en el mercado negro, como las últimas de Kim Ki-duk o de Carlos Saura. Los DVD tenían carátulas en las que rezaba el contenido de subtítulos, extras y otras lindezas, pero en ellos no hay más que la filmación clandestina de la película en una sala cualquiera, con ese mal sonido tomado al aire, con espectadores que cruzan ante la pantalla y otros aderezos.

La chinita no parecía intranquila por estar delinquiendo en plena calle. Iluminada por la intermitencia multicolor de las bombillas de su pelo, se demoraba con paciencia oriental en ofrecer precios especiales si uno se interesaba, por ejemplo, por Kill Bill -"las dos paltes, más balato"-, o prometiendo para dentro de un rato otros títulos que ahora no llevaba consigo.

Es sencillo filmar a escondidas en una sala de cine gracias a las sofisticadas cámaras digitales

Más allá, en la misma acera, un hombre estaba extendiendo su manta en el suelo para mostrar su propia cartelera cinematográfica. La chinita se marchó despacio sin dejar de sonreír, a la búsqueda de otros compradores menos ariscos.

Es sencillo filmar a escondidas en una sala de cine gracias a las sofisticadas cámaras digitales que han sacado al mercado compañías multinacionales, algunas de las cuales, curiosamente, también son productoras de películas. Crearon el producto fílmico y más tarde la forma de robarlo. Han jugado a tantas bandas como el triple agente de la película de Eric Rohmer, que hoy se estrena. Sus múltiples y contradictorios negocios han entrado en colisión. Al írseles el tema de las manos han puesto el grito en el cielo hasta lograr que el Departamento de Justicia de Estados Unidos tome cartas en el asunto. Tras calificar esta piratería como "una epidemia que sangra los intereses de los creadores norteamericanos", está enviando agentes del FBI a los países en los que, según creen, están las bases de este ilegal negocio planetario. Se dice que van a empezar por Hong Kong y Hungría, pero saben tan bien como todos que tienen el foco infeccioso en su propia casa.

A mal tiempo buena cara. Una de esas multinacionales va a comercializar un invento español que impide las grabaciones fraudulentas gracias a unos rayos cegadores: se han hecho pruebas en el último festival de San Sebastián, satisfactorias según los especialistas. Otra compañía inventó esas gafas monstruosas que portan unos cancerberos gigantones que examinan con detalle cada esquina del cine, buscando con sus nuevos poderes ópticos la luz delatora de alguna camarita encendida. A nuevos problemas, nuevos negocios. Y el de atrás, que espabile.

Puede que la razón por la que Almodóvar -"Viva Pedro", en Nueva York- haya editado en DVD su última película sin pasar por el proceso industrial habitual (lo que le ha valido la protesta de los comercios que alquilan películas) haya sido precisamente evitar el pirateo. Ni modo. La chinita ofrecía La mala educación a muy bajo precio. Eran más caras las lucecitas de su pelo, también en venta.

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