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Columna
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Derrida

Con la muerte de Jacques Derrida, el discurso filosófico de la modernidad pierde a uno de sus grandes autores, y el estructuralismo se convierte, ahora sí, en un capítulo de la historia del pensamiento, quién sabe si cerrado o proyectado todavía en sus excesos y sus virtudes. Ese filósofo intempestivo, sujeto de buena planta, pied noir y judío, que soñó de joven en su Argelia natal con llegar a ser una estrella del fútbol profesional, propugnó desestabilizar la estructura de cada discurso para sacar a la luz las relaciones de jerarquía contenidas en él con la poco disimulada pretensión de enfrentarse al sistema sin saber demasiado bien a favor de qué ("sabemos lo que no queremos, pero no sabemos lo que queremos", decía un eslogan de Mayo del 68). Su "deconstrucción" era, así, un ejercicio a la vez sofisticado y rebelde que trataba de huir del nihilismo y el dogmatismo segregados por los pensadores de la "escuela de la sospecha" (Nietzsche, Freud y Marx), un ejercicio que tuvo éxito, que se banalizó y suscitó polémica. Jürgen Habermas, por ejemplo, lo acometió con cierta brutalidad. "El trabajo de deconstrucción hace crecer cada vez más la escombrera de interpretaciones que quiere demoler para sacar a la luz los fundamentos enterrados", escribió. Frente a una escombrera, sin embargo, se unieron los dos, Derrida y Habermas. Frente a la escombrera que quedó tras la destrucción de las torres gemelas, en el World Trade Center de Nueva York, en medio del polvo de intolerancia y de horror que se esparció por el mundo, los dos hicieron oír su voz. Giovanna Borradori publicó un libro, La filosofía en una época de terror, donde ambos analizaban el alcance del 11 de septiembre desde la talla de dos figuras mayores de la tradición europeísta, en defensa del legado de la Ilustración contra las simplificaciones neoconservadoras sobre el bien y el mal. En esa misma línea suscribieron los dos en junio del año pasado, al calor de las grandes movilizaciones de masas contra la guerra de Irak, un artículo, que se publicó en varios diarios del continente, de título revelador: Europa: en defensa de una política exterior común. Además de un mito cultural, con Derrida se ha ido un luchador por el honor de la razón. No sólo Habermas lo notará a faltar.

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