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El triunfo de un "buen amigo" de Bush

Antes de que se abriesen los colegios electorales australianos, el presidente de EE UU, George Bush, envió a su "buen amigo" John Howard un mensaje para desearle "buena suerte". Y el "hombre de acero", como le bautizó Bush, la tuvo. Los australianos que ayer votaron por Howard saben muy bien por qué lo hicieron. Después de casi nueve años en el poder y varias décadas luchando por conseguirlo, Howard es más que conocido.

Personalmente, el primer ministro, que ingresó en las filas del Partido Liberal a los 18 años, se considera liberal en lo económico y conservador en lo social. De ahí que se sienta cómodo en su alianza con el Partido Nacional, que representa los intereses de la ultraderecha rural y conservadora.

Howard gobierna sin que le tiemble la mano. En aras de sanear la economía, ha recortado programas sociales y educativos. Para impedir la llegada de pateras, envía a centros de internamiento privados en el desierto o fuera de Australia a quienes alcanzan las costas del país y ha convertido en histórica su frase de: "Nosotros decidimos quién y en qué circunstancias entra en este país".

Dicen sus simpatizantes que es un hombre "tenaz, buen administrador y orgulloso de ser australiano". Quienes le critican aseguran que es "soberbio y no escucha". El líder laborista, Mark Latham, le acusa de haber dejado en la cuneta durante su Gobierno a la clase media y baja del país.

Quien ayer consiguió ser reelegido para una cuarta legislatura se daba por muerto políticamente en 1993. "Acepto plenamente que nunca volveré a ser el líder de los liberales", dijo entonces, tras intentar por segunda vez sin éxito recuperar el liderazgo del partido, que perdió en 1989, dos años después de su fracaso electoral.

La obsesión de Howard es la seguridad. De ahí que durante su tiempo en el poder haya mandado a las tropas australianas a "resolver" los conflictos de Irak, Afganistán, las islas Salomón y a la ex colonia portuguesa de Timor.

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