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Reportaje:Atenas 2004 | ATLETISMO: PODIO EN LOS 20 KILÓMETROS MARCHA

Cubitos de hielo bajo la gorra

Juan Manuel Molina combate el calor de forma intuitiva e ingeniosa , "con un chorrito frío ideal", y concluye en un excelente quinto puesto

Carlos Arribas

Los pistards británicos, muy sofisticados, llevaban semanas preparándose para el calor que esperaban que les cocería en el velódromo de Atenas. Hacían rodillo en una pequeña sala con calefactores eléctricos en el techo. Después, antes de saltar a la pista, se sentaban en una silla fría como las que usan los bomberos para bajar la temperatura a los quemados. Luego de los entrenamientos, para relajarse y enfriarse, tomaban baños de cubitos de hielo como botellas de cava. Pero llegaron a la capital griega y se encontraron con que el velódromo, cubierto por Calatrava, tiene techo, pero no paredes; está abierto a los cuatro vientos, y de calor, nada. Fue una preparación científica para el calor que chocó con una realidad inesperada.

La de Juan Manuel Molina, aquel joven de Cieza (Murcia) que ganó el bronce en los Europeos de Múnich, ha sido una preparación intuitiva que le ha ido de perlas, pura inspiración sin aclimatación que cuadró perfectamente con las condiciones de la ardiente mañana ateniense: sol de fuego, 27 grados a las nueve de la mañana, 43% de humedad.

"Si ya cuando salí a soltar las piernas, a las cinco y media, aún amaneciendo, ya hacía calor...", cuenta Molina, feliz con su quinto puesto en los 20 kilómetros marcha dos años después del tercero muniqués, un año después de pasarse varios meses sin poder moverse apenas por culpa de una grave lesión: una fractura de fatiga en la pelvis. "He quedado quinto. Pero, si yo fuera uno de los cuatro primeros, no me distraería mucho, porque voy a por ellos en el futuro".

También la felicidad le llegaba al murciano de la tierra del melocotón porque su táctica de aproximación al calor, un método pergeñado a medias con su entrenador, José Antonio Carrillo, y que llevaba la contraria al sentido común, había tenido éxito.

"La primera decisión buena", relata Molina, "fue alargar hasta el lunes pasado, hasta hace cuatro días como quien dice, la estancia en altitud, en los 1.800 metros de Font Romeu, en el Pirineo. Allí nos entrenábamos a 20 grados como máximo y estábamos fresquitos, bien. También estaban el polaco Korzeniowski y 20 marchadores más, pero se bajaron 15 días antes para aclimatarse al calor, dijeron. Nosotros, no; nosotros teníamos preparado otro invento para Atenas, un invento que estamos pensando patentar".

Cuando al calor se le suma la humedad, el cuerpo no da abasto para producir el sudor que enfríe la piel durante el ejercicio intenso. Así, muchos deportistas, bajo el sol, alcanzan los 40 grados de temperatura corporal. Su rendimiento se resiente y el temible golpe de calor se acerca. Molina combatió el problema con dos gorras impermeables y varias bolsas de hielo. "A cada vuelta al circuito, mi entrenador me preparaba una gorra con una bolsa de hielo dentro. Yo la cogía y le dejaba la usada para que la preparara con hielos nuevos. También cogía una esponja para refrescarme la cara y los brazos y una botellín de agua para beber", comenta; "lo del hielo fue perfecto. En pocos segundos comenzaba a deshacerse y a caerme por la espalda hasta el pubis. Un chorrito frío ideal".

Juan Manuel Molina, con la bolsa de hielo en la mano, felicita a Paquillo Fernandez y lo refresca a la conclusión.
Juan Manuel Molina, con la bolsa de hielo en la mano, felicita a Paquillo Fernandez y lo refresca a la conclusión.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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