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Reportaje:Atenas 2004 | ATLETISMO: FINAL DE LOS 20 KILÓMETROS

Paquillo, contra el calor y Jefferson

La marcha inaugura hoy las pruebas en el estadio Olímpico con el granadino, subcampeón del mundo, entre los favoritos

Carlos Arribas

Paquillo Fernández teme al calor más que al diablo y a Jefferson Pérez sólo un poquito menos. Ambos, el calor y el ecuatoriano, le esperan hoy nada más levantarse en Atenas, así que no es de extrañar el talante reflexivo con que el marchador de Guadix se mueve por la Villa Olímpica -lo que, por otra parte, le permite no desentonar entre la tristeza que domina a la delegación española. "Me falta chispa", confesó Paquillo. Toda una declaración de principios.

El calor le atacó en Sevilla en 1999 y desde entonces lo teme. Paquillo tiene problemas de hidratación, su organismo mantiene una relación compleja con los líquidos -por eso, por ejemplo, cuando sube a Sierra Nevada, a prepararse en altura, su hematocrito, en vez de subir, que es lo que busca, baja, que es lo que no desea. Su cuerpo, acostumbrado al clima seco, templado, de los 1.000 metros del altiplano de Guadix, repele la humedad, rinde al máximo en temperaturas moderadas. Su mejor marca en 20 kilómetros, la consiguió Paquillo, flexible, elástico, caderas dúctiles, en el frío abril de la fría Finlandia. Sus mejores puestos en competición oficial los logró en la lluviosa y templada Múnich y en una mañana de agosto inusualmente fría en Saint Denis, en las afueras de París.

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Pérez no es el diablo, pero le atacó aquel día de París, 23 de agosto de 2003, en el kilómetro 15 de la prueba. En el 18 le alcanzó y le superó. A Paquillo no le sentó mal la plata, pero el oro se lo llevó el auramericano, al que también quiere y admira. La hermandad de la marcha es otro mundo y Pérez, que a los 22 años se convirtió en los Juegos de Atlanta 96 en el marchador campeón olímpico más joven de la historia, es su profeta. El polaco Korzenowski es dios. Y Paquillo, sumo sacerdote, por lo menos.

"Jefferson es un místico, hombre de inspiración e instinto", dice Paquillo, quien se encuentra más cercano a Korzenowski, más racional y metódico, pero que se cartea con ambos.

Cuando hace unos meses, cuando por culpa de lo difícil que era para los jueces controlar que los marchadores no doblaran la rodilla y echaran a correr, el Comité Olímpico Internacional (COI) abrió un debate público sobre la posibilidad de prescindir de la marcha en el programa olímpico, Pérez fue el que más elevó su voz en contra, fue el que dio el argumento, si no definitivo, sí categórico. "A lo primero que aprende el hombre en la vida es a andar", dijo Pérez, a quien su victoria en Atlanta le supuso un suministro diario y gratuito de cuanto yogur quiera tomar; "si la marcha desapareciese de los Juegos sería como hacer desaparecer a la humanidad".

La marcha no desaparece de los Juegos. Incluso se ha fortalecido como disciplina única que combina como ninguna una exigencia física propia de un maratoniano y una exigencia técnica no muy lejana de la de un saltador de altura, por ejemplo, para poder hacer avanzar al cuerpo, siempre con un pie en el suelo, a más de 15 kilómetros por hora. Pero quien sí que estuvo a punto de desaparecer del panorama olímpico fue el propio Pérez, quien, decepcionado por un quinto puesto -que luego fue un cuarto por la descalificación del mexicano Bernardo Segura- anunció en los Juegos de Sidney, el mismo día de la prueba, que aquélla era su última actuación. "Me duele la espalda

[se había operado de una hernia discal]", dijo; "me duele el alma, adiós". Nueve meses después, el héroe nacional de Cuenca (Ecuador), pues tal le había proclamado el presidente de la República, Gustavo Noboa, volvió a marchar. Volvió a aparcar los estudios de económicas, volvió a entrenarse en la playa -tres días por semana sobre la arena-, en los 5.000 metros de los Andes -un día por semana-, en sus calles conquenses, a 3.200 metros -los tres días restantes. Volvió a competir para desgracia de Paquillo, el marchador de más talento y clase de los que ha habido en España -y los ha habido, y los hay, muy buenos, desde Llopart, plata en Moscú 80; Marín, Massana, bronce en Atlanta 96; Plaza, oro en Barcelona 92; García Bragado o Alcalde. La última medalla la consiguió María Vasco en Sidney en los 20 kilómetros.

Paquillo, con una capacidad física innata para el deporte de resistencia -corre el medio maratón en 1h 12m- se hizo marchador porque, de crío, admiraba por las calles de Guadix a Alcalde. Luego éste se hizo su entrenador, su guía espiritual, su padre deportivo. En mayo, hace tres meses, Alcalde murió. A Paquillo le ofrecieron otros entrenadores, le invitaron a prepararse donde quisiera, con quien quisiera, pero Paquillo prefirió seguir entrenándose en solitario, siguiendo, eso sí, el librillo de Alcalde.

Será su recuerdo, será la fuerza mental adquirida después de años de trabajo con una psicóloga, será su determinación y su confianza, las armas con las que, en compañía de dos jóvenes españoles, Domínguez y Molina, saldrá hoy Paquillo, a las ocho de la mañana (hora española) a cazar sus fantasmas, a tratar de acabar con el calor y con Jefferson Pérez.

Paquillo, en los 20 kilómetros marcha, en el Mundial de París.
Paquillo, en los 20 kilómetros marcha, en el Mundial de París.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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