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Reportaje:TOUR 2004 | Decimocuarta etapa

En manos de Ivan Basso

Lance Armstrong va camino de ganar su sexto Tour por falta de competencia, sin apenas haber necesitado atacar, con sólo dos pedaladas fuertes en las primera etapas pirenaicas - Sólo cuatro de los diez primeros clasificados de la edición de 2003 mantienen la misma jerarquía un año después

Carlos Arribas

A Lance Armstrong le preguntaron si en algún momento se había imaginado que sus presuntos grandes rivales -Jan Ullrich, Tyler Hamilton, Iban Mayo, Roberto Heras, Haimar Zubeldia- no serían más que un rastro en la arena apenas el Tour hubiera entrado en harina, y si podía pensar en alguna razón. "No y no", respondió, lacónico. "No esperaba tamaño hundimiento y no se me ocurre ninguna razón".

Para conseguirlo, para hacer abatirse sobre el Tour la sensación de que toda esperanza de cambio es vana, Lance Armstrong no ha necesitado más que dos pedaladas más fuertes que otras en la subida a la Mongie y el trabajo masacrante de todo su equipo en la etapa del Plateau de Beille. Apenas ha necesitado atacar. No ha necesitado mayor esfuerzo. El efecto combinado de jornadas de lluvia, de caídas varias en el norte, de errores de planificación o de insoportables presiones psicológicas -todos ellos factores a los que el americano parece inmune- se ha encargado del resto. Sólo cuatro de los diez primeros del Tour 2003 -Armstrong, Basso, Mancebo y Ullrich- mantienen la misma jerarquía un año después. El resto, o no ha podido participar -Alexandre Vinokurov-, o han sucumbido en la carrera, como Hamilton, Zubeldia, Mayo, Moreau y Sastre.

El Tour, que descansa hoy, afronta la semana que se pensaba decisiva, las dos duras etapas alpinas, la espectacular cronoescalada de Alpe d'Huez, sin más cuentas pendientes que una hipotética resurrección de honor de algunos de tantos muertos o que la lucha de Klöden (29 años) y Mancebo (28), el recambio generacional, por la tercera plaza del podio. La segunda, por lo menos, parece tenerla asegurada Ivan Basso, el italiano de 27 años a quien el boss tejano ya ha aupado al puesto de heredero. Y es en la improbable figura de Basso, un corredor de naturaleza tímida y reservada, un ciclista en el que los nostálgicos ven revivida la figura del primer Felice Gimondi, su pedaleo armonioso, su gorrilla a la antigua, la visera sobre la nuca, en la que reposan las únicas esperanzas de pensar que no está hecho, que Armstrong aún no ha ganado su sexto Tour. O más que en su ambición, en sus ganas de comerse el mundo, de ir a por el gran premio una vez asegurado el segundo, la confianza recae en Bjarne Riis, en su director, hombre de colmillo afilado, de planificación perfecta, el hombre Tour que quebró en 1996 la racha de Miguel Indurain.

Armstrong, serio y concentrado, durante la etapa de ayer.
Armstrong, serio y concentrado, durante la etapa de ayer.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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