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SAN FERMÍN
Columna
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Casa desolada

Casi desolados, casa desolada. Se acabó el delirio. ¿Cómo se dirá en inglés "pobre de mí"? ¡Pasémonos al francés! Como dicen los amigos que con tanta pena nos acaban de dejar, "revenons à nos moutons": volvamos a lo que íbamos, a nuestros corderos. No digo que todos los de por aquí tengamos ganado, pero somos una sociedad que no ha perdido sus raíces rurales.

Quien más, quien menos, tiene una casa en el pueblo en la que reponerse del delirio. Somos la comunidad con el índice más alto de segundas viviendas -también la comunidad con uno de los índices más caros de primera vivienda y menos vivienda social-, lo que sólo quiere decir que antes o después volvemos al pueblo. De ahí nuestra nostalgia por unos encierros en los que las cuadrillas de mozos, holgadamente, con todo la calle del pueblo para ellos, se daban relevos. De ahí la pervivencia de la propia palabra "mozo", que no tiene que ver con la edad sino con nuestras raíces country.

Quien más, quien menos, tiene una casa en el pueblo en la que reponerse del delirio

Hablando de country: me acuerdo de una canción, no sé si country o western, titulada Poor Lonesome Me. ¡Pues eso va a ser en inglés "Pobre de mí"!

Volvemos a nuestros asuntos, que en las sociedades country suelen ser nuestro ganado y nuestros viejos pleitos. Un año más, en la Monumental pamplonesa hemos visto escenificado el viejo pleito que enfrenta de manera irreconciliable a los de sol y los de sombra. Unos se arrogan la legitimidad popular y otros la taurina, pero no hay quien los concilie y el pleito se promete eterno, como aquel de Casa desolada, en el que los biznietos de los primeros litigantes seguían interponiendo recursos, sin una idea precisa de por qué litigan.

Somos una comunidad bien dotada de universidades, pero desde no se sabe cuándo, la universidad pública y la privada están enzarzadas en un pleito al que no se le ve fin. La privada, inscrita en el registro, allá por los tiempos del nacional-catolicismo, como "Universidad Católica de Navarra", se arroga el nombre de "Universidad de Navarra" porque así lo ha consagrado el uso -y quizá porque considera que lo de católica, aquí, en la cuna del nacional-catolicismo, es redundante-. La pública, en tanto que fundada por los poderes públicos, reclama con fundamento el nombre que la privada hace suyo. Los unos por los otros y el mocerío con este nivel de inglés. De picapleitos y enredalitigios andamos bien: véase al diputado Del Burgo en la comisión del 11-M.

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Pleitos tengas y los ganes. Somos una pequeña comunidad, country y algo western, que, aparte de tener tendencia -no sin fundamento- a pleitear en todos y cada uno de los asuntos de la vida política, social y cultural, necesitamos al menos una vez al año vernos reconocidos, internacionalmente si es posible, como los primeros en algo.

Acabamos de volver a aparecer en las encuestas como los primeros en materia de ingerir alcohol. En algo habrá contribuido a ello nuestra internacional fiesta. Pero no crean: en días tristes y solitarios -poor lonesome me!- como el de hoy, casi desolados en la casa desolada, pensamos que vamos a corregirnos y que de este curso no pasa: este año aprendemos inglés, en la universidad que sea, se llame como se llame, y el que viene damos la campanada.

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