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SAN FERMÍN
Columna
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Horror al vacío

El Trofeo San Fermín de motosierras, tradicional acto del programa festivo que en el año en curso ha alcanzando ya su sexta edición, no sólo restituye a esa impresionante herramienta mecánica el carácter utilitario que conviene que prime en ella, sino que explora sus posibilidades lúdicas e incluso artísticas. Es que, desde La matanza de Texas, título fundacional del terror cinematográfico moderno, sobre las motosierras ha caído un baldón que no hay quien lo levante. Desde esa película, es difícil oír rugir una motosierra sin que la mente se vea asaltada por imágenes aterradoras de la mecanizada criminalidad de nuestros días.

Frente a tan terroríficas imágenes, incrustadas en el imaginario colectivo, el Trofeo San Fermín de motosierras, humilde, festivamente, regocija a la afición con la pericia que en su manejo deportivo demuestran nuestros motoserralaris y revela las posibilidades instrumentales que esta herramienta tiene en el noble campo de las artes. Los motoserralaris de la sexta edición del certamen sanferminero tallaron piezas cuya artisticidad no queda lejos del figurativismo escultórico que tanto gusta a la alcaldesa de Pamplona. Como esas amas de casa que combaten el horror al vacío desplegando por cada repisa de la casa la cacharrería de la más inverosímil factura, la señora que ostenta la vara de mando en la ciudad de Pamplona nos viene atormentando con una colección de piezas escultóricas que incitan al aullido.

La alcaldesa nos viene atormentando con una colección de piezas escultóricas que incitan al aullido

La última de las que ha colocado, un Sancho el Mayor al que algunos encontramos parecido con la realeza de las barajas de Fournier, tiene la rara virtud de haber puesto de acuerdo a todos: los aullidos han sido unánimes.

Pamplona aúlla. Ya es una novedad. Según el viajero de antaño, es una ciudad que bosteza. Eso fuera de los sanfermines, claro. Por sus fiestas, más bien es una ciudad que se amontona. El cartel festivo de este año, que tiene por tema el montón, también ha tenido la rara virtud de gustar a los más. Sí, el montón es lo característico de aquí. Frente al horror al vacío, la autoridad con vara de mando en la ciudad ha optado por el amontonamiento de actividades, de igual manera que en el modelo de ciudad ha optado por la montonera de obras, cuyo elemento arquitectónico prevaleciente es la gran escala. Que la gran escala dé lugar a grandes vacío interiores es otro problema.

Hasta el Trofeo San Fermín de motosierras suscita el asunto del modelo de fiestas y de ciudad. El Trofeo es una actividad más del montón, reducida a las dimensiones del pintoresquismo autóctono, cuando, con tantos leñadores australianos y norteamericanos como andan amontonados por nuestras calles, aquí podría organizarse un auténtico fórum multicultural del hacha y las motosierras.

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Como notó el astro de la NBA que nos visitó hace unos días, sorprende que los nativos no sean más proclives al multilingüismo. Es una opción cultural, y política, claro está. Otro modelo de fiesta y de ciudad. No obstante, eso no les llamó tanto la atención a Hemingway y primera señora, que en 1923 salieron de Pamplona con dos curas y dos guardias civiles, hablando con unos en latín y con los otros en el idioma universal de la bota (la de las tres zetas).

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