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Columna
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Banderas

Málaga, y creo que Andalucía, debe felicitarse por que Antonio Banderas siga siendo un embajador de nuestra tierra, sin pasar por ventanilla, todo lo contrario de ese gran patriota, Julio Iglesias, que, de la mano de un no menor patriota, Eduardo Zaplana, le calentó el bolsillo y la cartera por promocionar la Comunidad Valenciana.

Me cuentan que, en su día, lo único que pidió Banderas a la Junta fue una botella de aceite, cuando promocionó nuestros productos en Estados Unidos. Cuando hay clase y amor a su tierra, la ventanilla no existe.

Hace años Antonio Banderas y el entonces consejero de Agricultura, Paulino Plata, sufrieron una campaña mediática y política injusta y canallesca, porque hubo quien dijo que el actor malagueño se había llevado el manso.

De entonces a ahora, las cosas han ido a mejor. Aparte de sus negocios relacionados con uno de nuestros productos estrella, el aceite virgen, la gastronomía y otros compromisos personales, muchos de los cuales no son conocidos ni por sus más allegados, Antonio Banderas recuerda sus raíces y lidera la Fundación Teatro del Puerto haciendo realidad viejos sueños y viejas deudas románticas con la tierra que lo vio nacer. Hacen bien las instituciones en apoyar esta iniciativa que, debidamente orientada, puede ayudar sobremanera a la imagen de Andalucía.

Debe nuestra tierra aprovechar más y mejor a los andaluces que tienen bien ganado prestigio fuera y ser embajadores de la nueva Andalucía, como ya hiciera este periódico en unas excelentes páginas dedicadas al turismo y en las que una serie de personajes andaluces invitaban a visitarla. No es nada nuevo, pero está demostrado que cuando una persona famosa, en este caso Antonio Banderas, cree y vive lo que dice, es más fácil trasladar el mensaje. De momento, el actor malagueño ha hecho una apuesta decidida por devolver parte de lo que le dio Málaga. Aún tiene mucho por recorrer.

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