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Columna
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'In War we trust'

En la tarde del 12 de septiembre de 2001, cuando los escombros de las Torres Gemelas aún humeaban y no era posible conocer con exactitud el número de vidas perdidas, el presidente Bush reunió a algunos de sus más íntimos colaboradores, a los que instó a averiguar si Sadam Hussein estaba implicado de alguna manera en el atentado. Uno de los convocados, Richard A. Clarke, a la sazón coordinador del Consejo de Seguridad Nacional, relata así el final de su conversación con el presidente de los Estados Unidos: "Por supuesto, lo miraremos todo otra vez -estaba intentando mostrarme más respetuoso, más receptivo-. Pero, ya sabe, hemos investigado varias veces un posible patrocinio de Al Qaeda por parte de algún Estado y no hemos encontrado ningún vínculo real con Irak. Irán tiene algo que ver, al igual que Pakistán y Arabia Saudí, y Yemen". "Investiga a Irak, a Sadam -dijo el presidente, irritado, y se marchó". Unas horas antes de esa conversación, a lo largo de la mañana del día 12, Clarke fue consciente de que "el objetivo del Departamento de Defensa era comenzar a distanciarse de Al Qaeda".

Esta es la hipótesis que propone y desarrolla en su libro Contra todos los enemigos el que fuera denominado el zar antiterrorista de la Casa Blanca: "Al principio me resultó increíble que estuviéramos hablando de algo que no fuera capturar a los miembros de Al Qaeda. Luego me di cuenta (lo que me produjo un dolor casi físico) de que Rumsfeld y Wolfowitz iban a tratar de aprovechar esta tragedia nacional para sacar adelante sus planes sobre Irak. Desde el inicio de la legislatura, e incluso bastante antes, habían estado presionando para que se declarara la guerra a Irak. Mis amigos del Pentágono me habían dicho que se rumoreaba que invadiríamos Irak en algún momento durante el año 2002". ¿Por qué? La conclusión de Clarke es rotunda: el Gobierno de Bush politizó el antiterrorismo para asegurarse victorias electorales.

La patria con sangre entra. Ésta es, precisamente, la tesis de Samuel Huntington en su último libro, titulado ¿Quiénes somos? Los debates (batallas, según él) en torno a la identidad nacional de Estados Unidos se verán sustancialmente afectados "por la frecuencia con que los estadounidenses sufran repetidos atentados terroristas en su propio territorio y por la implicación de su país en guerras contra sus enemigos allende sus fronteras". De hecho, los atentados del 11-S y la guerra contra Irak (al menos durante su desarrollo como guerra convencional, hasta la toma de Bagdad) han supuesto un renacimiento del patriotismo norteamericano: según datos del propio Huntington, a primeros de octubre de 2001 el 80 % de los estadounidenses declaraban que estaban exhibiendo la bandera de las barras y las estrellas en sus casas, sus ropas o sus coches; tanta fue la demanda de banderas que los fabricantes tuvieron que hacer horas extra y quintuplicar la producción. Todo ello tuvo como consecuencia un retroceso de los movimientos deconstruccionistas, denominación bajo la que Huntington amalgama a cosmopolitas, multiculturalistas y, en general, a todos aquellos que cuestionan el dogma de la América WASP (White, Anglosaxon, Protestant; blanca, anglosajona, protestante).

Ahora bien: ¿qué ocurrirá con ese renacer patriótico si las amenazas se diluyen? "Si las amenazas externas amainan, los movimientos deconstruccionistas podrían adquirir un renovado ímpetu. Si Estados Unidos se ve permanentemente involucrado en luchas con enemigos externos, es probable que la influencia de dichos movimientos pierda intensidad. Si las amenazas externas son modestas, intermitentes y ambiguas, es muy posible que los estadounidenses continúen divididos acerca de los papeles adecuados que han de tener el Credo, la lengua y la cultura central en su identidad nacional". El patriotismo constitucional es un andamiaje damasiado débil como para sostener la pesada estructura de la Nación. In War we trust! En la guerra ponemos nuestra confianza.

No me digan que no es como para echarse a temblar. O mejor aún: no me digan que no es como para echarse a la calle y protestar, protestar, hasta enterrar a todos estos traficantes de patrias en el mar.

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