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EL COMANDO DE LA MATANZA DE MADRID / y 4

Oraciones, té y nada de prensa

Los 14 presos imputados por el 11-M prefieren vivir sin noticias del exterior

Francisco Peregil

Jamal Zougam, uno de los 14 presos implicados de forma más clara y directa en los atentados del 11-M, lloró cuando declaraba ante la justicia.

-Que yo no he hecho nada. ¡No he hecho nada!

A su lado se encontraba la abogada de oficio que le correspondió por sorteo. Zougam, dueño del locutorio Nuevo Siglo, en Lavapiés, está acusado de facilitar las tarjetas de teléfono a los siete suicidas que mataron a 192 personas. Además hay testigos que aseguran haberlo visto el 11-M en uno de los trenes. Su abogada, que prefiere mantenerse en el anonimato, asegura que hace un mes que no lo ha visitado.

-Pero en las tres o cuatro veces que lo vi siempre me decía lo mismo: que no ha hecho nada y que no sabe por qué está ahí.

Suárez, quien facilitó los explosivos a los suicidas, sufre trastornos psiquiátricos y es el único al que permiten la compañía de otro preso en su celda
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Zougam se halla junto a otros cuatro imputados por el 11-M en el módulo de aislamiento de Soto del Real, el mismo sitio donde paga su condena Alfredo Galán, el asesino de la baraja y el torturador Ricardo Miguel Cavallo, ex capitán de la Armada argentina.

Zougam no ha rechazado a la letrada por el hecho de ser mujer. Pero tampoco ha facilitado hasta el momento las cosas para demostrar su inocencia. No ha aportado detalles que lo desvinculen del resto de suicidas.

Los funcionarios del centro condujeron en dos ocasiones a Zougam hacia la sala de las ruedas de reconocimiento de Soto del Real. Colocaron a Zougam junto a otros hombres de rasgos parecidos. Un testigo lo identificó y otro no. La rueda fue filmada para proyectársela después a uno de los heridos ingresados en el hospital. Y Zougam volvió a su celda de cuatro metros de largo por dos de ancho donde pasa más de 20 horas al día.

En la actualidad hay en España casi 600 presos terroristas. De ellos, más de 500 son miembros de ETA. Un total de 26 pertenecen a la célula de Al Qaeda desarticulada por el juez Baltasar Garzón en noviembre de 2001 tras seis años de investigación. Otros siete pertenecen al Grupo Islamista Argelino (GIA), que abanderó varios atentandos con bomba en Francia durante los años noventa. Y cuatro fueron detenidos en febrero de 2003 en Girona y Barcelona acusados de maquinar operaciones de terrorismo islamista.

De los 600 presos condenados en España por pertenencia a banda armada, 51 son terroristas islamistas. Y de ellos, 14 procesados por el 11-M

En total son 37 los radicales islamistas encarcelados, a quienes hay que sumar los 14 de la matanza del 11-M. A partir de esa fecha, a todos ellos les fue restringida la capacidad de movimientos dentro de la cárcel, entre otros motivos, para evitar agresiones por parte de los presos comunes.

Jamal Zougam y los otros cuatro imputados que se encuentran en Soto del Real permanecen en el mismo módulo de aislamiento y en la misma galería, pero en distintas celdas. Al tratarse de la cárcel más moderna de Madrid, su habitáculo dispone de ducha de plato y espejo de metacrilato, material que no puede romperse para ser usado como arma. Al abrir la ventana de la celda lo único que ven es una pared de hormigón a tres metros y un patio de luz sin actividad.

En ningún momento pueden verse entre ellos. Salen al patio de uno en uno. No tienen permitido el acceso al polideportivo ni al salón de actos ni al comedor. Podrían comunicarse a voces a través de las ventanas, pero no lo hacen.

La comida se la pasa por una rejilla un preso interno de los que trabajan acompañados por un funcionario. El contacto físico no se da en ningún momento.

Ninguno compra tabaco en el economato. Solo té, café y otras infusiones

Jamal Zougam y Mohamed Bekkali suelen salir al patio. Los otros tres, Abderrahim Zbakh, Mohamed Bouharrat y Saed el Harrak prefieren quedarse en sus celdas. Día y noche sin hablar con nadie.

Tienen derecho a solicitar una radio o alguna televisión. Si los compran o se los traen algún familiar, nada impediría que accedieran a estos aparatos. Pero ninguno de los 14 presos repartidos por las tres cárceles madrileñas ha solicitado nada. Ni siquiera periódicos de la biblioteca.

El único vínculo con el exterior son los familiares y los abogados de oficio. Hasta el momento, todos los presos de Soto del Real han recibido visitas de sus familias, excepto Abderrahim Zbakh, licenciado en química por la universidad de Tetuán, a quien sólo ha visitado su abogado de oficio.

Abderrahim trabajaba con Jamal Zougam en el locutorio de el Nuevo Siglo.

Jamal Zougam, a quien dos testigos aseguran haber visto en un tren, lloraba ante el juez y repetía: "No he hecho nada, no he hecho nada"

-Él me dice que no conocía a ninguno de los suicidas -indica su abogado, quien prefiere también preservar su anonimato-. Supongo que la policía debe tener alguna prueba contra él, pero a mí no me lo dirá el juez hasta que no se levante el secreto de sumario. Tampoco sé si es licenciado en Químicas por la universidad de Tetuán, tal como ha salido en la prensa.

En efecto, la policía asegura que Abderrahim es licenciado en Químicas y que hay huellas de él en la casa de Chinchón donde los terroristas suicidas prepararon los explosivos.

Los cinco presos de Soto del Real rezan "de vez en cuando", pero "tampoco mucho", según los funcionarios. Los primeros días Jamal Zougam profirió algún gritó de "Alá es grande" que no fue secundado por los otros cuatro. Las relaciones con los funcionarios son distantes y correctas.

Aunque algunos de los 14 presos ocupan celdas con varias camas, a ninguno les está permitido compartir celdas. Con una sóla excepción: José Emilio Suárez Trashorras, el antiguo minero asturianos que supuestamente facilitó los explosivos a los terroristas.

Suárez Trashorras padece trastornos psiquiátricos. Tanto el juez como los funcionarios temen que atente contra su vida. Ésa es la razón por la que la dirección de Alcalá Meco le ha asignado la compañía de un preso en su celda.

Al principio, Trashorras no quería ni salir al patio. Hace sólo cinco o seis día que lo solicitó. Sale una hora por la mañana y otra por la tarde, siempre con el preso de acompañamiento a su lado.

Hasta el momento lo han visitado su mujer, su hermano, su cuñado y sus padres. Se pasa el día escribiendo mucho a su familia. Cada vez que habla con alguien insiste en que no le pueden "cargar" algo que él no hizo.

Un comportamiento similar muestra Rafa Zuheir, el hombre que puso en contacto a José Emilio Suárez Trashorras con el suicida Jamal Ahmidan, El Chino, quien alquiló la casa de Chinchón. Zuheir solía dejarse ver por las calles de Lavapiés acompañado de mujeres del Este. En el barrio se le vinculaba al mundo de la droga y de la prostitución.

Cuando le detuvieron gritó:

-¿Cómo me hacéis esto a mí que soy confidente?

Ahora se encuentra en la cárcel de Valdemoro, donde han ido a parar otros cinco imputados. Cada uno en su celda. A Zuheir han ido a visitarlo su madre y un hermanastro.

Rafa Zuheir se pasa el día escribiendo cartas. Hasta el momento ha remitido misivas al Rey, al presidente del Gobierno, al juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo y al propio director de la cárcel. Siempre sostiene que él no ha sido, que es inocente y español, que nunca participaría en nada que hiciese daño a nadie.

En Valdemoro, la cárcel de Zuheir, la rutina siempre es la misma: a las ocho menos cuarto de la mañana los despiertan. Se realiza el recuento. Desayunan en la celda para evitar contactos con los otros presos. Cada uno cuenta con cuatro horas de patio, a veces por la mañana y otras veces por la tarde. Pueden salir acompañados por otros presos comunes, pero nunca en grupos de más de cuatro personas. A la una de la tarde almuerzan en la celda. La comida se la lleva un preso interno acompañado por un funcionario. Y a las siete, la cena.

Abdellila el Fauad y Fouad el Morabit Anghar, dos de los tres presos imputados por el 11-M que se encuentran en la prisión de Alcalá Meco, pidieron a la biblioteca algunos libros para leer. Pero apenas los han abierto.

Todos ellos hablan perfectamente español. La mayoría llevaban varios años viviendo en España y algunos disponen de títulos universitarios. Fouad el Morabit Anghar, por ejemplo, estudió ingeniería aeronáutica en la universidad Politécnica de Madrid. La policía descubrió llamadas telefónicas entre él y algunos de los suicidas.

Mohamed Bekkali, mecánico de profesión, estudió nociones de física aplicada. Él asegura que dormía en el momento de los atentados y rechaza cualquier vinculación con Al Qaeda, pero la policía insiste en inculparlo.

Todos los imputados, exceptos José Emilio Suárez Trashorras, han optado por el menú para musulmanes disponible en las cárceles. A los funcionarios de las tres prisiones en las que se encuentran repartidos les ha llamado la atención que ninguno de los 14 suele comprar tabaco, el producto más solicitado en todos los economatos de la prisión.

Cada uno de ellos dispone de una especie de tarjeta de crédito que sólo es válida en la cárcel y se carga con el dinero que ingresan ellos y sus familiares. Cada vez que desean algún producto un ordenanza se desplaza desde la celda de aislamiento a una pequeña habitación que en cada módulo ejerce las funciones de economato. El funcionario realiza la compra y le lleva el producto, que en el caso de ellos, casi siempre es té, café o cualquier otro tipo de infusión.

Hasta el momento, todos sus abogados pertenecen al turno de de oficio. Ninguno ha gastado un euro en su defensa. Pero alguno de los letrados sospecha que sus clientes contratarán a otros abogados en cuanto se levante el secreto de sumario.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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