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Columna
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Desamparo

A los señores Ripoll y De España, yo les sugeriría que no se excediesen en la defensa de Terra Mítica. Comprendo que traten de preservar la obra de Eduardo Zaplana de las miradas indiscretas de los jueces y evitar que el escándalo se propague. Pero debo advertirles que corren el riesgo de agotar los argumentos y encontrarse sin palabras cuando llegue la hora de pelear por la Ciudad de la Luz. Algún día habrá que inaugurar esa extraordinaria factoría y veremos qué sucede en ese momento. Me temo que deberán multiplicarse ustedes para convencer a los valencianos que el dinero enterrado en esa empresa lo vamos a recuperar. Porque un error, aunque fuera un error cantado como el de Terra Mítica, podrán excusarlo los ciudadanos, pero una segunda equivocación den por seguro que les arruinará. Incluso podría llevarse por delante a una persona tan prudente como García Antón, a quien no hace mucho aún le escuchábamos cantar las excelencias (¡) del plan de acción territorial para la zona.

Cinco o seis años después de colocar la primera piedra y tras presentar el proyecto en sociedad innumerables veces -hemos perdido ya la memoria de estas cosas- la Ciudad de la Luz es un misterio. Puede decirse que lo ignoramos todo sobre ella. Lo ignoramos los ciudadanos, como suele ser habitual, y lo ignora la oposición, a quien el otro día, precisamente, dieron con la puerta en las narices. Incluso es probable que lo ignore el propio Gobierno. Al día de hoy, se desconoce cuánto dinero llevamos invertido, la marcha de las obras, la aceptación que el proyecto haya podido tener entre la industria cinematográfica. En fin, que no sabemos nada. Nada de nada. De cuando en cuando, oímos decir que se rodará una película sobra los Borgia, o que Ridley Scott se ha interesado por el proyecto. Pero ¿qué valor tienen todas esas noticias? Está claro que ninguno.

Hasta el momento, la Ciudad de la Luz ha servido exclusivamente para arruinar la vida de 70 familias. Éste es el único dato real, incontrastable, del que se tiene noticia. Desde que en 1999 se expropiaron con urgencia las viviendas y los negocios a quienes vivían en los aledaños de la Ciudad de la Luz, no se han cumplido ninguna de las diferentes promesas que se les hicieron a estas personas. La indiferencia del Gobierno de la Generalidad y de las autoridades municipales para con estos ciudadanos ha sido absoluta, injusta, inhumana. Se les ha dejado en el más completo desamparo, sin que una sola de las viviendas prometidas se haya construido en estos cinco años.

Días atrás, el presidente de la Cámara de Comercio de Alicante declaraba que los empresarios alicantinos se sentían desamparados tras la suspensión de pagos de Terra Mítica. No sabríamos decir si su desamparo es mayor o menor que el de los vecinos de la Ciudad de la Luz. Al menos, los empresarios tienen la posibilidad de combatirlo. Les bastaría exigir para esta empresa lo que no quisieron reclamar en Terra Mítica: un plan de negocio serio y unos gestores competentes. Si ahora, como hicieron entonces, juzgan más conveniente callar, no vengan después presentándose como víctimas. Que estos desastres, señores, los pagamos todos.

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