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LA POSGUERRA DE IRAK | La investigación

La general Karpinski culpa a sus superiores de los malos tratos

La responsable de Abu Ghraib se opuso a que la inteligencia militar controlase las cárceles

La general de brigada Janis L. Karpinski, quien estuvo al frente de las prisiones en Irak, declaró ante investigadores del Ejército a principios de este año que se había resistido a decisiones adoptadas por sus superiores para dejar el control de las prisiones en manos de oficiales de la inteligencia militar y para autorizar el uso mortal de la fuerza como primer paso para mantener el orden, decisiones que han salido a la luz tras el escándalo de las torturas en Irak.

"Quiero que primero disparen y luego empleen la fuerza no mortal", dijo Sánchez
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Karpinski, al mando de la 800 Brigada de la Policía Militar habla de su resistencia ante las órdenes en un detallado relato que efectuó ante los investigadores militares de EE UU y señala como responsable de ambas órdenes a los responsables militares de EE UU en Irak, los generales Geoffrey Miller y Ricardo Sánchez. El relato aparece en un anexo clasificado secreto de la investigación interna del Ejército en los casos de abusos y torturas de detenidos en la prisión de Abu Gharib.

El testimonio de Karpinski ha visto la luz al mismo tiempo en que otro de los militares implicados en el escándalo, el teniente coronel Jerr L. Phillabaum, ha refutado las acusaciones y ha afirmado de forma oficial que en la prisión había una falta de recursos crónica y de que los mandos por encima de él no respondieron a ninguna de sus peticiones de ayuda. Phillabaum añadió que los policías militares que trabajaban allí no conocían ni los operativos de detención ni la Convención de Ginebra.

Según Karpinski, la decisión de transferir el control de la prisión a los miembros de la Inteligencia Militar fue abordada en el mes de septiembre en un encuentro con el general Miller, quien entonces se encontraba al mando del centro de detenidos de la base de Guantánamo, en Cuba. Miller había viajado a Irak por insistencia de altos mandos del Pentágono, quienes se encontraban frustrados por las pobres informaciones que estaban aportando los prisioneros de Abu Gharib. Hace dos semanas, Miller fue colocado al frente de las prisiones de EE UU en Irak.

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La general de EE UU -la primera mujer en ostentar este rango en una zona de combate- señaló que el general Miller quería que se guantanamizara la prisión. Un concepto que, de acuerdo con las críticas, abrió las puertas a los interrogatorios agresivos y servía para aflojar la lengua de presuntos terroristas en Guantánamo, pero no de iraquíes en una cárcel corriente. Miller, por su parte, ha declarado a través de un portavoz que no recuerda haber empleado el término guantanamizar.

-Esta prisión no es algo que yo le pueda entregar, le dijo Karpinski a Miller.

-Usted tiene a la Policía Militar y se encarga de abastecerlos, respondió el general.

-Pertenece a la Autoridad Provisional de la Coalición, replicó Karpinski.

"Podemos hacer esto a mi modo o de forma más difícil", aseguró entonces Miller pidiendo a todos los presentes que abandonaran la habitación y quedándose a solas con la general. "Tengo permiso del general Sánchez para tomar la instalación que quiera. Vamos a adoptar los métodos de la Inteligencia Militar en estas instalaciones porque la Inteligencia Militar no están obteniendo ahora la información que debería de esos detenidos. Vamos a traer a policías militares que saben cómo llevar un interrogatorio", añadió.

Miller ha negado haber realizado estos comentarios.

Siempre según Karpinski, finalmente fue el general Sánchez quien en noviembre decidió relajar las reglas de combate vigentes hasta ese momento para que los guardias se sintieran libres de utilizar la fuerza, incluso letal, en caso de cualquier disturbio. El detonante fue una revuelta en la prisión en la tarde del 24 de noviembre a causa de la falta de ropa y alimentos para los prisioneros, así como el aislamiento de las familias y las detenciones indefinidas. Tres iraquíes resultaron muertos y nueve soldados de EE UU fueron heridos. "Llovían piedras", recuerda el sargento William Savage. "Estaba todo tan fuera de control que tuvimos que utilizar munición real".

La general asegura que Sánchez expresó su disgusto porque desde el primer momento no se emplearon las armas para acabar con los disturbios. "Estoy cansado de esta mentalidad de la Policía Militar. Quiero que primero disparen y luego empleen la fuerza no mortal", asegura Karpinski que dijo. La general le explicó que eso violaba las reglas de combate. "No me importan las reglas; si constituyen un problema, cámbielas. No hay diferencia si están tirando piedras o raciones de comida. Van armados. Use la fuerza letal", replicó Sánchez. El general al mando de las tropas de EE UU en Irak ha negado haber dicho que no le importaban las reglas y ha señalado que en su conversación con Karpinski trataba de corregir la interpretación de la regla de "respuesta proporcionada".

"Se cambiaron las reglas de combate estimo que en cuatro ocasiones", señaló ante el Senado de EE UU el general Antonio Taguba, autor del informe sobre el caso. "Creo que la última vez fue en noviembre del año pasado". Según Cruz Roja entre mayo y noviembre de 2003, 23 detenidos había sido tiroteados en Abu Gharib y otras dos prisiones en Irak. "Se podrían haber adoptados medidas no mortales para obtener los mismos resultados y reprimir las protestas o neutralizar personas", explica en un informe la organización internacional.

La general Karpinski con Donald Rumsfeld (centro), en una prisión de Bagdad en septiembre de 2003.
La general Karpinski con Donald Rumsfeld (centro), en una prisión de Bagdad en septiembre de 2003.REUTERS

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