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Tribuna:FÚTBOL | Secuelas del 'derby' madrileño
Tribuna
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Una mirada a la cantera

Un gran club, caso del Real Madrid, cuestionado por su política de zidanes y pavones, tiene la obligación de aunar dos realidades inexcusables: el trabajo de cantera y su primer objetivo, ganar siempre. Saber conciliar estas dos realidades es la clave del éxito. Esa conjunción presenta dificultades, ya que no siempre es fácil otorgar oportunidades a los canteranos sin debilitar el juego de un equipo obligado a ganar.

Cuando Mauricio Macri accedió a la presidencia de Boca Juniors anunció que su intención era que el primer equipo estuviese compuesto por la fórmula 9-11, lo que significaba que de los 11 que saltaran al campo, 9 debían ser de la cantera. Si bien esas intenciones parecían muy loables, en la práctica, los grandes éxitos del equipo se basaron en una aportación muy minoritaria de los canteranos, ya que sólo Burdisso, Battaglia y Tévez (aunque éste estuvo hasta los 15 años en All Boys), provenían de las inferiores, mientras que los jugadores más significativos -Bermúdez, Serna, Palermo, Delgado, Cagna, Barros Schelotto, Ibarra, Riquelme, Samuel, Schiavi, Cassini...- provenían de otros clubes. La gestión de Carlos Bianchi, técnico de Boca, tuvo el sentido común de fijarse en la cantera con el agregado de incorporar jugadores de otros equipos que ayudaran a mantener un equipo tremendamente competitivo en todo momento.

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El trabajo en la cantera es fundamental por dos motivos: por el sostén económico y por la cuestión afectiva. El fútbol es una empresa en la que también influyen los sentimientos, los valores. Cuestiones intangibles como el sentido de pertenencia a un grupo, la unión a una historia, la fidelidad a una manera de actuar, de pensar, de comportarse, en definitiva una manera de entender el fútbol y casi la vida. Los valores que mama el canterano se transmiten a toda la plantilla y las incorporaciones se empapan con ese espíritu.

Todo esto conlleva a que los hinchas y los jugadores se identifiquen con un club y se genere un alto compromiso con la institución. En Argentina esta identificación es tan fuerte que podemos descubrir en qué cantera se han formado los jugadores por su tipo de juego. Se descubre su procedencia por su manera de tratar el balón, por su carácter, su capacidad táctica... Hay verdaderas escuelas determinadas por una tradición. Un diez de River se reconoce a la legua, hay un paralelismo entre Onega, Alonso, Gallardo, Aimar, y D'Alesandro. Los cinco de Argentinos Juniors tienen un mismo estilo: Batista, Redondo, Riquelme y Cambiasso. Un nueve de Boca, igual: Valentín, el Tanque Rojas, Batistuta o Palermo tienen unas condiciones que se repiten y son valoradas por esa hinchada.

Si bien es sencillo hablar de que hay que darle oportunidades a los canteranos, no resulta fácil establecer el momento oportuno para hacerlo. Para acertar en ese periodo crucial que va de un chico con proyección a un jugador profesional, se requiere tener ojo clínico para respetar los tiempos de los jugadores, que nunca se repiten, porque no hay dos jugadores iguales, ni dos plantillas iguales.

Cuando Fernando Redondo dudaba entre empezar sus estudios universitarios o dedicarse al fútbol, entendí que la forma en que no se perdiera era ofrecerle la posibilidad de jugar en Primera. A pesar de tener Argentinos Juniors un equipo muy competitivo, intercedí para acelerar su promoción al primer equipo. Los resultados están a la vista. A veces se otorgan posibilidades prematuramente, acortando los tiempos naturales por necesidad del equipo o por mala planificación. De esta forma, se le exigen resultados a chicos que no están preparados psicológica, táctica o técnicamente para la competencia profesional con unos resultados negativos y a veces irreversibles.

En definitiva, el apoyo a la cantera no debe obviar un mandamiento fundamental del fútbol: que el primer equipo debe ser construido para ganar, por lo que cada jugador de la cantera debe ser medido por lo que puede aportar a ese equipo, con independencia de su procedencia.

José Pekerman ha sido campeón mundial sub 21 en tres ocasiones y máximo responsable técnico de la selección absoluta de Argentina.

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