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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Martes ya no se escribe con ge

Una fiesta para la que sólo se convocó a unos pocos amigos. Una fiesta que inicialmente era de decimotercer aniversario mutó en despedida, se escoró hacia el hasta luego y concluyó convertida en la celebración de que Gloria, Guillem y Gat, los del Club de la G, tienen un día más en la semana. Ahora dispondrán de la noche del martes. Desde hace 13 años las dedicaban a la programación del G's Club, un rincón donde las músicas menos complacientes tenían asomo en la cartelera musical barcelonesa. Ahora que temporalmente cesan en esta actividad, que no en otras referidas a su pasión por la música, los martes se han convertido para ellos en un día más para cenar con los amigos, ir al cine o quedarse en casa haciendo lo que muchos otros: quejarse de la televisión.

El G's Club se despidió el martes en el Sidecar después de 13 años de programar la música menos complaciente

El G's Club hacía temporalmente mutis en el Sidecar, local que ha acogido su programación en los últimos 10 años. La cosa comenzó en el recordado Communiqué de L'Hospitalet, donde el ausente Pepe, hoy hablando con Joey Ramone en algún bar ingrávido, dio cobijo a una idea que no quería parecerse a ninguna otra. Las músicas de carácter experimental, voluntad de riesgo y cierto desdén por la popularidad tendrían su rinconcito soleado en aquel diminuto local con espíritu de bodega y aspecto de criadero de champiñones. Gloria, Guillem y Gat, tres activistas no impelidos por el ánimo de lucro, encontraban así un lugar donde afirmar su singularidad, por extensión la de una minoría de personas que no veían sus gustos reflejados en los usos y consumos culturales de la ciudad. Allí estuvieron cerca de cuatro años para luego buscar cobijo en el Sidecar. Cada martes.

"Quisimos programar precisamente en martes para separarnos del aluvión de público que sólo sale el fin de semana. Buscábamos que a nuestros actos y conciertos sólo viniesen aquellos que estaban realmente interesados". Con Guillem, que es quien esto afirmaba el martes por la noche, no casa ninguna acepción de gregarismo. Se abanicaba esparciendo por el aire un tenue olor a perfume que no diluía su inveterada costumbre de fumar tabaco negro. Estaba contento, por vez primera en 13 años no atendía el chiringuito donde vendía discos del sello. Esta noche era especial, la tenía libre. Reía. "No es una despedida, es un parar para pensar. Últimamente ya no asumíamos los riesgos de antaño y nos ha parecido oportuno considerar otras posibilidades de acción". Los automatismos generan rigidez; el acomodo, hastío; el óxido nunca muere, que cantaba Neil Young.

Entre los asistentes a la fiesta no podía distinguirse quién era músico y quién espectador. De hecho todos parecían artistas. Josep Maria Jordana los grababa con su cámara como cada martes de los últimos 13 años. Lógico que su empresa se llame Habitual Video Team. Una de las personas que estaban a mi vera abandonó la cercanía, subió al escenario y comenzó a jugar con un yoyó, reiterando el movimiento que lo accionaba y afirmando que había dedicado su absurda vida a repetirse hasta llegar allí. Hilarante. Otro artista trasteó con microsamplers, hubo un dúo de violonchelos y más tarde otro de los espectadores que estaban a mi lado tomó camino del escenario. Una colilla en la comisura, la ropa superpuesta en desordenadas capas, el cabello en guirigay y un papel en el que trastabillando leyó "si Guillem de la Glòria, perdem el Gat/ si engatem la guilla toquem la glòria/ si glorifiquem gat i guilla, guillem/...... gloriosa gatera de les tres ges guillades". Al bajar del escenario le pedí el papel. Era una hoja amarilla con el texto impreso en tinta de colores que destacaba las ges, letras que el público había pronunciado a modo de coro a instancias del artista. Era Pau Riba. Al pie de la hoja se leía: Cadaqués 2/1/97.

Pasó zumbando Gat. No tenía la noche libre como Guillem y Gloria, pues se ocupaba del sonido y corría del escenario a la mesa. En una de las carreras tuvo tiempo de largarme un mapa del Fòrum que cuestiona de arriba abajo la iniciativa cultural que se nos viene encima. En el G's Club siempre hay tiempo para encontrar el disenso, la reflexión, la crítica. En el escenario, un grupo con varios arquitectos en sus filas tocaba con una guitarra hecha a partir de una lata de membrillo. Más tarde dos guitarristas llevaban al extremo un sonido parecido al que hace un dedo húmedo al deslizarse por la superficie de un globo, y luego otro creador manipulaba un giradiscos hasta convertir en caricia el chirrido enervante de una tiza al frotar el encerado. Sí, el territorio del G's Club se inicia donde acaban las lindes de lo alternativo. Ese territorio se despidió de los martes de Barcelona con el simpar Anki Toner cantando por segunda vez en la noche My way. Esta vez en catalán "por si cae una subvención", dijo antes de entonar un "a ma manera" que sonó fonéticamente lúbrico. Martes y 13: a la decimotercera el martes ha perdido tres ges.

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