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Análisis:FÚTBOL | Ida de los octavos de final de la Liga de Campeones
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Viva Valerón

José Sámano

No hay mejor versión española de Zidane que la de Valerón. En ocasiones injustamente rebajado por su aire melancólico y su falta de pegada mediática, este canario de toque y zancada sosegada tiene un satélite en el cerebro que le permite tener una panorámica privilegiada del juego. Lo ve y lo ejecuta con eficacia, con una falsa sencillez y sin necesidad de los gestos circenses -dentro o fuera del campo- que falsamente perfuman a jugadores de medio pelo.

Valerón es un futbolista de verdad, entero, de una sola pieza. En su juego no hay nada postizo, está despojado de accesorios inútiles. Él interpreta el fútbol con la pulcritud imprescindible para que todos los que gravitan a su alrededor parezcan mucho mejores. Sabe cuándo hay que parar, cuándo girar el telescopio a una orilla u otra y cuándo se debe acelerar. Desde luego, el chico no es una gacela y en una carrerita de la plantilla deportivista llegaría en el camión escoba. ¿Y qué más da? Cuando él se enchufa, el Deportivo es rapidísimo, se apresura con la velocidad justa, porque con la marcha en primera Valerón hace que la pelota se vuelva supersónica. A su ritmo, con esa cadencia justa que muchos traducen por pereza, es el balón el que suda tinta. O los contrarios, como les ocurrió a los fogoneros del Juventus, que cazaron moscas durante buena parte de la noche por culpa del tal Valerón, que les dio un máster de fútbol, muy bien escoltado, por cierto, por Sergio, un jugador de ida y vuelta, explosivo en las dos direcciones, que mezcla de maravilla con el canario y el eterno Mauro Silva.

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En una jornada complicada, con la vieja y rocosa Juve enfrente y con las cantinelas previas sobre las espantadas del canario en días de altos vuelos, Valerón estuvo soberbio, varios cuerpos por encima del resto de los actores, incluidos las estrellas rosas de los italianos. Del oropel de Nedved o Del Piero sólo le separa un maquillaje más atrevido -un botellazo al pelo y las patillas a navaja, por ejemplo- y un verbo más estridente para que los focos no equivoquen el disparo. Sobre la cancha resiste la comparación con cualquiera.

Frente a la empachosa Juve, si el Deportivo no sacó mayor ventaja, sobre todo en el primer tramo, fue por el mal momento que atraviesa Tristán, al que Valerón puso una y otra vez en órbita sin mucho éxito. Tristán lleva un tiempo entre tinieblas, lo que le ofusca ante el gol y le resta luces. Algo genético en la mayoría de los delanteros del planeta, a los que ni siquiera visionarios como Valerón son siempre capaces de activar. Ni siquiera cuando se remangan y roban la pelota con más frecuencia que de costumbre, como también hizo ayer el canario, que hasta demostró tener el depósito en óptimo estado.

Valerón es el jugador español con más clase, el eje sobre el que debe pivotar la selección. Sólo falta que se crea lo bueno que es, que se lo metan entre ceja y ceja él y los que le arropen en Portugal. Entre todos deberían sentarle en el diván con tal fin o bien obligarle a tener de cabecera un póster de Zidane o de un galáctico similar. El presidente Lendoiro ya lo ha hecho renovándole hasta el final de su carrera. Y menudo ojo tiene el directivo gallego.

Hasta que en España alguien siga la misma pauta: Viva Valerón.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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