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El hachazo del 'Último Mohicano'

Julen Guerrero se perdió el primer derby vasco en 11 años y su sucesor en el santoral rojiblanco, Paco Yeste, que llevaba tres tantos en tres partidos desde que se decidiera por su nuevo look, sepultó la nostalgia con un remate a la media vuelta que puso a la Real en desventaja cuando menos se lo esperaba. Porque los locales, con Kovacevic y Nihat de estiletes, habían enviado el balón en ocasiones a los postes de la portería de Westerveld en los primeros 15 minutos del partido, y habían arrinconado a los leones sin obtener recompensa, justo al revés que los de Ernesto Valverde.

Si la Real se recuperó en unos minutos fue gracias a Karpin, ahora también empresario, el veterano en mil batallas, el astuto líder espiritual de la Real, que lo mismo vale para cerrar en su área un contragolpe del Athletic, como para poner el último pase en el área de Aranzubia o para que Nihat empujara, rondando el descanso, el balón suavemente a gol. El jugador turco volvía, una vez más, por sus fueros.

Yeste, el jugador cuya cresta punk inspiró el mote de Último Mohicano tuvo más despliegue del habitual. Señalado por casquivano y displicente, Yeste, que tiene 23 años, tuvo un momento de prepotencia. Bajó a marcar, lanzó los tiros libres, remató desde fuera del área con la derecha -obligó a Westerveld a marcarse una palomita para salvar su marco- y se aprovechó de un rechace en el área de la Real para disparar a la media vuelta, rápido y sin dar tiempo a Schürrer y a Kvarme a que le cerraran el ángulo.

Fue un gol quirúrgico,porque dejó planchada a la Real en el momento en que parecía que se comía al Athletic a base de centros a la olla. Los balones caían desde la izquierda, lanzados por Aranzabal, y desde la derecha, colgados por Karpin, sin que ninguno de los centrales del Athletic -y el que menos, Karanka- consiguiera imponerse en el juego aéreo a la potencia de Kovacevic.

El Athletic, con tres partidos seguidos ganados, insistía en igualar una estadística relegada al olvido desde la temporada 1997-98. La expulsión de Gurpegui, lo nunca visto en la historia de los derbies vascos, le ofreció una nueva perspectiva del partido. De inicio, el relevo en la cancha de Orbáiz por Urzaiz, el trotamundos que precisamente ayer cumplía 300 partidos.

La eficacia de Yeste, marcada por su peinado, tan rebelde para el aficionado clásico de San Mamés, hizo olvidar una de las manías de Tiko: batir a Westerveld, una de las víctimas predilectas del punto de mira que lleva en la diestra. Por una vez, el portero de la Real se libró de un tikotazo -de momento ha recibido cuatro-, pero a cambio se encontró con un hachazo del irreverente Último Mohicano.

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