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Tribuna:LAS SECUELAS DE LA ENTREVISTA DE CAROD CON ETA
Tribuna
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Un fatídico lunes, por la noche

El affaire Carod colea y coleará. Pasé por Madrid el fin de semana. Siempre es agradable viajar y pasear por los jardines de la capital de otro país -los de Oriente, el Prado y Recoletos son exquisitos-, visitar sus museos, teatros y fogones. De los mejores. Pero me pudo la curiosidad y llamé a varios amigos del PSOE de Madrid. Están seguros que ahora su partido perderá las elecciones y creen posible que el PP consiga la mayoría absoluta. Piensan que, a continuación, José Bono sustituirá a Rodríguez Zapatero al frente del partido si éste no supera los votos de Almunia en el 2000 y alcanza los de Felipe González en 1996. Mis fuentes son moderadas en el socialismo español y les angustia su anunciada derrota del 14-M. Pero aún más ese posible recambio de liderazgo: esto les produce escalofríos. Creen que la filtración a ABC de la reunión de Carod con los jefes de ETA y la inteligente explotación que de ella ha hecho el PP hace inevitable ambas cosas. Una inteligente jugada de quien la inició.

"Quien manda en el PSC no es Rodríguez-Zapatero. Políticamente eso es lo relevante del 'affaire' Carod"

Todo comenzó cuando el Secretario General del PSC, Montilla, se lo aclaró al Secretario General del PSOE, Zapatero, el último lunes de enero, a la noche: "En el PSC manda su presidente, Maragall, que es el presidente del PSC y de la Generalitat de Catalunya". Zapatero perdió los papeles queriendo imponer a Maragall su ultimátum lanzado a las 23.00: exigía que aceptase la dimisión de su Conseller en Cap por desleal. Y lo peor del asunto es que dio pie, con su exceso, a la respuesta de Montilla: "El PSC es un partido coaligado al PSOE, y las decisiones se acuerdan, no se imponen...". Ésa es la cuestión: quien manda en el PSC no es Zapatero.

Políticamente eso es lo relevante del affaire Carod. Porque si bien es lamentable que el ex Conseller en Cap no midiera el alcance de la irresponsabilidad de sus actos políticos, provocando la crisis mas grave que haya afectado al Govern de Catalunya en sus 26 años de existencia, lo es mucho más que Zapatero tuviera que descubrir, ahora, que la autoridad del PSOE sólo alcanza al PSC si la negocia. Y si bien la salida de la crisis, decidida por Maragall pero hablada por Montilla con Ferraz, salva la situación política del PSC-PSOE, no la enmienda para el 15-M.

Y ésa es efectivamente la cuestión: ¿cómo mantener los pactos suscritos entre el PSC-ERC-IC después del ultimátum de Zapatero? Si el "tripartito" que gobierna en Catalunya no se mantenía, Maragall quedaba en minoría en el Parlament cogido del brazo de Saura al no aceptar ERC permanecer en el Govern si era "cesado" Carod por exigencia del PSOE. En fin, ese lunes fatídico, a la noche, irreparablemente algo se rompió entre el PSOE y el PSC al ponerse Montilla en su sitio, recordarle a Zapatero que, allí, él no mandaba, y que había que negociar con ERC la "salida" de Carod con el único interlocutor capaz: Maragall, y que allí, él, no pintaba nada.

Mis amigos de Madrid acusan a Carod-Rovira de deslealtad con toda la razón del mundo. Es cierto y lo del ex Conseller en Cap es muy fuerte. Sin embargo yo les digo que la deslealtad del líder de ERC, grave donde la busques, es relativamente menor si se compara con la de algunos barones del PSOE, especialmente los dos pepes, Bono e Ibarra. Su cascada de declaraciones, rebotadas en los matinales de la SER, RNE, COPE y OC, de máxima audiencia, resulta escandalosa. Y no sólo porque perjudica claramente las expectativas electorales de su propio partido, y las de su líder Zapatero, sino porque afecta al crédito del PSC y a la estabilidad política y el respeto debido por todos, ambos inclusive, hacia una institución política del Estado Español como es la Presidencia de la Generalitat y la autonomía constitucional de Cataluña -¿no forma ésta jurídicamente parte del "bloque constitucional" español, como el resto de autonomías?-.

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Y lo es porque esa cascada de declaraciones son torpedos lanzados en la línea de flotación de la frágil embarcación que es el proyecto de Zapatero, que si era ya frágil y torpe de por sí ahora es zarandeado por los suyos. El hecho de encontrarnos a las puertas de unas elecciones no sólo enfría la ambición de Bono e Ibarra, sino que la excita. Ambos pepes actúan como agentes electorales del PP, aplicando sin escrúpulo aquella máxima que reza "cuanto peor, mejor". Son, en buena parte, responsables de la pretendida humillación a Maragall el último lunes de enero a las 23.00, al presionar sin límites a Zapatero con la emisión de su ultimátum y abriendo, con ello, el enfrentamiento entre el PSC y el PSOE, la crisis de autoridad más grave vivida hasta ahora por el socialismo español.

Decir después de todo esto que el PP explota electoralmente a su favor la crisis abierta por el affaire Carod es reconocer solamente que estamos viviendo a fecha fija una dura campaña electoral. Campaña en la que el PP tiene un claro objetivo: conseguir que el electorado perciba la insolvencia política de Zapatero. Un reto al que la dirección del PSOE -Zapatero, Blanco, Caldera...- ha de hacer frente si quiere parar la avalancha que se le viene encima e impedir que el PP revalide su mayoría absoluta. Y por ahora no lo está consiguiendo. Muy al contrario, se lo ven ahí ya.

Y si eso resultase ser así, si Bono, Ibarra y otros hooligans, que de todo hay en socialismo español, consiguen arrebatarle a Zapatero el control del PSOE -y lo tienen fácil-, la ofensiva sobre el socialismo periférico -el catalán primero, pero después el valenciano, el balear, el aragonés- puede llegar a constituir un escenario tremendo en el socialismo de la España constitucionalmente plural. Sin embargo, y viendo las cosas desde el lado positivo, el desgraciado affaire Carod ha provocado que los dirigentes "españolistas" de los socialistas catalanes como Montilla, Manuela de Madre, etc., se den cuenta de que han de blindar su autonomía respecto a la dirección de Madrid y exijan "respeto y que les dejen gobernar" a ese par de nulidades que resultan ser Blanco y Caldera. Por cierto, ¿qué dice Joan I. Pla a todo esto?

Josep Maria Felip es profesor de la Universitat de València.

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