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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una jugada en la vida

El cuerpo me sigue pidiendo una carrera de chapas. Las de la cerveza, blancas con la estrella de cinco puntas, color mostaza o así, eran las que más me molaban de chaval. Y las de la Coca-Cola, de un rojo hipnótico. En el gesto, el juego recordaba un poco a las canicas. (Un día habría que escribir una crónica sobre el chiva, pie bueno, tute y gua). El futbolín es otra cosa. De entrada, se juega de pie. Y fuera del colegio. El futbolín era más de hacer campana... A Óscar Nevado, uno de los mejores jugadores de España de futbolín -el mejor, según su opinión-, le asalta el recuerdo de las chapas mientras relata su iniciación en el fragor de los salones recreativos, a los 13 años, cuando entró en el instituto. "No te vayas a creer que hice muchas campanas. Yo era más bien formalito". Ahora tiene 29 y ha acumulado cerca de 140 trofeos en campeonatos locales, de Cataluña, de España, mundiales... "Unos están en mi habitación y otros repartidos por el comedor". Claro, le pregunto qué le dicen sus padres: "Que los van a meter en un saco", pero a continuación se ríe y cuenta que van a verle jugar en los torneos de más empaque. "Hombre, al principio les preocupaba que pasase tanto rato en el salón...". Óscar trabaja de cartero para una empresa privada. Reparte principalmente el correo de los bancos. Todas las tardes dedica dos horas a jugar al futbolín. Es delantero. El delantero es el creativo del tándem. En la portería le acompaña desde hace ocho años Uwe Mercader, otro de los mejores. Uwe tiene 33 años y dejó la carrera de Filosofía para trabajar en la misma empresa que Óscar, "en franqueo", especifica, y añade: "Ya sabes, la hipoteca...". Llega acompañado de su novia. Óscar la hace reír recordándole que Uwe prácticamente es tan pareja de ella como de él. Óscar y Uwe, campeones de futbolín de España, se entrenan en el Salón Mari del barrio de Gavarra, en Cornellà. Con la ayuda informática de Alfons Romeu han construido la página web www.todofutbolin.com. "Alfons llegó un día desde Tarragona. Estaba cansado de ganar allí, nos vio en un reportaje de La 2 y vino a buscarnos con su pareja. Menuda paliza les metimos. Cuando acabamos, les dijimos: 'Hombre, sois buenos...", evoca Óscar.

El relevo generacional de Óscar y Uwe son jóvenes que viven obsesionados por ganar. Hoy la gente es totalmente competitiva

En España no existe una federación de futbolín y por eso no están unificados ni el reglamento ("pero no vale arrastrar; parar la bola, depende", puntualizan), ni el tipo de futbolín ("siempre competimos con el Presas, pero somos todavía mejores con el catalán..."), y tampoco los torneos. Cualquier bar con un poco de ambiente puede convocar su particular campeonato mundial. Óscar ha ganado, además, un montón de campeonatos en la modalidad individual. Uwe no juega en individual. "Eso es más bien para delanteros", apunta.

Viven la mitología del futbolín y se exaltan cuando cuentan la leyenda de El Torri, Javier Torriente, que legó su nombre a un tipo de cambio: el torri es cambiar, en el mismo eje, del primer jugador al segundo, contando desde el exterior. "El Torri fue el mejor de su época. Ganaba sin entrenarse. Una vez le llamaron de la Modelo para participar en un torneo y salió diciendo: 'Jugaban bien..., jugaban bien...". Y también cuentan la historia de Pepe Gancho, famoso por sus ganchos con un mismo jugador. "Pepe Gancho es un luchador que destaca por su coraje". Oscar y Uwe distinguen entre luchadores y técnicos. Los de más de 40 años son todos luchadores, pero les falta técnica. "La técnica es clavar la bola. Llevarla hacia donde quieres". Y luego está el Maradona, otro luchador. Y El Curni, que dejó el futbolín cuando se hizo testigo de Jehová, "porque su religión no le permitía competir". Y Antonio Bellido, que "ganó un mundial con más de 50 años" y se mantuvo en la élite hasta muy avanzada edad. "Son todos señores mayores, que tiran y no ves la bola. Pura fuerza. Quizá no sean señores de ganar un campeonato, pero hemos aprendido mucho de ellos".

Ahora, Óscar y Uwe empiezan a notar en sus carnes el relevo generacional. "Están subiendo unos chavales que se entrenan horas y horas sólo para poder ganarnos. Pero no te creas que juegan, sólo se entrenan. Se pasan tardes y días en el futbolín únicamente ensayando cambios y cambios. Viven obsesionados. A nosotros nunca se nos ocurrió hacer eso. Íbamos sobre todo a jugar y el juego nos servía de entrenamiento. Pero éstos...", comenta Óscar con gesto preocupado, y reflexiona: "Ha habido un cambio de mentalidad. Hoy la gente es totalmente competitiva".

En opinión de Óscar, "basta con tener unas pocas jugadas y saber meterlas en su sitio para ser el mejor. Incluso se pueden ganar campeonatos teniendo una única jugada, pero que sea clave". En eso, el futbolín resulta tan rudimentario como las grandes cosas de la vida. Se dice que este juego lo inventó el gallego Alejandro Finisterre (1919, creo que aún vive), editor de los poetas españoles exiliados en México (Rejano, Prados, Champourcín...) y albacea literario de León Felipe. Se le ocurrió, ha contado el propio Finisterre, en el 37, convaleciente durante la guerra en un hospital de sangre de Monistrol de Montserrat. Lo ideó para diversión de los niños. Antes había pertenecido a una Asociación de Idealistas Prácticos; pero, claro, todavía no existía el futbolín.

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