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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Serbia, de mal en peor

Los hechos sugieren que el futuro de Serbia reside en su tenebroso pasado. Así se desprende de que un partido de corte fascista, el Radical, de Vojislav Seselj -cuyo líder, partidario de la limpieza étnica, espera juicio en el tribunal que juzga los crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia-, haya sido el más votado en las elecciones legislativas del domingo. Ya sucedió con su candidato en las presidenciales de noviembre, anuladas por participación insuficiente.

Los segundos comicios desde el derrocamiento de Slobodan Milosevic han sido básicamente limpios y concurridos. Su singularidad radica en que la élite ultranacionalista que condujo al país al desastre en los años noventa, y a Europa a una de sus épocas más oscuras, ha ganado popularidad, en buena medida gracias al odio que la mayoría de los serbios profesa al Tribunal de La Haya, verdadero eje de la campaña electoral. El hecho de que la ley serbia permita concurrir a todo aquel no convicto y encarcelado ha propiciado no sólo alzarse al caudillo Seselj como vencedor moral (en la persona de su vicario Tomislav Nikolic), sino obtener también escaño por el Partido Socialista al genocida Milosevic. Ambos fueron estrechos aliados en el proyecto criminal de la Gran Serbia.

Las elecciones que alejan a Belgrado de Europa han sido un gran voto de castigo a la heterogénea coalición reformista que desde la misma caída de Milosevic, en octubre de 2000, se ofuscó en trifulcas de campanario. En ese tiempo y hasta su reciente disolución ha sido incapaz de erradicar la corrupción y mejorar las condiciones de vida de la mayoría en un país al borde del colapso económico. El clarinazo debería servir a sus partidos para ponerse a la complicada faena de intentar rescatar al país balcánico de un amenazador agujero negro.

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La formación de Gobierno se anuncia lenta y complicada. Lo menos malo que puede suceder es que los radicales no encuentren aliados suficientes para tener el control del Parlamento. La alquimia electoral podría permitir entonces que el partido del ex presidente Vojislav Kostunica, el más votado entre los del arco democrático, se entienda con otras formaciones civilizadas en busca de la mayoría. En el mejor de los casos, ese hipotético Ejecutivo estaría fiscalizado por sólidas formaciones políticas que estarían prohibidas en la mayoría de los países europeos.

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