"Si un cantante actúa bien pero canta mal, todo lo hecho no sirve de nada"
Lluís Pasqual (Reus, Tarragona, 1951) ha regresado con ímpetu al mundo de la ópera. En 1996, tras dirigir en Francfort Boris Godunov, dijo basta y se apartó voluntariamente de la ópera durante siete años, silencio sólo transgredido por dos reposiciones de dos de sus montajes antiguos, hasta el pasado verano, en que dirigió en el Festival de Pesaro (Italia) Le comte Ory, de Rossini. Ahora regresa al mundo de la ópera en España, donde el próximo 12 de enero estrenará en el Liceo de Barcelona, tras 14 años de ausencia del teatro lírico de la ciudad, una nueva producción de la ópera Peter Grimes, de Britten. Se le ve ilusionado, por la obra elegida y por su retorno a un teatro al que acudió por primera vez cuando tenía 12 años. Un teatro, dice, "que me hace mucha ilusión".
"No me gusta hacer ópera de oficio, necesito que me arrebate"
"Grimes es uno de esos seres marginales que la sociedad fabrica y luego rechaza"
Pregunta. Siete años apartado de la ópera es mucho tiempo para un director de escena de prestigo internacional como es su caso. ¿Qué sucedió?
Respuesta.Estaba empachado. Adoro la ópera. Cuando tenía 12 años y no sabía que acabaría como director de escena me pasaba siete y ocho horas diarias escuchando ópera. Pero después de dirigir Boris Gudonov en 1996 ya no podía más, se había convertido en una rutina y a mí no me gusta hacer ópera de oficio, necesito que me arrebate. Y me pasé varios años sin escuchar nada, no me apetecía. Pero hace un par de años me volvió a coger el arrebato y fue cuando empecé de nuevo a coger compromisos operísticos. Tras el estreno de este Peter Grimes en el Liceo me voy a Milán para una reposición, en la Scala, de mi producción de Gianni Schicchi, luego a Bolonia para otra reposición, Le comte Ory de Pesaro, después una nueva producción de Fidelio en Génova, que me hace mucha ilusión, con Maazel. En diciembre de 2004, Tristán e Isolda, mi primer Wagner, en Nápoles, y en otoño de 2005, Don Giovanni en el Teatro Real de Madrid.
P. ¿Por qué ha elegido Peter Grimes para su regreso al Liceo tras 14 años de ausencia? ¿Sabe que es una ópera maldita en este teatro que la ha programado en otras tres ocasiones desde la temporada 1953-1954 sin que finalmente nunca pudiera representarse, ya fuera por incidentes diplomáticos, el incendio del teatro o la demora en las obras de reconstrucción?
R. Me lo han explicado, pero prefiero no saberlo [ríe]. Cuando el director artístico del Liceo me propuso dirigir una ópera en el nuevo teatro me salió rápidamente Peter Grimes. La conozco y me gusta mucho, pese a que es una tragedia negra como el carbón que a la vez tiene un enorme lirismo. La dificultad está en combinar ambas cosas.
P. ¿Cómo solventa esa dificultad?
R. La historia es la de una comunidad pequeña, metodista, donde todos viven pendientes los unos de los otros y se hacen todo el daño que pueden.
Una comunidad pesquera que vive en un finisterre, un lugar abandonado del mundo. Después de muchos meses de escuchar la ópera me dije: la comunidad donde vive Peter Grimes está podrida, es como un lugar al que ha llegado el mar y ha socavado los cimientos de todo lo que allí había. Y me vino a la mente inmediatamente la imagen del Liceo quemado. Y el decorado es ése, el Liceo quemado, como una metáfora, como una imagen congelada en cuyo centro pasan las cosas y la gente vive con lo que les ha quedado, una barca de mierda, cuatro cajas... Fue una intuición. Todavía no puedo explicar el porqué, quizá tras el estreno, pero lo veo así, con el Liceo quemado de fondo.
P. ¡Lagarto, lagarto! ¿Sabe que el 31 de enero de 2004, fecha en la que se cumple el 10º aniversario del incendio del Liceo, hay programada función de Peter Grimes?
R. ¡Huy!
P. Britten dota al personaje de Peter Grimes de tal ambigüedad que el público acostumbra a dividirse a la hora de juzgarlo como una víctima o un ser violento.
R. Ahí reside la grandeza de Britten. Podía haber hecho una ópera de buenos y malos y no lo hizo. Peter Grimes no es demasiado diferente de cualquiera de nosotros. Alguien que no se integra en la sociedad y no sabe qué más puede hacer. Cuando miró a Grimes pienso en esos seres marginales a los que una sociedad necesita, los fabrica y después los rechaza. Es imposible tomar partido en esta obra, pero puedo entender a la gente que les cae bien. Grimes es un ser quemado, con pulsiones irracionales, que está en el último tramo de su vida y ha llegado tarde a todo. Creo que, de alguna manera, Britten habla de sí mismo en esta ópera, de sus dificultades como compositor contemporáneo, comprometido políticamente y homosexual en una Inglaterra, la de entreguerras, donde la homosexualidad estaba condenada.
P. Esta ópera supone el reencuentro de dos ex miembros del Teatre Lliure, usted, uno de los fundadores del teatro, y Josep Pons, de la Orquestra de Cambra Teatre Lliure, recientemente desaparecida.
R. Sí, pero de hecho nunca llegamos a trabajar juntos en el Lliure. Los directores de orquesta, desde el punto de vista de los directores de escena, se dividen en dos: los que van a los ensayos y lo que no. Los que no van se lo encuentran hecho y luego lo entienden o no. Los que van, saben el por qué de la puesta en escena y Pons es de los que van.
P. ¿Qué papel juega la ópera en su carrera de director escénico?
R. Si tuviera que elegir entre teatro y ópera elegiría el primero, pero me encuentro bien en los dos géneros.
P. ¿Le desespera que en ópera no pueda sacar de los cantantes lo que sí puede obtener de los actores con los recursos teatrales con que cuentan?
R. Sí, cada día. Al terminar un ensayo pienso, tenía 10 cosas previstas y sólo he podido hacer siete, cinco o tres. Pero si el resultado final es musical, no me importa. Si un cantante actúa bien pero canta mal, lo hecho no sirve de nada. Lo que vale es que llegue al público. Por eso se entiende que determinados cantantes que físicamente no dan el personaje puedan transportarte musicalmente. El final de La Bohème es mal teatro, pero si se canta bien la gente acaba llorando.
P. Colegas suyos del mundo teatral, el último de ellos Albert Boadella, se han pasado al cine. ¿Para cuándo su debut cinematográfico?
R. Me han ofrecido muchos proyectos y no sé por qué siempre acaban frustrándose o retrasándose. Teóricamente haré una película en 2006. Ya he dicho que sí y hay un guión original que se está escribiendo. Pero veremos si acabo haciéndola. Siempre pienso que hay algo en mí, no sé bien qué, que se resiste a hacer cine. Nunca he guardado fotografías, programas o carteles de mis montajes. No tengo vídeos de lo que he hecho. No me gusta que queden cosas. Pero supongo que un día haré cine, que tendré que cambiar el chip como pasó cuando empecé a hacer ópera a principios de la década de 1980.
P. Pero, ¿qué teme?, ¿quizá que la película no pueda superar el paso del tiempo?
R.Hay tantas películas buenas. A mí me gustaría haber hecho todas las que ha hizo Stanley Kubrick, pero ya las hizo él.
P. ¿El proyecto cinematográfico de 2006 tiene algo que ver con la película que tenía previsto hacer con Antonio Banderas?
R. No es el mismo, aquél se frustó al cruzarse por medio El Zorro II. Pero el de 2006, si se hace, será con Banderas y en Estados Unidos.
Babelia
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