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Crítica:ÉTNICA | Kroke
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Penas y alegrías

Le tocaron la fibra sensible a Spielberg y han conectado con ese violinista impredecible que se llama Nigel Kennedy. El violín de Kroke es un lamento de siglos. Hasta que todo se transforma en música de baile, casi vacilón cíngaro. La pena y la alegría siempre cogidas de la mano en Europa central y oriental.

Llevan el nombre en un adhesivo pegado sobre el contrabajo: Kroke, que significa Cracovia en yiddish, el idioma de los judíos centroeuropeos. De esa ciudad salieron más de 50.000 camino de la muerte. Visten camisas blancas y sombreros y pantalones negros como aquellos músicos klezmer que tocaban en fiestas y ceremonias con gran dominio técnico y gusto exquisito. Comenzaron a construir su repertorio hace poco más de 10 años a partir de obras de la tradición klezmer y han derivado hacia composiciones propias cada vez más complejas. Son realmente buenos, pero cuando les da por imitar a El Tricicle la que paga las risas del público es la música. Claro que algo como Usual happiness ya justificaría ir a ver a este excelente trío polaco. Es una de esas melodías que no dejan de conmover. Por su belleza. Y probablemente porque remiten a un arquetipo común.

Kroke

Tomasz Kukurba (violín, flauta y voz), Jerzy Bawol (acordeón) y Tomasz Lato (contrabajo). Galileo Galilei. Madrid, 17 de noviembre.

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