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COPAS Y BASTOS
Columna
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Manolo

No fui a la Universidad, al Paraninfo, al homenaje a Manolo. No fui porque después de la muerte de mi tío Víctor (Víctor Alba), de Montanyès, de Terenci, de Carandell (Josep Maria, mi hermano mayor), ya no estoy para esas cosas. Me emociono, me pongo a llorar como un crío, y siento vergüenza (aunque según me cuentan, el martes en el Paraninfo todos lloraban como Magdalenas). Hubiese ido, muy gustoso, a despedir a Manolo al tanatorio, pero al parecer se trataba de una ceremonia íntima, aunque al final acabaron yendo los políticos y las cámaras de televisión.

De lo mucho que se ha escrito estos días en los periódicos sobre Manolo, me ha hecho mucha gracia la anécdota que cuenta Félix de Azúa referente a la reunión en casa de Castellet para elaborar una antología de poesía (la de los célebres novísimos). "Llegó Vázquez Montalbán. Saludó con un breve golpe de cabeza casi imperceptible, se sentó en el sofá con los codos apoyados sobre las rodillas y las manos cruzadas. Nos miró de hito en hito, muy serio y dijo: 'La poesía es un arma cargada de futuro'. Guardó un silencio expectante. Estábamos helados", escribe Félix. "Y entonces se le escapó la risa. 'Ya la he fastidiado, anda, José María, saca el whisky". Y concluye Félix: "No dejamos de reír en toda la tarde". Pues bien, eso es lo que intenté yo la tarde del martes (hasta bien entrada la noche) en vez de ir a llorar al Paraninfo: reírme con Manolo.

Y lo conseguí. Es muy fácil, muy agradecido, reírse con Manolo. Pero antes había que sacar el whisky, en ese caso un whiskey, irlandés: una botella de Connemara. Luego había que encender un habano -un robusto de Partagás-, uno de esos cigarros que Manolo últimamente me veía fumar con envidia cuando íbamos a almorzar a Casa Leopoldo. Y poner algo de música. Me incliné por Brassens (que a Manolo le gustaba mucho) y escogí Le gorille: "C'est à travers de larges grilles / Que les femelles du canton ....". ¿Por qué escogí esta canción y no otra? (por ejemplo, la Chanson pour l'Auvergnant, que se escuchó en el Paraninfo y que es de un efecto lacrimógeno fulminante). Tal vez, pensando en Copito, en el albino, que a Manolo le caía la mar de simpático (mira que si llegan a morirse Copito, el Papa y Manolo el mismo día...), o tal vez porque al final sodomizan a un juez (¿el juez que condenó a Manolo a tres años de cárcel?).

Encendido el habano, saboreado el primer trago de whiskey y escuchando el pequeño prólogo brasseniano, eché mano de los manolos de mi biblioteca (cariñosamente dedicados: "A Joan de Sagarra, l'emprenyador del Paralelo. Manolo. 12-1-70", puede leerse en mi ejemplar de Una educación sentimental). La primera carcajada la solté con Guillermotta en el país de las Guillerminas, un musical que no llegó a estrenarse, cuyo texto publicó Jorge Herralde (Anagrama) en 1973. Canta Guillermotta: "Mi padre es alto como un pino / mi padre se llama Richard Nixon / mi padre se llama Coco Liso / mi padre es dulce como un higo. / Mi padre es el pato Donald / mi padre es el rey de bastos / mi padre es sabio como un chino / mi padre siempre juega conmigo...". Un musical en el que aparecen Groucho, Harpo, y Carlos Marx, Copito de Nieve, las SS, don Narciso de Carreras (el que fue presidente de una de las Cajas de Ahorro de Cataluña), la Pasionaria, una pareja de hombres-rana bailando una jota, el poeta Josep Carner (Déu nos do ser catalans), el Gegant del Pi y su distinguida esposa y la Pubilleta: "Pubilleta de la muntanya / ets ufanosa com una flor / joia pura de Catalunya / la meva terra del cor". Manolo se ponía estupendo cocinando esas bullabesas musicales. ¿Por qué no se animan (ahora que el teatro está subvencionadísimo) y la estrenan de una puñetera vez? Mario Gas, "coautor moral e imaginativo" del musical, sigue vivito y coleando, y la otra coautora moral e imaginativa, Guillermina Motta, podría darnos una sorpresa.

Siguen las carcajadas. Esta vez recorriendo las páginas de la inmortal (ahí está el mejor Manolo, el que nos deslumbró) Crónica sentimental de España, Editorial Lumen, 1970 (este no lo tengo dedicado, pero en la primera página, la de los agradecimientos, figura mi nombre -"me obsequió con un montón de canciones dificilísimas de encontrar"- junto a los de Pepe Termes y José Ángel Ezcurra). Comentando aquel "Picasso es un genio; yo también. Picasso es un gran pintor; yo también. Picasso es comunista; yo tampoco", de Dalí, escribe Manolo: "¡Qué precioso poema ambiguo! Parece un paso afarolado en las narices del toro de Picasso. Hasta don Antonio Maura se levantó de su tumba, abandonó su proverbial gravedad histórica y gritó: '¡Olé!". Y hablando del Ay, Jalisco, no te rajes de Jorge Negrete, escribe: "Le salía del alma, de los cojones del alma, tal como había sabido expresar Miguel Hernández el lugar donde se refugió el cerebro hispano en su primitiva peregrinación del Cro Magnon".

Otra carcajada. Esta vez en la página 57 de La soledad del manager (Planeta, 1977). Manolo se venga despiadadamente de Fernando (hoy Ferran) Monegal, que anteriormente le había perdonado la vida en La Vanguardia, haciendo que Carvalho se limpie el culo con uno de sus escritos: "Diríase que se establecía una síntesis inestimable entre el papel y el artículo en la función de dejar el ano preparado para el definitivo lavado en el bidet".

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Manolo podía ser terrible, como Quevedo, el de las puyas al cuarto Felipe, pero siempre te reías con él. Y, en el fondo, era una bellísima persona. Qué bien sabe este puro, Manolo. ¿Quieres un traguito? Voy a poner La tieta y luego seguimos con el Manifiesto subnormal. ¡Más madera!

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