Triste y deslucido final
Sergio Martínez le recetó a su primero dosis de temple necesarias que luego le administró con tímida actitud, buenas maneras y no siempre en la medida adecuada. Por todo ello su faena supo a poco, aunque gustara por momentos. Supo a poco porque no siempre se cruzó cuando debía hacerlo, ni en las ocasiones que era menester. Tal serie al natural y algún derechazo fueron de buen corte, pues parece ser que el torero de Albacete tiene un buen concepto en cuanto al arte algunas veces llamado de Cúchares.
Del Cuvillo / Martínez, Cortés, Quintana
Toros de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentados, blandos, de juego irregular, 1º y 2º, manejables. Sergio Martínez: pinchazo -aviso-, estocada tendida (palmas); dos pinchazos y estocada perpendicular y desprendida (saludos). Antón Cortés: estocada (silencio); dos pinchazos y estocada tendida (silencio). Martín Quintana, que confirmaba la alternativa: estocada desprendida (ovación); pinchazo hondo, bajonazo, pinchazo y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 19 de octubre. Un quinto de entrada.
Lo del cuarto fue lamentable. Contra todo pronóstico de sensatez y buen criterio, la presidencia no accedió a devolver un toro a los corrales que mantenía la vertical de milagro y Sergio Martínez hubo de pasar de muleta, lo más mimosamente posible, a la cosa inválida con cuernos a la que robó un par de naturales de bonito trazo. No hay derecho, ¡por los clavos de Cristo!, a tener que soportar tales imágenes de invalidez manifiesta.
Antón Cortés, a pesar de que es torero de plasticidad indudable y que gusta hacer el toreo reposado y con sello propio, se peleó con su primer toro, de condición deslucido, mansón que enseguida punteaba los engaños si no se le llevaba a la velocidad precisa. Su tarea resultó entonces gris y levemente plomiza. En el quinto, procuró encontrar el lugar y la forma de templarse, lo que no terminó de suceder. Aunque estuvo por encima del manso de Núñez del Cuvillo, el toro fue agotando sus embestidas y la faena perdiendo aire y prestancia.
Martín Quintana confirmó la alternativa con un toro manejable y justo de fuerzas, que dada su nobleza y blandura no era fácil templar. Pero el torero extremeño dio algún muletazo suave y de buen gusto. La espada la manejó con habilidad y logró al final recoger una ovación del respetable. En el sexto se limitó a estar valiente y voluntarioso ante un toro que desarrolló malas ideas.