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Fundamentalismo ecológico

Defiendo la razón ecologista por imperativo moral. Por ese flanco siempre me he adherido a la causa, que a la postre es la de la preservación de la especie. Si bien es aconsejable no entretenerse demasiado en esta idea comodín; pues basta con asomarse al balcón del firmamento para que nos percatemos de nuestra risible insignificancia. Y si la vida es tan compleja en este planeta ello es debido a la barbaridad de tiempo que se lo viene trabajando. En cuanto a nociones como "la gran cadena del ser" están salidas de madre: si el tigre asiático se extingue, no pasa nada. No digamos ya el elefante, que una familia de cuatro miembros se zampa en un día toda la hierba de un parque natural. En aguas valencianas habita un pececillo, el samaruc, que ya está pidiendo la más lírica de las elegías. Propongo unos juegos florales en su honor, por si eso contribuye a salvarle de la extinción.

Jesús Civera, que es un desmitificador, escribió el pasado septiembre en Levante un bravo artículo, Contra un cierto ecologismo. Entresaco algún fragmento: "Si hiciéramos caso del ecologismo en su versión fundamentalista, no existirían ciudades, ni carreteras, ni puertos, ni embalses, ni manufacturas para tratar la basura, ni postes eléctricos, ni siquiera los coches porque expulsan gases contaminantes... Si cumpliéramos a rajatabla sus directrices, habitaríamos en las cuevas de Altamira". Me atrevo a decir que no habitaríamos en parte alguna; es más que dudoso que nuestra especie hubiera sobrevivido sin una violación tras otra de la gran madre nutricia. Es de suponer que parte del ecologismo fundamentalista exagera a conciencia, vieja táctica puesta en práctica por acaso todos los grandes movimientos sociales. ¿Con éxito? Más bien no. Al comunismo le habría ido mejor siguiendo desde el principio el "evolucionismo" de Marx, los fanatismos religiosos han herido las religiones, el fundamentalismo feminista ha conseguido que la mujeres plagien servilmente a los hombres. Y remontándonos, el nacionalismo integrista fue la úlcera crónica que con sus más o menos ocultas ramificaciones, dio lugar a la descomposición del mundo griego. Tampoco, volviendo al ayer, puedo pensar en deuda alguna con el fundamentalismo anarquista.

Hinchar el perro puede ser rentable en ocasiones, pero las más de ellas ni fu ni fa y a veces más fa que fu. Hace ya muchas décadas que, según los cálculos del fundamentalismo ecológico la vida, al menos la de nuestra especie, se habría extinguido en el planeta. Estos chalados quieren asustarnos, piensan los amos del cotarro; y puede que el político de turno se descuelgue con otro proyecto ecológico, en este país a quien ningún otro gana en proyectos y promesas tan presto proferidas como olvidadas.

"El discurso que emite el ecologismo fundamentalista opera desde un irracionalismo de muy alto grado, gravemente conservador, que impregna determinados ambientes sociales ante el vacío actual que muestra el mercado de las ideologías", escribe Civera. En realidad, el miedo pagano a ofender a los dioses incidió también en la conciencia cristiana; y la exaltación que hoy se hace del ecologismo monástico suele pasar por alto este factor. Francisco de Asís llevó este terror más allá de la histeria, razón por la cual cerca anduvo de ser condenado por la justicia eclesiástica. Hay amores que matan a quienes los sienten y, sobre todo, a quienes no los sienten.

Un prestigioso partidario del "desarrollo sostenible", R. Misma, llega a decir que la popularización del automóvil es el suceso más luctuoso que nunca se haya abatido sobre la humanidad. Todo es hoy peor que ayer, porque siempre ganan los malos. La gigantesca presa Boulder Dam se hizo contra la voluntad del fundamentalismo ecológico, que vio en la obra la desaparición de un pececillo único en el mundo, como leí que es también el caso del samaruc; es de suponer que defendido por los mismos que se declaran hostiles al tren de alta velocidad y preconizan que, a cambio de tan destructivo artefacto, se intensifiquen los servicios de cercanías. A Madrid y a Europa que lleguen os catalanes con el AVE, que el tiempo nos dará la razón. (Lo que el tiempo traerá es la tala de los naranjales y demás, pues Lula ganará esta guerra aún después de muerto, si es que se muere pronto).

Los americanos comen transgénicos y los europeos saben que esta guerra está perdida. Terminaremos por darles vía libre total a los productos transgenizados, pues si los estadounidenses tan quisquillosos en materias sanitarias los consumen con el respaldo de la ciencia, a ver qué vida. Hemos estado comiendo cereales y legumbres genéticamente manipulados desde Dios sabe cuándo. En realidad, el padre de la revolución verde y premio Nobel, Norman Bourlag, afirma que el trigo actual "es el resultado de tres cruces a lo largo de la evolución". Ahora bien, la naturaleza ha necesitado muchos milenios para incidir genéticamente sobre ésa y otras muchas plantas mientras que el ser humano, sin dejar de seguir paso a paso el mismo proceso, lo ha abreviado y mejorado. Si salta la sorpresa, mala suerte con tal de que la manipulación haya servido para alimentar más y mejor a un mayor número de gente.

A quien esto escribe, bosques y selvas rebosantes de vida le causan un profundo malestar. "Te devoro para ocupar tu sitio a la espera de otro que me devorará para ocuparlo él". Ésta es la armonía del orden natural. Claro que también existe la cooperación en la jungla, como nos informó Darwin y corroboró Kropotkin demagógicamente, pues el depredador gana por goleada. Con todo, entre los seres humanos es posible y necesario un ecologismo en la tradición de Benito de Nursia, pero sin olvidar que los benedictinos se llenaron de mugre con el paso del tiempo. Si la burocracia y el fundamentalismo llegan a campar en el movimiento ecologista, la historia, con las variaciones propias de la época, puede repetirse. Sería un desastre para todos, porque con amor o sin amor a la naturaleza, el buen ecologismo es más necesario que nunca y a él le debemos en buena parte que todavía "no mane sangre de la herida, que el muerto esté en pie".

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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