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Columna
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Palabra

En todo ese asunto del PSOE de Córdoba hay cosas que son muy raras y otras que son normales. Es muy raro que un secretario provincial anuncie un plan contra el desempleo para que Córdoba suba dos puntos en la lista del paro. Los responsables de los partidos políticos no pueden estimular la creación de empleo, salvo que desempeñen algún cargo institucional. El caso es que en octubre de 2001 el secretario provincial del PSOE de Córdoba, José Antonio Ruiz de Almenara, nombró una comisión formada por miembros de la ejecutiva del PSOE cordobés, por cargos públicos socialistas con competencias en materia de empleo, por alcaldes y por presidentes de mancomunidades para crear 3.000 puestos de trabajo. La estrategia consistía en coordinar a las instituciones, promover acuerdos, buscar canales de comercialización de productos, crear nuevos mercados y facilitar el acceso al mundo laboral de nuevos titulados entre otras buenas intenciones.

Es muy raro que un político se comprometa públicamente a dimitir si no logra lo que se propone. En España nadie se atreve a firmar acuerdos tan vinculantes. El último que hizo algo parecido fue Eugenio Martín Rubio, aquel inolvidable hombre del tiempo que se comprometió frente a los telespectadores a afeitarse el bigote si al día siguiente no llovía. José Antonio Ruiz de Almenara también aseguró frente a los periodistas y frente a la vicesecretaria general del PSOE que dimitiría junto a su ejecutiva si la comisión que había creado no alcanzaba sus objetivos.

Eugenio Martín Rubio cumplió su promesa, pero es muy raro que un político reconozca su fracaso y asuma las consecuencias. Esto es precisamente lo que iba a hacer Ruiz de Almenara el jueves pasado, cuando todo el PSOE andaluz se echó las manos a la cabeza, dijo que aquello era un disparate, y nos privó de asistir a un prodigio tan extraño. Y aquí es donde empiezan las cosas normales.

Es normal que sus compañeros de partido consideren ese gesto una "irresponsabilidad" y un ejemplo de "inmadurez". ¿Por qué tiene que ser siempre un socialista el pringado que cumpla su palabra en un país donde la palabra no tiene valor y donde cualquier candidato hace promesas que posteriormente se pasa impunemente por el forro?

Es normal también que Manuel Chaves se muestre sorprendido y censure la dimisión de Ruiz de Almenara. Un político que lleva 14 años ocupando el mismo puesto, y que tiene la intención de permanecer en el cargo otros cuatro más, no puede comprender que algunas veces el sentido de la estética empuja hacia la dimisión. Pero estos gestos no son tan quijotescos como parecen. Quizás sean injustos, pero no son inútiles: poco a poco van creando un modelo de comportamiento y desinfectando nuestra democracia.

A nadie en el partido parece importarle que Ruiz de Almenara haya dado su palabra. A nadie le parece que este sea el quid de la cuestión. Si su meta -la reducción del paro desde la secretaría general de un partido o el triunfo del amor sobre la faz de la tierra- era una tarea imposible, deberían habérselo señalado entonces, cuando invitó al electorado; no cuando llega la hora de pagar.

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