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Tony Blair, en el banquillo

Pocos escucharon el reportaje radiofónico, a las seis de la mañana del 29 de mayo, del periodista de la BBC Andrew Gilligan, pero el eco de su contenido sigue resquebrajando las entrañas del Gobierno británico. La credibilidad de Tony Blair está en cuestión, y el futuro de su ministro de Defensa, Geoff Hoon, en duda. Ambos están llamados a declarar la próxima semana ante el juez lord Brian Hutton. En juego está la carrera política del dirigente laborista más brillante de las últimas décadas.

Gilligan abrió la caja de los truenos al acusar a Downing Street de "transformar" el informe sobre armas de destrucción masiva de Irak para reforzar sus argumentos en favor de la guerra. En contra del criterio de altos cargos del servicio de espionaje -sostuvo el influyente corresponsal de Defensa en el matinal de noticias de la BBC-, la oficina del primer ministro, y en concreto su director de comunicación, Alastair Campbell, "exageró" la capacidad militar de Sadam Husein para hacer "más sexy" dicho documento.

La investigación implacable del juez Hutton ha hecho aflorar testimonios inquietantes para Downing Street. El último, el del diplomático David Broucher

La onda expansiva del reportaje de Gilligan se cobró, de pronto, una víctima inesperada. El cadáver de David Kelly, asesor del Ministerio de Defensa en armas biológicas, fue descubierto, con las venas de la mano izquierda cortadas, el pasado 18 de julio en una zona arbolada próxima a su residencia en el condado de Oxfordshire. Las circunstancias de su muerte son, desde entonces, objeto de la investigación encomendada por Blair al juez lord Brian Hutton.

Kelly era la fuente de la BBC, aunque, según explicó a sus superiores y reiteró ante un comité parlamentario, no reconoció sus palabras en el reportaje de Gilligan. Pero el científico ocultó detalles de sus contactos con varios periodistas e incluso pudo mentir antes de su aparente suicidio, según las declaraciones aportadas a la investigación judicial que comenzó el pasado día 11.

La investigación implacable del juez Hutton ha hecho aflorar testimonios inquietantes para Downing Street. El último -el pasado jueves-, el del diplomático británico David Broucher, que declaró que, seis meses antes de su muerte, Kelly afirmó que si Irak era atacado, "él aparecería muerto en un bosque". Broucher precisó que entendió las palabras del asesor de Defensa como una preocupación de que en caso de guerra podría sufrir las represalias de los iraquíes.

En la primera semana de la investigación pública del juez Hutton se desveló que "dos altos cargos de los servicios de inteligencia" habían protestado por el "tono" del informe presentado por el Gobierno el pasado 24 de septiembre y, específicamente, por el "grado de certeza" con el que se describía la amenaza iraquí. El propio Kelly, en una grabación obtenida por el juez Hutton, hablaba de la "discusión entre los servicios de espionaje y Downing Street" en torno a la inclusión en el documento de los ya famosos "45 minutos" que bastarían a Sadam para lanzar un ataque con armas de destrucción masiva.

El director de comunicaciones de Blair, principal blanco de las acusaciones hasta el momento, allanó en su declaración la esperada comparecencia del primer ministro británico ante el juez. En su testimonio en la sala 73 del Alto Tribunal de Justicia, en Londres, negó cualquier "influencia" de Downing Street en la redacción del polémico informe, cuya "propiedad y mando completo", dijo, recayó en el presidente del Comité Conjunto de Inteligencia, John Scarlett. Presionado por el equipo de abogados de la investigación respecto al torrente de correspondencia entre su despacho y el del responsable del informe, aclaró el pasado martes: "Yo no estaba haciendo sugerencias, sino observaciones".

Fallos en la memoria

Campbell montó una sólida defensa de su actuación, pero dejó flancos abiertos. La memoria parecía fallarle en puntos críticos del proceso de elaboración del informe, que el juez podrá retomar en su interrogatorio de Blair. ¿Se tuvo en cuenta la advertencia de Jonathan Powell, principal asesor político del primer ministro, comunicada por escrito el 17 de septiembre, siete días antes de la publicación del dossier, de que el Gobierno no tenía pruebas de la amenaza inmediata de Sadam? "No lo recuerdo", se excusó Campbell. "Siempre hemos hablado de una amenaza seria y creíble".

La integridad de Blair está en juego. Scarlett, que aún no ha prestado declaración, rubricó con su firma el informe sobre Irak. El juez probablemente querrá saber si hubo presión gubernamental para eliminar o modificar datos recogidos por los servicios de inteligencia. En la versión publicada, el primer ministro declaró que el ejército iraquí "está preparado" para atacar con armas biológicas y químicas a "los 45 minutos de darse la orden". Una pobre defensa del origen de esta rotunda afirmación, o una explicación vaga del cambio de énfasis en los diversos borradores, dará fuerza a las alegaciones de que Blair mintió al Parlamento para ganar el respaldo de los diputados a su decisión de ir a la guerra.

El cometido de lord Hutton era, en principio, limitado. Pero el juez está revolviendo muchas aguas en su objetivo por esclarecer la muerte de Kelly. Desde el estrado preside los interrogatorios que dirige el abogado James Dingemans con meticulosidad y atención al más inocente detalle. A su disposición están documentos y correspondencia confidenciales, como los distintos borradores del polémico informe que el Gobierno negó a comités parlamentarios. La práctica dicta una demora de 30 años en la divulgación de documentos oficiales. Sin embargo, en esta ocasión no habrá que esperar. Toda la documentación, con excepción de la información que afecta a la seguridad del Estado, es de acceso público en la web de la investigación Hutton [www.the-hutton-inquiry-org.uk]

En las 10 jornadas de audiencia de la primera fase del proceso, centrada en la reconstrucción de los hechos, han quedado al descubierto los entresijos de las relaciones entre las altas esferas del Gobierno y de la BBC. Y se ha podido comprobar la tensa relación que ambos mantuvieron desde el inicio de los preparativos de la invasión de Irak. El reportaje de Gilligan desencadenó una auténtica batalla o, en palabras de un portavoz de Blair, "una pelea de gallos" entre Downing Street y la BBC. La consecuencia más obvia de la disputa ha sido una pérdida de prestigio mutuo ante la opinión pública.

Correos electrónicos demuestran que Blair corroboró las principales decisiones en torno al caso

Kelly. La agenda del primer ministro estaba saturada con los flecos del proceso de paz irlandés, la intervención en el Congreso de EE UU y, entre otros asuntos internacionales, el viaje a Asia del pasado julio. Pero el líder laborista dejó espacio para buscar una salida a la crisis provocada por las confidencias del científico a la BBC. Presidió reuniones en Downing Street y, como aseguró al declarar esta semana Kevin Tebbitt, el más alto funcionario del Ministerio de Defensa, el primer ministro seguía el tema "muy de cerca".

En defensa de Blair, su asesor político, Jonathan Powell, explicó al juez que "el primer ministro enfatizó constantemente que se debían seguir los procedimientos habituales en Defensa". No obstante, Blair indicó que Kelly debía ser identificado y sometido al escrutinio de dos comités parlamentarios. Al día siguiente de comparecer en público, el científico, aparentemente, se suicidó. Lord Hutton deberá decidir si la presión de un nuevo interrogatorio, esta vez frente a las cámaras de televisión, contribuyó al trágico desenlace del máximo experto británico en armas biológicas e inspector de la ONU en Irak.

Campbell abrió otro flanco conflictivo al tiempo que negaba cualquier interferencia en el contenido del dossier sobre Sadam Husein. Apuntó esta vez contra Hoon, ministro de Defensa y fiel al nuevo laborismo sobre el que recae un aluvión de críticas por su gestión del caso

Kelly. Su ministerio, en coordinación con Downing Street, emitió un comunicado el 8 de julio anunciando que un alto funcionario se había identificado como la fuente de la BBC.

Anonimato y protección

La normativa garantiza anonimato y protección a los funcionarios ministeriales, pero en esta ocasión, la "opinión colectiva" de las altas esferas gubernamentales prefirió ignorarlo. Las pistas dadas por Defensa sobre el trabajo, rango y especialidad del c

hivato condujeron a diversos medios de comunicación directamente hasta Kelly. De escuchar el nombre correcto, la oficina de prensa de Hoon tenía órdenes de corroborar la información. La identidad del experto se divulgó mundialmente en cuestión de horas.

Al Gobierno le interesaba dar a conocer la fuente que la BBC se negaba a desvelar. Era la única vía para intentar desmentir las alegaciones de Gilligan y ganar la batalla a la radiotelevisión estatal. "Las acusaciones de Gilligan se percibieron como un ataque directo contra la integridad del primer ministro y de sus funcionarios en Downing Street", recordó al juez sir David Manning, hasta el mes pasado asesor en política exterior de Blair y actual embajador en Washington.

Estrategia equivocada

A Campbell no le gustó la rocambolesca estrategia de Hoon para airear el nombre de Kelly. Se lo comunicó personalmente, pero el ministro no atendió sus consejos. "Cuando se trata de individuos, la claridad es la mejor solución. En este tipo de situaciones es necesario mantener algún elemento de control sobre el proceso. No puedes dejar que gotee de una forma en la que no sabes cómo va a desarrollarse", defendió en una sutil crítica a la estrategia en "dos fases" del Ministerio de Defensa.

"Mejor hubiera sido", añadió, "anunciar [la identidad de la fuente de la BBC] de una forma correcta, limpia, directa. Entonces se puede poner en pie la ayuda adecuada que necesita una persona no acostumbrada a este tipo de presión". "Nuestra estrategia podría haber sido mejor", admitió.

Campbell destapó un error del Gobierno en el que, según declaró, no estuvo directamente involucrado. Entre sus propuestas, planteó filtrar directamente a la prensa el nombre de Kelly, comunicárselo en privado a los gobernadores de la BBC y a los miembros del Comité Parlamentario de Exteriores. Estaba ansioso por escuchar en público la versión del científico porque, según declaró al juez, estaba convencido de que "Gilligan había exagerado" la información proporcionada por Kelly.

"No articulé mi visión con tanta fuerza como acostumbro. El primer ministro me había dicho que me mantuviera a distancia y que dejara el tema en manos de Defensa", se excusó al prestar declaración. De esta forma, el rey del spin [técnica de control de la información], cuya salida de Downing Street parece segura desde hace varios meses, pasaba con astucia la batuta de la responsabilidad a Hoon, un político que se sentía seguro bajo Tony Blair.

Tony Blair, camino del Parlamento para hacer una declaración sobre Irak.
Tony Blair, camino del Parlamento para hacer una declaración sobre Irak.REUTERS

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