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Reportaje:ESCENARIOS URBANOS

La carrasca de Aragón

Sin duda alguna, la avenida de Aragón es una las más feas de España. Incluso, si me apuran, es una avenida inconcebible, exclusivamente creada para servir de parking al estadio de fútbol Luis Casanova. Sorprende que sea tan reciente: su trazado se completó el año 1982, cuando se demolieron los pabellones de la Demarcación de Tráfico, y se realizó el aparcamiento con motivo de los Mundiales. Así funcionan las cosas en esta ciudad: los toros, las fallas y el fútbol son los factores básicos que espolean el intelecto -y es un decir- de los valencianos. Si el Marqués de Cruïlles, con motivo de la inaguración de la Alameda, escribió en su patois macarrónico: "Alla en Valencia/ Baix les muralles/ Hi ya un prodichi/ Qu'es de contar./ Han fet dos torres/ Y una alameda/ Que més hermosa/ No es pot trobar", con motivo de la inauguración de la Avenida de Aragón necesariamente deberíamos haber concluido "que més lletja no es pot trobar".

"Aquella carrasca alude a los carrascales del interior valenciano y turolense"
"Se debería reconducir a ser algo más que un espeluznante parking dominical futbolero"

Quizá pensarán que exagero. Pero resulta indignante que cada quince días uno de los principales ejes de comunicación de Valencia se vea totalmente colapsado por el "evento" futbolístico de turno. Nos guste o no este deporte, condicionar de este modo el urbanismo de una de las zonas principales de la ciudad, me parece absolutamente inadmisible. En cualquier caso, durante la demolición de los pabellones de Tráfico, se decidió conservar una carrasca que crecía en uno de los jardines internos: casualmente había quedado emplazada en el centro de la avenida, justo en el cruce con Blasco Ibáñez, en un punto en el que no molestaba a los técnicos de urbanismo (no pasó lo mismo con los pinos, que fueron reubicados, y murieron en el traslado). De este modo, aquella carrasca -que fácilmente podría tener cerca de cien años- se ha convertido en el elemento más significativo de la avenida, y ha motivado que toda ella esté a su vez plantada de encinas.

Evidentemente, no es una carrasca monumental, como la de Culla o las del Barranc del Horts, pero atesora en su perfecta estructura, en su porte y en su densa copa, toda la nobleza de la especie. En la Glorieta, crece otra encina, pero no es tan bella, ni tan equilibrada en sus proporciones como la de la avenida de Aragón. De alguna manera, aquella carrasca alude a los carrascales del interior valenciano y turolense: sin duda, no hay árbol más representativo, que se concilie mejor, con las tierras aragonesas maestracenses. Por así decirlo, aquella carrasca en la avenida de Aragón es un gran acierto (en cambio, en Cirilo Amorós, los técnicos del ayuntamiento, movidos por las asociaciones fáciles, han plantado ¡árboles del amor!).

Nuestro ayuntamiento debería cuidarla, quizá ajardinando un poco su entorno, trasladando el quiosco de al lado, e impidiendo que cada Navidad la decoren con luces de colores. La parda encina de Antonio Machado -quien mejor la ha cantado: "Oh, tú, robusta y serena,/ eterna encina rural/ de los negros encinares/ de la raya aragonesa"- no entona con los adornos navideños. Estaría bien que figurase en un cartel el nombre científico y el común (en valenciano y en castellano), como han hecho en Barcelona con todos los árboles de la ciudad. Sería una forma de que los valencianos aprendiesen un poco de botánica, y de que quizá así este pueblo espontáneamente arboricida empezase a respetarlos. Los árboles deberían ser algo más que un ornamento, algo más que un elemento decorativo de nuestros parques y jardines. De algún modo deberían constituir un elemento más de nuestro patrimonio cultural. Al igual que aquella avenida de Aragón se debería reconducir a ser algo más que un espeluznante parking dominical futbolero. Porque las calles, como los árboles, también tienen derecho a una vida digna. Y aquella carrasca -la eterna encina rural de Machado- se merece un futuro mejor.

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